Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Ser mujer en Irán

Mujeres y hombres en el bazar de Kermán. / Enric Lloveras

Enric Lloveras

Las mujeres iraníes pueden conducir automóviles, montar negocios y vivir una vida casi normal en el recinto de una casa cerrada. En la vida pública, la separación de sexos es evidente. Aunque comienzan a saltar chispas del cambio: el velo es obligatorio en la calle, pero la mayoría desafía la norma y muestra parte de su cabello. Tampoco está bien visto el maquillaje, y sus labios destacan cargados de carmín. En este contexto, las prendas de ropa ajustadas se han convertido en símbolo revolucionario para la segregada mujer iraní.

Uno de los datos chocantes del actual Irán, con 80 millones de habitantes, es que cuenta con tres millones de estudiantes universitarios, de los cuales un 62% son mujeres. Irán fue uno de los primeros países en el Medio Oriente que permitió que las mujeres estudiaran en la universidad y, desde la Revolución Islámica en 1979, ha alentado a las mujeres a matricularse en la educación superior. Pero una de las últimas medidas del Gobierno anterior fue restringir su acceso a 80 carreras que se imparten en 30 universidades distintas. La lista de carreras “limitadas” al sexo femenino va desde ingenierías a Física Nuclear e Informática, pasando por Literatura Inglesa, Arqueología y Negocios.

La premio nobel Shrin Ebadi alegó en la BBC que “el Gobierno quería restringir el acceso a las mujeres a la universidad para que dejen de ser activas en la sociedad y para que vuelvan al hogar”. ¿Se va a una involución? No está claro: las últimas medidas de Rohani parece que neutralizarán esta tendencia.

En la vida pública, la separación de sexos es evidente. Segregación en autobuses, en playas, en piscinas, en celebraciones. La ley, sin embargo, pone a las mujeres a merced de maridos celosos apoyados por normas trogloditas que siguen vigentes.

El Código Civil consagra que el jefe de familia es siempre el hombre, mientras da alas a la subjetividad masculina en temas sensibles: “El marido puede prohibir a la esposa el ejercicio de cualquier profesión o trabajo que vaya contra los intereses de la familia o de su dignidad, o de la de su esposa”.

En materia de herencias se remacha que, “si una persona muere y sólo deja un hijo, éste hereda la totalidad de sus bienes, tanto si es varón como hembra. Si deja varios hijos e hijas, cada varón recibirá el doble de bienes que las hembras”.

Como pasaba en la España franquista, la esposa necesita del permiso de su marido para viajar y para distintos trámites. Pero todo lo prohibido tiene su reverso, también en Irán: si padres, hermanos o maridos lo permiten, una mujer puede tener una vida casi normal, y así pasa a menudo. La familia sustituye al Estado en la regulación de la relación entre sexos.

Cuando preguntas a los hombres maduros por tanta separación de sexos, lo argumentan así: “Juntarlos significaría fomentar la promiscuidad: a ellas les gusta bailar y enseñar el cabello”. Sí: la doctrina oficial, avalada por parte de la sociedad, sostiene que enseñar el cabello, la piel del cuello o los tobillos es una provocación y excita a los hombres. De ahí la justificación del velo.

El precio de la sangre va cambiando

La interpretación del Corán que hacen los ayatollahs en Irán va más allá en la discriminación femenina, a pesar de la lucha de las mujeres por cambiar este estado de cosas. La mujer vale, por ley, la mitad que un hombre, aunque la jurisprudencia avanza en sentido contrario. En caso de accidente o muerte, el valor de la vida de un varón es el doble que la de una hembra. Hasta hace poco si un automovilista podía optar, en caso de accidente, entre matar a un hombre o a una mujer, no lo dudaba: su responsabilidad en caso de homicidio involuntario le costará el doble si mata a un hombre.

En caso de asesinato, la familia de la víctima puede pedir que se aplique el “ojo por ojo, diente por diente”. Si la víctima es hembra y el asesino hombre, tendrá que compensar a la familia del criminal con una cantidad equivalente a la diferencia del precio de la sangre de las dos muertes.

Ameneh Bahrami peleó hace poco contra esta norma y dio un paso importante: un macho desalmado le arrojó ácido sulfúrico a la cara por negarse a contraer matrimonio. Ameneh perdió la visión. Fue operada en Barcelona, sin éxito. A su regreso a Teherán solicitó la aplicación de la ley del Talión, vigente en su país, que exige un castigo igual al crimen cometido.

Hace unos meses consiguió una gran victoria. Así lo cuenta ella en su libro Ojo por ojo: “Yo fui la primera mujer en Irán que consiguió acogerse a la ley del Talión. Lo hice para crear un precedente en defensa de las mujeres iraníes, para que dejen de valer, a ojos de la justicia, la mitad de lo que vale un hombre. En principio, como la mujer sólo vale la mitad de un hombre, la justicia decidió que, si yo había perdido los dos ojos, mi agresor sólo debía perder uno. Pero continué la batalla legal y al final logré que se me reconociera el mismo derecho que a un hombre”. Al final, le perdonó.

