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Los países ricos “niegan su ayuda” a los refugiados en la peor crisis desde la II Guerra Mundial

Familias desplazadas en República Centroafricana./ Joanne Mariner (Amnistía Internacional).

Laura Olías

Cuando comenzó la guerra en Siria, en 2011, algunas personas arriesgaban la vida para mandar una fotografía al exterior, sorteando el control estatal de las comunicaciones. Un retrato del horror para que “el mundo conociera lo que estaba ocurriendo”. Cuatro años más tarde y con más de 200.000 muertos, la incredulidad de la inacción internacional se ve superada por un miedo: la pérdida de toda esperanza, de que nada cambie. Es el temor de Yada Bader, periodista siria invitada a la presentación del Informe 2014/2015 de Amnistía Internacional en España, en la que la ONG resume como “vergonzosa e ineficaz” la respuesta internacional a los conflictos armados que asolan el mundo.

Yada Bader, periodista cultural y directora del Centro Sirio de Medios de Comunicación y Libertad de Expresión, da voz a los millones de personas que han necesitado ayuda en 2014 y que no han obtenido más que silencio o negativas de los países con capacidad para hacerlo. Aquellos que no amanecen con el ruido de explosiones y cuyos ciudadanos se preocupan por otros derechos legítimos, más allá que “el de la propia vida”, lamenta.

Las cifras recogidas por Amnistía Internacional (AI) durante 2014 dan sentido al inicio de la presentación del informe anual por parte del presidente de la ONG en España, Alfonso Sánchez: “Ha sido un año catastrófico para millones de personas”. En su seguimiento de 160 países, en al menos 18 se cometieron crímenes de guerra; en uno de cada cinco hubo grupos armados que cometieron abusos sobre la población civil; el 82% de los países torturaron a ciudadanos; y más de 3.400 personas murieron en el mar Mediterráneo intentado llegar a Europa.

El informe da cuenta de las vulneraciones de derechos humanos durante el año pasado, con una llamada de atención a “los nuevos rostros de la guerra”. La ONG observa ciertas tendencias en la escalada de violencia mundial que diferencian los conflictos actuales: “El mayor número de estados que cometen crímenes atroces, sin castigo, y quedan en la impunidad mientras la comunidad internacional mira para otro lado. El fortalecimiento de grupos armados que emplean tácticas brutales, como Boko Haram y el Estado Islámico. Pero, también, el regreso de la Guerra Fría a Europa con el caso del conflicto de Ucrania, con más de 5.500 muertes”, apunta Alfonso Sánchez.

“Abominable” respuesta de los países ricos

Esos rostros son los de más de 50 millones de personas desplazadas de sus países en el mundo, la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial y que se ve afectada por la mayor crisis del asilo desde entonces. Su huida, en la gran mayoría de los casos, no ha finalizado al dejar atrás sus países. Según Amnistía Internacional, han sufrido el rechazo de la comunidad internacional que debería prestarle auxilio. “Porque es una obligación del derecho internacional, no un acto altruista”, recuerda Jesús A. Núñez, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

Menos rescates en el año más mortífero

El presidente de AI denuncia que “es abominable ver cómo los países ricos destinan la mayor parte de sus esfuerzos a impedir que los refugiados entren en sus fronteras y no a salvar vidas”. Uno de los últimos ejemplos conocidos, la muertes de 300 personas en el Mediterráneo cuando intentaban alcanzar Italia, según denunció Acnur hace unas semanas. Desde la Amnistía Internacional critican “la política migratoria europea cuyo único objetivo es mantener lejos de Europa al mayor número de refugiados e inmigrantes posible”, indica Esteban Beltrán, director de AI en España.

En resumen: “No sólo no se evitó que se cometieran atrocidades en gran escala. También se negó ayuda directa a los millones de personas que huyeron de la violencia que asolaba sus pueblos y ciudades”, concluye el informe de la organización.

El fondo del Mediterráneo alberga desde 2014 los cuerpos de más de 3.400 personas, “una cifra conservadora”, matiza Esteban Beltrán. Muchos ya huían de la muerte, de los conflictos armados, pero acabaron sus días en la inmensidad del mar al carecer de una vía legal para pedir refugio. Italia suspendió la operación de rescate 'Mare Nostrum', que rescató a 150.000 personas, por su elevado coste y tras la negativa europea de colaboración. La operación europea 'Tritón', “simplemente protege las costas y deja desasistidas a miles de personas”, explica Jesús Núñez. “Se está obligando a la población civil a permanecer en los países de conflictos”.

Amnistía Internacional exige un compromiso internacional en casos de genocidio y de crímenes contra la humanidad. La ONG pide que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad renuncien a su derecho de veto en estas situaciones. En guerras como Siria, esta posibilidad –ejecutada por Rusia y China– ha expulsado a los observadores internacionales, entres otras posibles medidas de intervención. También, AI exige la ratificación de los países que aún no se han adherido al tratado sobre el Comercio de Armas, que entró en vigor este 2014, “el mayor éxito de los últimos años en derechos humanos”.

Menos libertades al amparo de la seguridad

La “seguridad” frente al terrorismo se erige como una excusa para restringir los derechos de la población, aseguran en la organización. En ocasiones, con límites a la privacidad en las comunicaciones, a la libertad de expresión y a la intimidad de las personas. En otras, a través de políticas estatales que convierten en víctimas por segunda vez a civiles que ya sufren los ataques armados de grupos como Boko Haram o Al Shabaab. Es el caso de comunidades en Nigeria que son objeto de homicidios extrajudiciales por parte de las autoridades y de torturas con la excusa de la caza del terrorista.

2014 es también el año en el que Boko Haram secuestró a 200 niñas en Nigeria, un acto que conmocionó al mundo y al que siguieron una larga lista de atrocidades. Las niñas no fueron liberadas.

“Observamos indicios preocupantes de que los dirigentes seguirán reprimiendo con dureza las protestas, introduciendo leyes antiterroristas draconianas y usando técnicas de vigilancia masiva injustificada para responder a las amenazas contra la seguridad. Pero las reacciones impulsivas no funcionan. Por el contrario, crean un entorno de represión en el que puede ganar terreno el extremismo”, advierten en la organización. Según el informe anual, tres de cada cuatro países (119) restringieron la libertad de expresión de manera arbitraria.

Y junto a las víctimas del Mediterráneo y a los conflcitos armados que desangran numerosos países a diario, Amnistía Internacional detalla país por país, los afectados de otras vulneraciones de derechos humanos acaecidas en 2014. Un mapa en el que caben los manifestantes golpeados en la denominada “revolución de los paraguas” de Hong Kong; los 43 estudiantes desaparecidos en México que pusieron rostro a las miles de desapariciones forzosas que quedan impunes en el país norteamericano; la joven Beatriz, que casi pierde la vida por la legislación de El Salvador, que prohíbe el aborto en cualquier caso; y Michael Brown, que murió con 18 años por los disparos de un policía en Estados Unidos y reactivó una lucha contra la discriminación racial en el país.

Amnistía Internacional pide a la Comunidad Internacional que deje de mirar a otro lado, porque su inacción cuesta vidas. “Hemos visto que las Naciones Unidas y la Comunidad Internacional no han hecho absolutamente nada. El abandono de la fe es quizás lo más peligroso y trágico que puede existir para las personas que tienen que agarrarse a algo”, concluye la periodista siria Yada Bader.

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