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Ser refugiado sirio en Dinamarca: “Si hubiera sabido todos los problemas que tendría, no me habría quedado aquí”

Yousef Bakdash hace cinco años que llegó a Dinamarca. Ahora vive en Århus con su mujer y sus dos hijos, pero teme que sea forzado a retornar a Siria, donde cree que su vida podría correr peligro por la guerra y el régimen de Al-Assad.

Òscar Gelis Pons

Copenhague (Dinamarca) —

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Aya Abu-Daher, de 19 años, tenía que graduarse en la escuela secundaria de Nyborg (Dinamarca) a principios de junio. Tenía que ser un día muy especial: lo iba a celebrar luciendo el tradicional sombrero de marinero que llevan los estudiantes y con una gran fiesta con sus compañeros de clase. Sin embargo, sus planes de futuro para la Universidad se han visto completamente frustrados desde el día en que recibió una notificación digital del Ministerio de Inmigración e Integración danés.

En un mensaje de texto corto, el ministerio le comunicaba que su permiso de residencia como refugiada no había sido renovado. Ahora teme tener que regresar a Siria, de donde huyó de la guerra con su familia en 2015.

“Me sentí muy mal y muy extranjera”, ha dicho Aya. “En Dinamarca he intentado integrarme con todas mis fuerzas, pero sentí que me acababan de quitar de golpe todo lo que había conseguido en cinco años”. El director de su centro escolar, Henrik Vestegaard, compartió en Facebook la indignación y la tristeza de los profesores y compañeros de clase de Aya. En pocas horas, el caso fue recogido por todos los medios de comunicación y se sacó en debate parlamentario. 

Con la decisión de las autoridades danesas, la familia de Aya también corre el riesgo de verse separada, ya que sus hermanos no han recibido el mismo mensaje. “No me queda nada en Siria, no tengo casa, ni amigos ni familia”, explicaba en una entrevista en la televisión pública. Pero para ella, lo peor de la decisión no es que en el futuro no podrá estudiar en la Universidad o vivir cerca de su familia, sino que está convencida de que su vida corre peligro si vuelve a Damasco. “No quiero volver a la muerte, ¿por qué me quieren hacer volver en un país en guerra y peligroso?”, se preguntaba.

94 permisos de residencia revocados

Dinamarca se ha convertido en el primer país europeo en considerar Damasco, bajo control total de Bashar Al Asad, y sus alrededores como una zona libre de combates y de bombardeos, y, por lo tanto, un “lugar seguro” para el retorno de los refugiados. Desde el pasado verano el servicio de inmigración danés ha revisado 461 peticiones de asilo de los 35.000 refugiados sirios que acoge el país, y de momento ha revocado el permiso de residencia a 94 personas.

La decisión, que ha desatado una lluvia de críticas, se ha tomado cuando se han cumplido 10 años del inicio de la guerra en Siria y en el país continúan cometiéndose violaciones de derechos humanos, con una crisis humanitaria que no da señales de mejora. “No vemos que la situación sea más segura para que los refugiados puedan volver”, explica Lisa Blinkenberg, consultora de Amnistía Internacional en Dinamarca. “Aún vemos claras violaciones de los derechos humanos, detenciones arbitrarias, torturas, y desapariciones forzosas”.

Eva Singer, directora del departamento de asilo del Danish Refugee Council, explica que de momento es improbable que los refugiados sirios sean devueltos de forma forzosa. “Dinamarca no reconoce al régimen de Asad como un gobierno legítimo, y por lo tanto no hay interlocuciones entre los dos países”.

Sin embargo, Singer apunta que los refugiados sin un permiso de residencia “se verán forzados a vivir” en centros de deportación como los que ya existen en Sjælsmark o Kærshovedgård, “situados en medio de la nada, donde su libertad no está restringida, pero si vigilada, y donde no tendrán acceso a la educación ni permiso de trabajo, solo podrán quedarse allí a esperar”. 

Vivir en la incertidumbre

Cada mañana, Osama Zaza, de 52 años, enciende el televisor y ve las noticias en alguno de los canales de la oposición siria, como Halab Today. “Espero la noticia de que Asad se marche y el régimen desaparezca”, dice.

Vive desde hace seis años con su mujer en Vejle, un pueblo portuario en la península de Jutlandia. “Hui de Damasco después de ser detenido e interrogado, ya no aguantaba más en Siria”. Osama llegó a Dinamarca desde Grecia en otoño de 2014. “Me quedé aquí porque me dijeron que la reunificación familiar sería mucho más rápida, pero, si hubiera sabido todos los problemas que tendría después, habría continuado hasta Suecia”. 

