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Miles de desplazados internos de Filipinas, hacinados en un polideportivo desde hace un año

Campo de desplazados del polideportivo Joaquín F. Enríquez en Zamboanga (Filipinas). © Carlos Sardiña Galache.

Carlos Sardiña

Zamboanga (Filipinas) —

La pequeña Aleya, una niña musulmana de algo menos de dos años de edad, murió el pasado mes de enero en el campo para desplazados internos del polideportivo Joaquín F. Enríquez, en la ciudad filipina de Zamboanga. Su madre Anisa Abuhajim, una humilde lavandera de 39 años del barangay (distrito) de Bampang, cuenta al borde de las lágrimas que la niña contrajo unas fiebres que acabarían matándola una semana después, a pesar de haberle dado los antibióticos y el paracetamol que le habían recetado en el centro médico.

Las condiciones en este y otros campos son tan precarias que ya han muerto 186 personas, según las cifras oficiales, desde que se abrieron el año pasado en esta ciudad de unos 900.000 habitantes situada en el extremo occidental de la conflictiva región de Mindanao, en el sur de Filipinas. El campo acogió al principio a unos 80.000 de los 130.000 desplazados por una batalla en septiembre del año pasado entre el ejército filipino y una facción del Frente Moro de Liberación Nacional (FMLN) que se prolongó durante tres semanas y se saldó con 218 muertos, incluyendo doce civiles, y más de diez mil casas destruidas.

Ahora mismo permanecen allí unas 14.000 personas hacinadas en precarias chabolas de madera y techos de chapa. En el caso de la familia de Anisa Abuhajim, 17 personas comparten un pequeño espacio de unos 25 metros cuadrados. Los que tienen un poco de suerte viven en las gradas del estadio, donde están resguardados de los elementos y la superficie en la que han de dormir no se convierte en un barrizal cuando llueve.

Y si el campo parece superpoblado ahora, cuesta imaginar cuáles debían ser las condiciones hace unos meses, cuando vivían allí casi cinco veces más personas, la mayoría de las cuales han sido enviadas a “campos transitorios” en espera de volver a sus casas o ser trasladados a residencias permanentes en otros lugares. En cualquier caso, el futuro de muchos de los desplazados internos es sumamente incierto.

Un ataque por sorpresa

“Nunca imaginamos que se pudiera producir un ataque así en Zamboanga, ésta es una de las ciudades más seguras de Mindanao,” comentaba a eldiario.es el Padre Ángel Calvo, un misionero claretiano de Valladolid con más de cuarenta años de experiencia en Mindanao, donde lleva desde 1972 trabajando en proyectos para atender a los estratos más pobres de la población y lanzando diversas iniciativas de diálogo interreligioso entre musulmanes y católicos.

De hecho, el ataque pilló por sorpresa al ejército filipino tanto como al misionero vallisoletano. El ataque fue lanzado por la facción del FMLN liderada por su fundador y antiguo líder, el carismático Nur Misuari. Unos quinientos hombres armados llegaron a Zamboanga con la intención de ondear la bandera de la República de Bangsamoro en el ayuntamiento, pero la policía y el ejército se lo impidieron y la crisis pronto desembocó en una guerra de guerrillas urbana en las calles de la ciudad.

Se cree que la motivación principal de Misuari, que se encuentra huido, para lanzar el ataque era hacer descarrilar las negociaciones de paz entre el Gobierno filipino y el Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI), organización escindida del FMLN.

“Misuari tiene numerosos seguidores, pero no le siguen porque compartan sus ideas, sino porque creen que es un gran líder. Es gente sin educación, combatientes que se limitan a seguir a su líder,” nos dijo Al-Hussein Caluang, mariscal de Campo del FMLN que conoce bien a Misuari desde hace años.

