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Elecciones difíciles: el equilibrio entre vacunación infantil y los preparativos para la COVID-19

MSF realiza pruebas de detección de desnutrición como parte de su respuesta de emergencia en la zona de salud de Boso Manzi.

Barbara Saitta

Médicos Sin Fronteras —

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“Dalla padella alla brace” –de la sartén y a la brasa– es la frase hecha que usamos en italiano para decir de mal en peor.

A medida que nos enfrentamos la actual pandemia de COVID-19, nuestros pensamientos se vuelcan hacia la salud de nuestras familias y nuestras propias dificultades. A medida que pasan las semanas, vemos cómo lo normal y lo cotidiano se transforman en algo que antes impensable, mientras intentamos comprender y procesar cómo una pandemia impacta a nuestro trabajo diario.

Como enfermera que ha trabajado en hospitales tanto en Europa como en países de ingresos medios y bajos, como República Democrática de Congo, Sudán del Sur, Irak o Bangladesh, me horroriza lo que sucede en los centros de salud que se ven desbordados por la llegada de personas enfermas de COVID-19.

Como trabajadora de Médicos Sin Fronteras, especializada en inmunización en países en desarrollo, me horroriza lo que no está sucediendo en estos mismos centros de salud.

En muchas partes del mundo, los padres ya tienen dificultades para que sus hijos tengan acceso a vacunas esenciales que les protejan contra enfermedades mortales como el sarampión, la tos ferina o las enfermedades diarreicas que se cobran cientos de miles de vidas cada año. Debido a un resurgimiento global, ha habido brotes continuos de sarampión en países como República Democrática de Congo y Nigeria. En 2018, el sarampión causó más de 140.000 muertes, en su mayoría niños menores de 5 años.

El sarampión puede prevenirse con la vacunación, al igual que muchas otras enfermedades, y con suerte, algún día, la COVID-19 también se podrá, pero para esto es necesario que niños tengan la oportunidad de vacunarse. Y ahora mismo la crisis de COVID-19 está complicando la situación, poniendo los programas de inmunización infantil en todo el mundo en grave riesgo de ser suspendidos o detenidos. Las repercusiones en las vidas de los más pequeños podrían ser devastadoras.

A fines de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó una guía para ayudar a los países a proteger los críticos servicios de inmunización durante la pandemia de COVID-19 “para que no se pierda terreno en la lucha contra las enfermedades prevenibles por vacunación”. El mensaje principal de la nueva guía es que “los países deben tomar las medidas que puedan para mantener los programas de inmunización y evitar la pérdida innecesaria de vidas”.

Las recomendaciones resaltan la importancia de poner en marcha las medidas de protección adecuadas para evitar la transmisión de este coronavirus, pero también enfatizan que, si se interrumpen las inmunizaciones, podría aumentar aún más la carga en los sistemas de salud. Al reducir la propagación de la enfermedad, las vacunaciones preventivas no solo reducirán la necesidad de consultas médicas en los centros de salud, ya de por sí sobrecargados con pacientes con COVID-19, sino que también evitarán la aparición de nuevas epidemias, que son difíciles de manejar en contextos con recursos sanitarios limitados.

En los programas médicos de MSF ya hemos vivido este tipo de situaciones. Durante emergencias humanitarias o desastres naturales, la interrupción de los servicios de inmunización, incluso por breves períodos de tiempo, puede conducir al aumento de niños no vacunados y una mayor probabilidad de brotes de enfermedades como el sarampión o la meningitis. Estos brotes pueden provocar un aumento de la enfermedad o la muerte, sobre todo en bebés y otros grupos vulnerables. Hoy podemos prever una “doble carga” en los sistemas de salud: la pandemia de COVID-19 y los brotes de enfermedades prevenibles por vacunación.

Pronósticos alarmantes si se suspenden las campañas

La semana pasada, mis colegas de MSF y yo tuvimos una discusión sobre cómo la respuesta a la COVID-19 en los países donde trabajamos podía tener efectos preocupantes en la salud de los niños, debido a la suspensión de campañas masivas de vacunación, la interrupción de los programas de nutrición infantil y la conversión de las unidades de maternidad en unidad de COVID-19.

Otras organizaciones ya han hecho algunos pronósticos alarmantes. La Iniciativa Sarampión y Rubéola –que incluye la Cruz Roja Americana, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC), UNICEF y la OMS–, declaró que más de 117 millones de niños corren el riesgo de no vacunarse contra el sarampión  en 37 países. Dicen que las campañas de inmunización contra el sarampión ya se han retrasado en 24 países, y las campañas planificadas en 2020 pueden no implementarse en otros 13 países.

Un reciente estudio de modelización trató de calcular el impacto beneficioso para la salud de mantener la vacunación infantil de rutina en una región como África. Se analizó un período de seis meses en 2020 y se estimó que continuar con las actividades de inmunización podría llegar a prevenir 715.000 muertes infantiles desde el momento de la vacunación hasta los 5 años de edad. El sarampión y la tos ferina representaban aproximadamente un tercio de las muertes prevenibles por vacunación en estas estimaciones.

Las vacunas salvan vidas. Y no lo digo porque sean los resultados de un estudio de modelización, sino porque lo he visto una y otra vez en los 11 años que he estado trabajando en el terreno. 

Por supuesto, todos los países deben poner en marcha medidas preventivas y acciones para proteger a su población y trabajadores de salud de la COVID-19. Es crucial. Sin embargo, al mismo tiempo, las enfermedades que pueden prevenirse mediante vacunación pueden ser igual de mortales y deben seguirse abordándose con firmeza: los niños no deberían tener que perder esa protección. Estas no son decisiones fáciles de tomar, pero si bien mantener los servicios de inmunización tanto como sea posible en este momento puede parecer una carga adicional, la situación será aún peor si los países tienen que lidiar con la COVID-19 y uno o más brotes de otra enfermedad, ya sea sarampión, meningitis, cólera o muchas otras.

Frente a la COVID-19, que nos afecta a todos, no debemos frenar los esfuerzos continuos para garantizar que las vacunas que salvan vidas lleguen a todos los miembros más jóvenes y vulnerables de nuestras familias y comunidades.

Barbara Saitta es referente de Vacunación de la Campaña de Acceso de Médicos Sin Fronteras (MSF).

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