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Los que tienen que corregir

José Cervera

Errar es humano; perdonar, divino, dice un viejo refrán. Los medios, como cualquier empresa humana, cometen errores. No es una novedad, ni se les debe tener muy en cuenta, dentro de ciertos límites; un periódico que yerre más que acierta no tendrá mucho futuro. Lo que sí define el carácter de un medio es el modo como se enfrenta a los errores que de seguro cometerá. Tratamos este tema en este inicio de año, época propicia para los nuevos comienzos y las mejores intenciones, y porque el asunto preocupa al socio Ricardo Galli, que en un comentario a una columna anterior expresa su discrepancia con el modo como eldiario.es acepta y/o corrige los errores:

“Por ejemplo, en el primer enlace, el titular (”...que se alimentaban de comida caducada“) persiste y no coincide con el cuerpo de la noticia. Se ha editado sin reconocer el error, ni fe de erratas ni retractación.

Por otro lado, en otros casos la desinformación (sensacionalista) fue creada por los periodistas de la casa, y aunque luego modificada (como el caso anterior, pero incluso el titular) no hubo ningún reconocimiento del error. Simplemente se cambió por la “bajini” cuando la mayoría de lectores ya había leído la información errónea.“

En el caso concreto que señala se trata de la información original de EFE que dio origen a todo el problema tal y como se analizó en la columna ‘Cuando las historias son demasiado buenas para ser verdad’, y que en efecto permanece tal cual en la página web de eldiario.es. Y el socio tiene razón; ni en este medio ni en general en Internet existe un modo estándar de corregir los errores cometidos.

No es que los medios tradicionales lo hagan mejor; la costumbre en los periódicos es incluir una Fe de Erratas en alguna parte, normalmente de las páginas editoriales, en el tamaño y fuente más reducida posible y sin más que un reconocimiento del error, y en algún caso una solicitud de perdón, pero nunca un análisis de lo ocurrido o algún tipo de reparación del posible daño. De hecho la austera Fe de Erratas del periódico de papel, de tan pautada, puede convertirse en algunos casos en un chiste en sí misma. Sólo en algunos casos, casi siempre por imperativo legal, se publican rectificaciones en forma de artículos con toda su parafernalia, y mucho menos en la posición y preeminencia original. En prensa se aplica un viejo adagio de la aviación, que dice que la maniobra más difícil es la vuelta en redondo, porque depende del tamaño del ego del piloto. Ni aviadores ni periodistas suelen estar mal dotados a este respecto.

El mayor peligro de los errores en los medios más allá de lo obvio es que se perpetúen en las hemerotecas, ya que es práctica periodística común examinar el archivo de las noticias antiguas a la hora de elaborar productos derivados (obituarios, reportajes, análisis, anuarios) o bien de preparar, por ejemplo, entrevistas; por este mecanismo la información errónea se puede acabar extendiendo en el tiempo. Así en los departamentos de comunicación es común que un afectado por un error solicite no sólo la corrección, sino la introducción de una nota en el archivo con vistas a evitar su propagación. Las noticias erróneas deberían pues anotarse con el error, so pena de repetirlo.

En Internet hay varios factores que complican todavía más las cosas. Para empezar la hemeroteca es, en principio, accesible a todos y el paso de las noticias al archivo es automático. En teoría es perfectamente posible simplemente modificar el texto y hacer desaparecer el error, pero en la práctica no es tan sencillo: desde el momento que un contenido se publica en una página web es imposible hacerlo desaparecer (o modificarlo) del todo, ya que otros organismos harán rápidamente copias de ese contenido; estas copias estarán custodiadas por estas otras instancias y no podrán ser modificadas. Los buscadores, por ejemplo, duplican todo aquello que examinan, y hay organizaciones especializadas en guardar registros de la Red como Archive.org. Una vez publicado algo en la Red es imposible ‘despublicarlo’, o modificarlo sin que quede registro de ello. Intentarlo no sólo es inútil; es estúpido. La 'caché' de Google se encargará de destapar la trapacería.

Otra complicación es la existencia de enlaces, que permiten a terceras páginas vincular con los documentos publicados. Si simplemente se hace desaparecer la página con el error los enlaces quedarán ‘colgados’ y darán un Error 404, destapando así la modificación. Para colmo los títulos son especialmente delicados de modificar, ya que en muchos casos están incluidos en el URL; cambiarlos puede incurrir en una penalización por parte de los buscadores, que ven mal que el título y el URL de una página no coincidan.

Sería deseable que hubiese un método estándar de tratamiento de errores en la Red, algo que pudiera satisfacer tanto la necesidad de corregir lo equivocado como la de mantener un registro de lo ocurrido y de no romper los enlaces que puedan haberse creado hacia la página modificada ni estropear su PageRank. Para iniciar una conversación conducente a ello este defensor presenta una propuesta inicial que pudiera servir de base para crear un sistema de este tipo. La corrección debería funcionar más o menos así:

La página publicada con errores debería ser modificada con la información correcta, manteniendo su título y URL originales pero destacando que se trata de una noticia corregida. De ser necesario un análisis o ampliación sobre las razones o consecuencias del error debería enlazarse desde aquí de modo que cualquier lector que encuentre esa información (vía portada, buscador o enlace) encuentre la versión correcta. La versión errónea, sin embargo, debería conservarse con fines de archivo, enlazada automáticamente con la versión corregida pero en otra URL protegida para buscadores, de modo que no dañe al medio pero tampoco contribuya a extender información falsa ni pueda dar lugar a engaño. La generación de una copia enlazada automáticamente se podría incluir como un tipo de publicación dentro de los sistemas de publicación CMS (content management system, sistema de gestión de contenidos), tal vez sólo al alcance de los editores y niveles superiores de la jerarquía del medio. Una vez estandarizado quizá los buscadores podrían adaptar sus sistemas a su presencia, de nuevo con idea de contener la difusión de información errónea, pero sin intentar borrar de la historia los errores cometidos. Tan sólo corregirlos.

Errar es humano, y por eso no hay actividad más humana que corregir lo errado y aprender para procurar no volver a equivocarse en el futuro. Internet es un inmenso depósito de información que durará muchos años, y que seguirá alimentándose y creciendo; si no creamos mecanismos para que los errores puedan ser reconocidos, corregidos y correctamente archivados acabaremos por no saber qué es verdad y qué es mentira. Ojalá que en este recién estrenado 2014 comencemos a trabajar en ello, porque si alguna certeza existe es que todo aquel que escribe tarde o temprano tendrá que corregir. Debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para intentar evitarlo, pero será mejor que aprendamos a corregir con diligencia, transparencia y elegancia. Porque todos erraremos, y todos tendremos que corregir.

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