La malaria se 'reinventa' y ataca con fuerza en Colombia
En el mes de abril, durante una respuesta de emergencia para atender a desplazados en el departamento de Chocó, en el noroeste de Colombia, nuestro equipo detectó un inusual aumento de casos de malaria. Y sin embargo, no fue eso lo que más nos sorprendió: históricamente en Colombia, como en el resto de América Latina, el tipo de malaria que vemos de manera más habitual es la causada por el parásito vivax. Este año también había muchos casos de falciparum, la variante que provoca la forma más grave de la enfermedad.
Pero antes de analizar este hecho con más detalle, conviene recordar algunas cosas para comprender mejor su contexto: en Colombia la malaria es endémica. Se calcula que un 85% del territorio del país tiene las condiciones climáticas necesarias para que el mosquito anófeles –el vector que transmite la enfermedad– viva y se reproduzca.
Además, un 60% de la población colombiana vive en zonas de riesgo, como es el caso del Chocó, que está situado en uno de los tres grandes focos que hay en el país: la costa del Pacífico. Por si fuera poco, cada cinco o seis años hay un brote atribuido al fenómeno de El Niño, que altera el patrón de lluvias disparando la reproducción de mosquitos. El último brote fue en 2010 y por aquel entonces se registraron más de 117.000 casos: 71% de vivax y 28% de falciparum.
Vayamos ahora a lo ocurrido este año: en los primeros seis meses de 2016, se han registrado en Colombia más de 50.500 casos de malaria, superando en tan sólo medio año el número de casos totales registrados en 2015 y en 2014. El 98% de ellos han sido casos simples: 60% de falciparum, 35% de vivax y 3% de coinfección.
De momento, se desconoce la causa de este cambio de patrón, pero si está pasando en Colombia, es posible que también esté pasando o acabe por pasar en otros países de la región, como Venezuela o Brasil.
Distintos tratamientos para cada malaria
Tanto la malaria por falciparum como la vivax pueden provocar la muerte, aunque de manera muy distinta. Sin tratamiento, el parásito vivax puede quedarse asentado en el hígado y provocar fallos agudos renales, hepáticos y pulmonares con consecuencias mortales.
La malaria por falciparum causa la forma más letal de la enfermedad, la malaria cerebral, así que tiene mucha más mortalidad asociada, principalmente en los grupos más vulnerables, como son niños, ancianos o mujeres embarazadas.
Aunque el tratamiento de estas dos formas de la enfermedad es totalmente diferente, ya que se trata de distintas moléculas, ambos son altamente eficaces si reciben a tiempo.
En algunas ocasiones, también se dan casos de personas infectadas con las dos malarias (en Colombia, el 3% de los casos vistos este año, como decíamos antes). La mayoría de estos enfermos tienen que ser ingresados y recibir tratamiento para ambas, así que la recuperación suele ser más lenta y a veces pueden llegar a surgir complicaciones.
El cambio en el patrón de la malaria de este año sorprendió también al Ministerio de Salud colombiano, que no tenía suficientes tratamientos para la malaria falciparum y no tenía opción de conseguirlos hasta al cabo de más de tres meses, siguiendo el mecanismo establecido por el Fondo Mundial para la Lucha contra la Malaria, el Sida y la Tuberculosis.
Por esta razón, MSF les donó a finales de mayo 20.000 tratamientos para los casos simples y 400 para complicados, los cuales fueron distribuidos por los trabajadores sanitarios locales en las zonas más afectadas. Nuestros equipos también distribuyeron mosquiteras en ciertas zonas de Chocó para tratar de reducir en lo posible el número de nuevas infecciones.
Ahora mismo el pico de malaria ya se da por acabado y volvemos a tener el número de casos habituales en las zonas endémicas. Pero si esta tendencia se confirma, el Ministerio de Salud tendrá que adaptar su plan y su presupuesto a esta nueva realidad en el país.
En caso contrario existe el riesgo de que aumenten los casos complicados y la mortalidad, algo que de momento aún no se ha registrado.
¿La lucha contra el Zika provoca el olvido de la malaria?
Colombia cuenta con un buen sistema de vigilancia epidemiológica. Los casos de malaria se recopilan cada semana y se publican. También dentro de su programa nacional de lucha contra la malaria cuenta con los “malarios”, personal formado para trabajar en el control vectorial –con fumigación, evitando la formación de criaderos, etc.–, que son muy bien percibidos por la comunidad.
Sin embargo, hay zonas de muy difícil acceso. Chocó por ejemplo es un área de grandes ríos, sin carreteras, donde el transporte es muy caro, y es muy complicado llegar a los poblaciones que viven alejadas de las vías fluviales.
Es una zona muy desatendida, donde muchos puestos de salud están vacíos por falta de personal y donde las poblaciones han sufrido tradicionalmente los efectos del conflicto y de la violencia por parte de los diferentes actores armados.
Aun con estas dificultades, en Colombia, como en muchos otros países de América Latina, el número de casos de malaria se había conseguido controlar hasta hace apenas tres años, en línea con los Objetivos de Desarrollo del Milenio para la región, que marcaron en el año 2000 la necesidad de “detener y/o comenzar a reducir en 2015 la incidencia de la malaria y otras enfermedades graves”. Sin embargo, desde 2013, el número de casos ha vuelto a aumentar en el país.
La aparición del Chikunguña y el Zika y el esfuerzo que se ha llevado a cabo para luchar contra el mosquito aedes, el vector que transmite estas enfermedades y también el dengue y la fiebre amarilla, puede haber contribuido al descuido del control vectorial del anófeles, algo que resulta imprescindible para controlar los casos de malaria.
En los próximos años, nos toca seguir de cerca la evolución de este tema en Colombia y en la región para asegurarnos que no retrocedemos en la lucha contra la malaria, que somos capaces de adaptarnos a las nuevas realidades y que estas no se traducen en enfermedades y muertes evitables.