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Aumenta la preocupación ante un posible repunte de las llegadas en el Mediterráneo por efecto de la guerra en Ucrania

Rania Dagash, directora regional adjunta de UNICEF para África Oriental y Meridional,  en el centro de salud integrado de Dollow, Somalia, el pasado 24 de mayo.

Mariangela Paone

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Cuando el 22 de marzo el presidente ucraniano Volodímir Zelenski habló ante el Parlamento italiano, en uno de los pasajes de su discurso, mientras pedía más sanciones, hizo una mención al papel de Ucrania como exportador mundial de alimentos y a las consecuencias de una guerra que ya afectaba a otros países de la orilla sur del Mediterráneo. “Los precios están aumentando y decenas de millones de personas tendrán necesidad de ayuda ante vuestras costas”, dijo. Zelenski sabía que tocaba un nervio sensible en un país, Italia, donde desde hace años la cuestión de las llegadas de migrantes por las rutas del Mediterráneo central ha sido gestionada siempre en términos de emergencia y usada como tema de disputa electoral. Habían pasado 27 días desde el comienzo de la ofensiva rusa y ya se adivinaban los efectos de la guerra para los países alejados geográficamente pero estrechamente vinculados a Ucrania por la dependencia de las exportaciones ucranianas de trigo y cereales. Más de tres meses después, aquella referencia empieza a resonar con más fuerza.

En la reunión de los ministros de Interior del llamado MED5 -Italia, España, Grecia, Chipre y Malta-, que se celebró el pasado sábado en Venecia, se habló también de los efectos del bloqueo de las exportaciones de granos en el mar Negro sobre la ya incipiente crisis alimentaria global y su reflejo en un posible repunte de las llegadas desde África y Oriente Medio. “Los países que estamos en primera línea, como hemos comentado entre nosotros, esperamos que lleguen este año más de 150.000 migrantes”, dijo el ministro de Interior de Chipre, Nicos Nouris, tras el encuentro. Una cifra mayor a la del año pasado (unas 123.000) pero muy por debajo del número alcanzado en 2015 o 2016.

Su homóloga italiana, Luciana Lamorgese, en una entrevista con la cadena Skytg24 previa a la reunión, comentó: “En Chipre este año ha habido un aumento de llegadas del 286%, en Italia del 30%. Pero claramente si la crisis sigue, si no conseguimos que el grano salga de los puertos de mar Negro, tenemos que esperar un mayor flujo”. España de momento está menos preocupada, informa Gabriela Sánchez. Fuentes del Gobierno explican que “la crisis del trigo sí que puede tener bastante más impacto en países de la zona de Asia y África que afectan más a Grecia y a Italia, aunque es un elemento a tener en cuenta. Pero, de momento, no tenemos la misma preocupación que ellos”.



Lamorgese no quiso hablar de números en una respuesta en la que pareció rebajar el alarmismo de algunas estimaciones publicadas por la prensa italiana y que hablaban de 400.000 migrantes: “No vamos a dar números. También al comienzo de esta guerra se decía que llegaban 100.000 o 200.000, y al final han sido 20.000 hasta ahora. Claramente se ha notado un aumento con respecto al mismo periodo del año pasado. Tenemos que movernos en conjunto en Europa y sobre todo espero que las iniciativas que están promoviendo los líderes europeos y Naciones Unidas para desbloquear las exportaciones de trigo puedan ser una solución”.

A finales de mayo, en una entrevista con Bloomberg en el marco del Foro Económico Mundial de Davos, el vicepresidente de la Comisión Europea, el griego Margaritis Schinas, había ido más allá. Habló de la posibilidad de que la crisis alimentaria genere un aumento de las llegadas hacia Europa que “no va a ser tan manejable, va a ser más desordenado” del movimiento de millones de refugiados salidos de Ucrania por la guerra.

En las últimas semanas, se han intensificado los esfuerzos para crear corredores seguros que permitan la salida al mercado de los 20 millones de toneladas de trigo varados en Ucrania por el bloqueo en el mar Negro, la vía por la que salían antes de la guerra el 90% de los productos agrícolas ucranianos. Y este miércoles el ministro de Exteriores ruso, Sergey Lavrov, se reunirá en Ankara con su homologo turco, Mevlüt Çavuşoğlu, para tratar de negociar una posible solución que pasaría por desminar el puerto de Odesa y garantizar una navegación segura para los barcos.