Descendiente de los sultanes que solían gobernar la isla de Sulu hasta la llegada de los estadounidenses a finales del siglo XIX, a sus 68 años Caluang es un veterano de la guerra entre el FMLN y el ejército filipino en los años setenta al que la comunidad musulmana trata con un respeto casi reverencial. Después de que dejara una reunión con este periodista y un par de activistas musulmanes, estos me comentan con admiración que Caluang nunca fue herido en combate, pese a que nunca trataba de protegerse, porque es “inmune a las balas”.

Pese a su pasado guerrero y a su amistad con Misuari, ahora Caluang, al igual que muchos otros líderes de un FMLN plagado de facciones enfrentadas, apoya el proceso de paz y no está de acuerdo con el fundador de su organización ni con el ataque del año pasado. “Estamos tratando de hacerle entrar en razón, pero a veces no está de acuerdo con nuestras ideas,” explica. Pero añade: “No podemos expulsar a Misuari del FMLN porque le sigue mucha gente, sobre todo en Sulu y en la región de Zamboanga del Norte. Ahora mismo estoy tratando de hablar con ellos.”

El enquistado conflicto de Mindanao

El conflicto de Mindanao, una región de mayoría musulmana en el sur de Filipinas, comenzó con la fundación del grupo armado FMLN en 1969 y se recrudeció a lo largo de la siguiente década, en la cundieron los abusos cometidos por el ejército filipino desde que el dictador Ferdinand Marcos declarara la ley marcial en todo el país en 1972.

Sin embargo, los antecedentes del conflicto se remontan a bastantes años antes. El padre Ángel Calvo, buen conocedor de la zona y de su historia, lo resume de la siguiente manera: “La raíz del problema de Mindanao es la tierra. Los españoles nunca fueron capaces de someter a los musulmanes y no estaban demasiado interesados en hacerlo, así que los sultanatos continuaron con ellos.”

“Pero –continúa el misionero–, los estadounidenses abrieron Mindanao como una tierra de promisión a trabajadores de Luzón y Visayas [la regiones del norte de Filipinas] a partir de 1917. La misión que el Congreso estadounidense aprobó consistía en ‘civilizar’ Mindanao. De hecho, dividieron a la población en tres categorías: los ‘civilizados’ (es decir, los cristianos), los ‘mahometanos’ y los ‘incivilizados’ (los pueblos indígenas). Eso es lo que generó el resentimiento de los musulmanes. Desde entonces hasta los sesenta, los musulmanes, que habían sido los principales habitantes de Mindanao bajo los tres sultanados, vieron como tomaban su tierra.”

Diversos acuerdos de paz entre el Gobierno y el FMLN no han conseguido llevar la paz a la región tras décadas de un conflicto que se ha cobrado al menos 160.000 víctimas. El primero, el llamado Acuerdo de Paz de Trípoli, se firmó en 1976 en Libia. El acuerdo, en el que había actuado como mediador Muammar Gadaffi (cuyo Gobierno apoyó al FMLN y después al FMLI durante años), no tardó en desmoronarse. Tras diversas tentativas, en 1996, el FMNL firmó el acuerdo definitivo en 1996, por el cual Mindanao logró un cierto grado de autonomía y Nur Misuari logró ser el gobernador de la región.

Sin embargo, la gestión de Misuari decepcionó a muchos de los ciudadanos de Mindanao y el FMLN se vio sumamente debilitado por el faccionalismo interno. Además, aún quedaba alcanzar un acuerdo con el FMLI, que en los últimos años ha conseguido eclipsar a la organización de la que se había escindido y se ha convertido en el principal enemigo del Gobierno filipino en la zona y ahora en su interlocutor durante las últimas rondas de negociaciones.

Aunque en los últimos años se han producido enfrentamientos esporádicos tanto entre el FMLI y el Gobierno como, en ocasiones, entre el FMLI y facciones del FMLN, hay cierta esperanza de que se llegue a la paz con un referéndum en 2016, en virtud del cual cada barangay con al menos un 10 por ciento de población musulmana podrá elegir si se une a la Región Autónoma de Bangsamoro (la tierra de los moros, el nombre que reciben y utilizan los musulmanes de Mindanao desde que los españoles decidieran denominarlos así).