Su permiso de residencia como refugiado ha caducado hace un año y medio, y de momento no ha sido renovado. “El servicio de inmigración me ha entrevistado dos veces y me dicen que la situación en Siria es segura, que los servicios públicos funcionan y que no hay peligro, y yo les respondo: '¿Estáis seguros de que estáis hablando de Siria?”.

Desde que llegó a Dinamarca, Osama ha estudiado el idioma, ha trabajado en una panadería y en la empresa de ferrocarriles estatales DSB, ha conducido un taxi y ha hecho cursos de formación para conducir vehículos especiales. Pero sin el permiso de residencia renovado, le está costando mucho encontrar un trabajo fijo. “¿Quién me va a dar trabajo si puede que mañana me envíen a Siria o a vivir en un centro de deportación?”. 

Durante la entrevista con elDiario.es, Osama enseña en su móvil un vídeo grabado por su hermana en su antiguo barrio en las afueras de Damasco. En la pantalla se ve cómo, en medio de los escombros y las ruinas de su casa derrumbada, sobresale una pequeña rama de vid de lo que antes era el jardín. “He enseñado el vídeo a los funcionarios, ¿cómo pueden esperar que quiera volver a casa?”. 

Yousef Bakdash, de 34 años, también hizo el viaje hacia el norte de Europa con su hermano. Los dos se separaron en el puente del Øresund que comunica Copenhague con la ciudad sueca de Malmö. Desde que llegó a Dinamarca hace cinco años, maldice el momento en que la policía danesa le paró a él. “Vieron que no podía andar bien por culpa de una herida y pensaron que era un refugiado”.

Yousef lleva en la pierna una prótesis electrónica a raíz de un ataque contra su coche en Alepo en el que murió su hermano mayor. Ahora intenta rehacer su vida en Århus junto a su mujer y sus dos hijos de cuatro y dos años que empiezan a hablar danés en la guardería.

Pero Yousef cuenta que no puede estar tranquilo porque teme que también le revoquen su permiso de residencia. “Los funcionarios de inmigración no creen que mi vida pueda correr peligro en Siria. Voy al psicólogo porque no puedo dormir por las noches, y en el trabajo mi jefe me dice: 'Tu cuerpo está aquí, pero tu mente está en otro sitio”, dice. 

Una larga lista de medidas antinmigración

Dinamarca, el mismo país que un día fue abierto, tolerante y con un estado del bienestar acogedor, ha aprobado en los últimos años algunas de las políticas más duras y restrictivas de la Unión Europea contra la llegada de refugiados.

“Nos tenemos que asegurar que no llegue demasiada gente a nuestro país, está en peligro la cohesión social”, dijo en enero la primera ministra socialdemócrata Mette Frederiksen, quien declaró que el objetivo “es tener cero demandantes de asilo en el futuro”.

El Gobierno propuso buscar aliados en países del norte de África o en Oriente Medio para crear centros de asilo para refugiados fuera de la UE, un plan que sustituye la idea del anterior Ejecutivo de aislar a inmigrantes y refugiados en una isla del mar Báltico. 

Desde el 2015 las peticiones de asilo en el país han caído en picado hasta las escasas 756 que se registraron en 2020. “Tenemos los recursos suficientes para acoger a 10.000 demandantes de asilo cada año”, dice Michala Bendixen, presidenta de Refugees Welcome- “Sin embargo el Gobierno ha optado por no integrar a los refugiados y devolverlos al cabo de poco tiempo de llegar en el país”. 

La llamada “crisis de los refugiados” en Europa en 2015 coincidió con la entrada del anterior gobierno liberal, apoyado desde fuera por el partido de extrema derecha Dansk Folkeparti. “La ultraderecha utilizó la estrategia de aprobar políticas restrictivas contra la llegada de extranjeros como moneda de cambio para dar su apoyo en otras leyes como los presupuestos”, dice Bendixen.

Según explica, la batalla política entre los socialdemócratas, que ganaron las últimas elecciones en 2019 y el Danks Folkeparti ha provocado que la mano dura contra los refugiados se haya convertido en la corriente principal en todo el arco parlamentario. “Paso a paso, la ultraderecha ha arrastrado a los demás partidos en temas como los refugiados y ahora hemos llegado demasiado lejos”.

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