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El coronavirus y los conflictos acechan a los migrantes invisibles que luchan por sobrevivir en Yemen

Un trabajador desinfecta las calles de Sanaa, la capital de Yemen, el pasado 30 de abril

Bethan McKernan

The Guardian —

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En un punto de control lleno de balazos de la ciudad de Adén, en el sur del Yemen, los pañuelos amarillos y morados que cubren sus cabezas contrastan con los uniformes de camuflaje de los soldados. Son las ocho de la mañana, y el sol ya arde. En lo que va de mañana, una familia etíope de seis miembros, cuatro mujeres y dos hombres que han cruzado el Mar Rojo, ya ha caminado unos 13 kilómetros. Antes de seguir su travesía, el grupo se detiene para pedir agua a los soldados.

“Antes de subirnos a la embarcación la noche anterior desconocíamos que Yemen está en guerra”, señala uno de los miembros del grupo, Abdul Saleh Tayeb. “Necesitamos dinero. Tenemos que llegar a Arabia Saudí.” Aún tendrán que recorrer unos 1.400 kilómetros en los que predomina el fuego cruzado, los pasos de montaña y un desierto abrasador.

Este es el resumen del encuentro entre esta familia yemení y The Guardian, que se produjo el pasado mes de septiembre. Aunque el periódico intercambió números de teléfono con ellos, el suyo no ha funcionado desde entonces. Como ellos, el año pasado unas 138.000 personas del Cuerno de África hicieron el peligroso viaje a través del Mar Rojo hasta Yemen con la esperanza de llegar a los Estados del Golfo y encontrar un trabajo.

Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), debido a que Europa ha tomado medidas enérgicas para evitar que los migrantes crucen el Mediterráneo desde Turquía y Libia, ahora el viaje a Yemen se ha convertido en la ruta de migración marítima más transitada del mundo. The Guardian pudo hablar con unos jóvenes que se encontraban en la ciudad de Adén, que explicaron que habían pagado 15.000 birr etíopes (unos 400 euros) para poder cruzar el Mar Rojo.

Casi ninguno de los recién llegados de Etiopía y Somalia sabe que en los últimos cinco años Yemen ha sido sacudido por una guerra y que esto les impedirá proseguir la ruta que se habían marcado. Tampoco saben que acechan la tortura y las violaciones a manos de contrabandistas y traficantes. En el actual contexto de pandemia y de recortes de fondos, los organismos de ayuda alertan de que la población migrante e invisibilizada de Yemen se encuentra en una situación de mayor vulnerabilidad.

“Además de los yemeníes desplazados por el conflicto, también estamos tratando de ayudar a los migrantes que no tienen dinero, ni redes de apoyo. No tienen absolutamente nada cuando llegan”, señala Jean Nicholas Beuze, representante de la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) en Yemen.

“A partir de junio tendremos que suspender los pagos en efectivo que ayudan a estas personas a comprar ropa y medicinas, y a partir de agosto nos quedaremos sin el material más básico que damos, como sábanas plásticas”, lamenta.

“Para dar una respuesta se requiere planificación: no estamos hablando del 2021, sino de esta semana. Cada día que pasa esta situación empuja a más personas a la pobreza. Estamos preocupados por el aumento de situaciones alarmantes como el hecho de que los migrantes se vean obligados a prostituirse para sobrevivir y los matrimonios infantiles”, prosigue.

La peor crisis humanitaria del mundo

Según la ONU, Yemen atraviesa la peor crisis humanitaria del mundo. Casi el 80% de los 29 millones de habitantes del país depende de ayuda para sobrevivir. Por otra parte, la coalición liderada por Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos que lucha por restaurar el gobierno de Yemen, y que cuenta con el respaldo de la ONU, ha impuesto un bloqueo en los territorios bajo control de los rebeldes hutíes. Esta medida ha desencadenado una epidemia de cólera y la malnutrición aguda entre los menores. Se estima que, a finales de 2019, la suma de muertos por enfermedad o en los enfrentamientos ascendía a 230.000 personas.

Los gobiernos occidentales, entre ellos el Reino Unido y Estados Unidos, han recibido duras críticas por el papel que han desempeñado, que incluye la venta de armas y el suministro de apoyo técnico a la coalición liderada por los países del Golfo.

Esto no ha impedido que a principios de este año algunos donantes, entre ellos Estados Unidos, hayan recortado la financiación de los programas de las Naciones Unidas en Yemen, alegando que los rebeldes hutíes han intentado hacerse con el control de la gestión y distribución de estos recursos. Hasta la fecha, el Reino Unido ha prometido que a lo largo de este año aportará 18 millones de libras esterlinas para ayudar a Yemen; una suma que, de hecho, es menos del 10% de la cantidad donada el año pasado.

Debido a los recortes y la falta de financiación, el 75% de los programas de las Naciones Unidas se han visto obligados a suspender sus operaciones o a recortarlas. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha reducido a la mitad las entregas de alimentos, y los servicios de salud financiados por las Naciones Unidas han sufrido recortes en 189 de los 369 hospitales del país.

Treinta de los 41 programas de gran envergadura se verán obligados a interrumpir su actividad, incluso si la pandemia de la COVID-19 colapsa lo que queda del debilitado sistema de salud del país. Aunque Yemen solo ha confirmado alrededor de 450 casos de coronavirus, personas que viven a lo largo y ancho del país han muerto tras presentar síntomas característicos de esta enfermedad.

Según las predicciones de la Organización Mundial de la Salud, incluso con una respuesta correcta a la pandemia, al menos 42.000 yemeníes sucumbirán al virus. En el peor de los casos, el 93% de los 30 millones de habitantes del país se contagiaría.

Este martes, y por primera vez, Arabia Saudí acogió una conferencia de donantes de la ONU, pero quedó lejos de su objetivo recaudatorio. Logró 1.300 millones de los 2.400 millones que esperaba Naciones Unidas. Ya antes de que se produjera la conferencia, el personal de organismo de ayuda humanitaria y algunos profesionales de la salud alertaron de que esa ayuda podría llegar tarde porque ya se haya producido un daño irreparable.

“Durante la guerra hemos tenido que lidiar con diversas crisis pero la irrupción del coronavirus nos sitúa en un escenario que no se parece a nada de lo que he visto antes”, indica Ishraq Alsubai, portavoz del comité nacional de Yemen para luchar contra el coronavirus. “En Adén solo tenemos 20 respiradores y de estos, tres están rotos. Odio ser pesimista sobre el futuro del país, pero ni siquiera hemos rascado la superficie de la crisis que se avecina”, concluye.

Traducido por Emma Reverter

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