Zamboanga: ¿La ciudad latina de Asia?

Zamboanga, en el extremo occidental de la isla de Mindanao, es la última ciudad que la administración colonial española dejó cuando se fue de Filipinas, expulsada por los estadounidenses. Ciudad que albergaba antiguamente un destacamento militar español, es uno de los pocos lugares de Filipinas en el que se habla un dialecto del castellano: el chabacano. La huella española es aún visible en la ciudad, desde el idioma hasta el trazado urbano (la plaza del ayuntamiento como centro de la ciudad), las iglesias y murallas erigidas por los conquistadores o los nombres de los barrios (Santa Catalina, Santa Bárbara, Tetuan…).

No es de extrañar, pues, que el anterior alcalde, Celso Lobregat, decidiera hace algunos años emplear la marca de la “ciudad latina de Asia” para describir Zamboanga. Pero, según explica el Padre Ángel Calvo, la realidad es mucho más compleja: “Eso de la ‘ciudad latina de Asia’ es un mito que pertenece al pasado. Ya no queda nada latino en Zamboanga. Ésta es una comunidad pluricultural que alberga a ocho o nueve grupos etnolingüísticos. El Gobierno local no se da cuenta de esto, quieren volver a los años cincuenta, cuando Zamboanga era un pequeño lugar con una mayoría de chabacanos que hacían negocios con las compañías madereras, se casaban con mujeres locales y adoptaban nombres españoles. Los dirigentes tienen una mentalidad de auto-protección y exclusivismo”

“Zamboanga ha sido el típico asentamiento urbano que ha ido absorbiendo toda la población de los alrededores, debido a la inseguridad y la pobreza. Los musulmanes son un 35 por ciento de la población, pero aun así hay aquí más musulmanes que en toda la provincia de Basilan [una isla a pocos kilómetros de Zamboanga con mayoría musulmana]. Es una población muy mezclada desde los años setenta,” añade el misionero.

Quizá sea esa “mentalidad de auto-protección y exclusivismo” una parte de la explicación de las fricciones entre las autoridades locales y las organizaciones musulmanas. Arasid Daranda, director de información y comunicaciones del FMLI en Zamboanga, se quejaba a eldiario.es de que “el Gobierno local de Zamboanga está haciendo todo lo que puede para que Zamboanga no entre a formar parte de la República de Bangsamoro.”

Según Darasid Daranda, el FMLI no ha podido abrir una oficina en la ciudad, como ha hecho en las demás poblaciones de Mindanao, debido a la oposición del ayuntamiento: “Ellos mantienen informados a los zamboangueños sobre el referéndum, la ley bangsmoro o las conversaciones de paz, pero no nos permiten hacer lo mismo con los musulmanes e incluso están comprando sus votos.” En cualquier caso, pese a que el FMLI tiene derecho legal a abrir una oficina en Zamboanga, Daranda ha recibido instrucciones de no hacerlo para, según él, “tratar de evitar conflictos” con las autoridades locales.

El incierto futuro de los desplazados

De vuelta en el campo del polideportivo, muchos desplazados expresan su frustración por no poder volver a sus casas y no saber con certidumbre qué les depara el futuro. Tras los enfrentamientos del año pasado, las autoridades decretaron que no se podía construir en algunas de las zonas arrasadas, especialmente algunas que se hallaban cerca de la costa, en las que se hallaban las casas de muchos de los desplazados. El problema afecta particularmente a los bajau, una etnia musulmana de pescadores conocidos como los “gitanos del mar” que vivían en casas de madera construidas directamente sobre el mar. De esas casas solo quedan pilares carbonizados emergiendo en el mar, frente a la costa.