Según algunas informaciones que circularon en las últimas horas, Turquía y Rusia habrían encontrado un acuerdo sobre el papel de Ankara que ayudaría a Ucrania en las operaciones de desminado y se encargaría de escoltar los barcos. Un plan que Kiev, según fuentes citadas por Bloomberg, ve con escepticismo por el temor a que la disminución de la defensa de la terminal de Odesa pueda abrir la puerta a un ataque ruso contra la estratégica ciudad portuaria.

Un factor más de una crisis más amplia

Mientras las perspectivas de una salida del bloqueo a corto plazo siguen sin estar claras, las alertas que vinculan la prolongación de la guerra en Ucrania con un posible aumento de las llegadas a Europa por las rutas del Mediterráneo no sorprenden a quienes llevan años estudiando el fenómeno y las reacciones de los gobiernos. “Está claro que la crisis del grano se suma a otras crisis endémicas en los países de origen y de tránsito ya afectados por la pandemia, la situación económica y social y, en algunos casos, la situación de crisis democrática. La cuestión es cómo tratamos este elemento. Porque el imaginario de la posible invasión ya lo hemos visto todos los años por estas fechas y hay que desmentirlo”, comenta Sara Prestianni, experta en migraciones y responsable de los programas de la organización para los derechos humanos Euromed Rights. “También si hay un aumento de las llegadas hay que tener en cuenta los factores previos, por ejemplo en países como Egipto, Túnez o Líbano, en los que esta crisis se solapa la crisis económica y la crisis política”, añade.

El Programa mundial de Alimentos y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (WFP y FAO, respectivamente, por sus siglas en inglés) publicaron este lunes un nuevo informe de alerta temprana con previsiones sobre los países donde la situación de seguridad alimentaría es ya grave. Etiopía, Nigeria, Sudán del Sur y Yemen permanecen en “alerta máxima” y a ellos se han añadido Afganistán y Somalia. El informe menciona los efectos de la guerra en Ucrania y del bloqueo de las exportaciones en el mar Negro, pero también incide en que se trata de situaciones que ya venían agravándose desde hace tiempo y que requerían una respuesta ya antes de que esta nueva guerra contribuyera a empeorar la situación.

“Hemos identificado los efectos de la guerra en Ucrania -explica Chiara Pallanch, analista senior del departamento Emergencias del WFP-. Son un factor que agrava la situación sobre todo en países que dependían mucho de las importaciones rusas y ucranianas, pero es un agravante en situaciones que eran ya muy críticas, especialmente si miramos a los países en grave riesgo, donde la inseguridad alimentaria significa ya inanición y riesgo de muerte”. Para Pallanch, “la situación causada por la guerra en Ucrania está interactuando con otros factores que son interconectados. Si miramos a las tendencias globales en dos años el número de personas que se encuentran en situación de grave inseguridad alimentaria se ha duplicado, pasando de 135 millones antes de la pandemia a 276 millones a comienzos de 2022, y pensamos que llegarán hasta los 323 millones, y esto incluye el efecto de la guerra en Ucrania”. Un efecto que, por la escasez de cereales y de fertilizantes (de los que Rusia es el principal productor mundial), afecta a 1.400 millones de personas, según el coordinador de crisis de Naciones Unidas, Amin Awad, quien el pasado viernes se sumó a los llamamientos para desbloquear las exportaciones ucranianas. “Si no se abren esos puertos, se producirán hambruna, inestabilidad y migraciones masivas en todo el mundo”, dijo.

“El problema es qué respuesta damos ante todo esto, si la respuesta sigue siendo de tipo securitario, como está pasando por ejemplo ya con Líbano, desde donde están aumentando las salidas de refugiados hacia Chipre. Y se han devuelto barcos desde Chipre a Líbano o se están desviando hacia Italia”, comenta Prestianni. “Se ha demostrado que es posible acoger en poco tiempo a millones de personas y es allí hacia donde hay que mirar, sin tener una doble vara de medir”, agrega. 

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