Uno de los afectados por la decisión de no permitir construir en ciertas áreas es Gaman Hassan, un conocido activista local de 38 años que vive en una casa alquilada desde que la suya resultara destruida el año pasado. Hassan ha organizado varias manifestaciones para pedir que los desplazados puedan volver a sus lugares de origen y cree que hay una motivación oculta detrás de la decisión de no permitir volver a sus lugares de origen a los desplazados, en su inmensa mayoría musulmanes: “Creemos que quieren desmantelar las zonas musulmanas en los distritos uno y dos. Puesto que la Ley Básica de Bangsamoro dice que cada barangay puede votar para unirse a la Región Autónoma Bagsamoro, tienen que desmantelarlas. Creo que quieren expulsar a las comunidades de allí. En el barangay de Mariki, muchas casas ardieron cuando los combates ya habían terminado e incluso en lugares en los que no hubo combates.”

La alcaldesa de Zamboanga, María Isabel Climaco Salazar, niega tajantemente ese tipo de acusaciones y asegura a eldiario.es que todo está previsto y la principal consideración es la seguridad de los habitantes de las zonas afectadas. “Hay zonas que hemos denominado de no-construcción o no-retorno. Son lugares geo-peligrosos, en los que, entre los años 2007 y 2013 hubo grandes tormentas y no podemos devolver allí a la gente para que se queden, no podemos devolverles a zonas peligrosas,” explica la alcaldesa en una mezcla entre inglés, español y chabacano.

La alcaldesa asegura que el plan de enviar a los desplazados a diferentes lugares que los de su origen es una medida temporal porque “no tenemos casas en este momento. El plan del presidente Aquino es reconstruir de una forma mejorada. Antes esos eran lugares en los que había tráfico de drogas y no había una sanitación apropiada. Como alcaldesa de la ciudad, esta es nuestra oportunidad de levantar orden en las casas.”

En cualquier caso, la seguridad ha sido un factor a tener en cuenta a la hora de decidir el dónde y el cómo del destino de los desplazados. El almirante Reynaldo Yoma, jefe de la Marina en la región de Mindanao Occidental, reconoció durante una entrevista a eldiario.es: “fuimos consultados por la oficina del ayuntamiento sobre este tema. Estamos tratando de establecer una presencia en esas zonas, construyendo nuestras instalaciones allí. La península de Zamboanga es sumamente porosa, debería haber cierto control por nuestra parte, de tal modo que cualquiera no pueda desembarcar y descargar en esas zonas.”

No en vano, durante el ataque del año pasado muchos miembros del FMLN desembarcaron en algunos de esos barrios. Además, las fuerzas a las órdenes del almirante Yoma se enfrentan a un enemigo más despiadado: el grupo Abu Sayaf. Famoso en la zona tanto por sus secuestros a ciudadanos extranjeros y filipinos como por sus decapitaciones, Abu Sayaf opera fundamentalmente en el archipiélago de Sulu y en Basilan, zonas cercanas a Zamboanga en las que la presencia del Estado filipino es más bien débil.

Abu Sayaf ha jurado lealtad al califa del ISIS y está clasificado como una organización terrorista por numerosos gobiernos y supone otro elemento desestabilizador más en el complejo y explosivo cóctel que conforma el enquistado conflicto de Mindanao, pese a que muchos lo consideran como una mera organización criminal. “No son más que una panda de drogadictos,” afirma con desdén Al-Hussein Caluang, el histórico comandante militar del FMLN.

En este tenso contexto, el futuro de los desplazados internos de Zamboanga sigue estando poco claro y está alimentando cierto resentimiento hacia las autoridades locales. El Padre Ángel Calvo se muestra sumamente crítico con la estrategia del Gobierno y las autoridades locales: “El objetivo es limpiar algunas zonas, al menos esta una oportunidad para hacerlo. No sé qué pretenden hacer después y no creo que ni siquiera tengan un plan. Pero están empleando esta crisis como una oportunidad para limpiar esas zonas.”

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