Velos a medias

El velo es obligatorio en la calle. La “modernización” del país, sin embargo, relativiza la norma. Antes de 1997, la pena para una mujer que no llevara velo o enseñara parte de su cabello era de 74 latigazos. Después de esta fecha el castigo se limita a una advertencia, aunque la ley recoge también una pena de prisión que va de diez días a dos meses.

En la práctica, en grandes ciudades como Teherán, la mayor parte de las adolescentes y jóvenes llevan parte de la cabeza descubierta y un pañuelo testimonial. La policía de la moral no da para más. Habría centenares de miles de mujeres en la cárcel si se aplicara la ley. Tampoco está bien visto maquillarse, pero la mayoría de las mujeres llevan sus labios cargados de carmín y lucen unas cejas cuidadas y depiladas al detalle.

Para ver a grupos de mujeres que llevan rigurosamente el chador, la túnica negra que las cubre de pies a cabeza, hay que ir a los barrios populares o a las zonas rurales. O frecuentar mezquitas o mausoleos en viernes, día de plegaria. Así es el ambiente del mausoleo que contiene las tumbas de dos hijos de Mūsā al-Kādhim, séptimo imán de los musulmanes chiíes, en Shiraz, antigua capital persa. Allí todas las prendas de las mujeres son de color oscuro, como el mantó, una chaqueta que llega hasta las rodillas y que siempre acompaña al rusarí, el pañuelo que cubre el cabello.

Pero en las grandes ciudades, los chadores escasean, igual que los hombres barbudos, y lo más habitual es ver a chicas con ropa informal y moderna, en un claro desafío a las normas impuestas por el régimen islamista. Las jóvenes combinan el mantó con pantalones tejanos ajustados y zapatos deportivos. “Es la mejor manera que tenemos de rechazar a este régimen de mulás”, nos cuenta Shirin, una estudiante de 22 años que no tiene ningún inconveniente en hablar con un hombre no musulmán extranjero que la aborda en plena calle.

Pero la moda va más allá. Este verano pasado ha causado furor el “legging”, que se ha extendido como una gota de aceite por todo el país. Es barato y marca la silueta de forma más explícita que un pantalón clásico. Algunas páginas de internet han publicado fotos de chicas iraníes portando esta prenda considerada “peligrosa” por los guardianes de la moral. Una web oficial, 'La voz de la revolución', publicó que la policía había detenido a dos jóvenes llevando leggings con la bandera israelí, denunciando que se trataba “de un complot sionista para desestabilizar la sociedad iraní”. Las reacciones no se hicieron esperar: hay más de cuarenta páginas de Facebook, prohibidas en Irán, con opiniones apoyando a las que siguen esta moda. Una de ellas tiene más de cien mil seguidores.

El nuevo presidente del Gobierno del país, Hassan Rohani, no parece estar muy preocupado por la relajación de los hábitos en el vestir. Lo dejó claro en unas declaraciones públicas: “Ser casto va mucho más allá de llevar velo o no. En mi opinión, la castidad de los que llevan o no el hidjab oficial, de acuerdo con nuestra sensibilidad, no debe ser cuestionada”.

A mediados de septiembre, dada la insistencia de la policía en su actitud inquisitorial, insistió en su tolerancia pidiendo que los guardianes de la moral “respeten la dignidad humana y se comporten con moderación”, aunque aconsejó a los jóvenes que sigan “las instrucciones religiosas y las tradiciones”. Esto no impide que periódicamente se celebre en Teherán el “Festival del Velo y el Recato”, con recomendaciones sobre la manera de vestir y el corte de pelo tanto para hombres como para mujeres.

¿Un país polígamo? ¿Existe la prostitución en Irán?

La respuesta oficial es “no”. Para evitar las relaciones extramatrimoniales y el adulterio, el Consejo Supremo recomienda y promueve el matrimonio temporal. El chiismo permite que hombre y mujer musulmanes se casen por horas, meses o años. Las chicas vírgenes están obligadas a pedir permiso para contratar su primer matrimonio temporal. Es una manera de “evitar el pecado y legalizar las tentaciones de la carne”. Eso sí: previa contrapartida económica.

El matrimonio temporal es un tema polémico en Irán. Los clérigos y religiosos, fervientes defensores de esta práctica, aseguran que evita la inmoralidad. Sus detractores creen que es una forma de prostitución.

Las relaciones sexuales fuera del matrimonio están estrictamente prohibidas y son castigadas con prisión o multas. Las leyes islámicas permiten que el hombre tenga hasta cuatro mujeres, y un número indefinido de esposas “temporales”, mientras que ellas sólo pueden tener un marido. 65 diputados del Parlamento iraní, compuesto por 290 miembros, tienen dos o más esposas. A Leila, 30 años, no le gusta ni la poligamia, ni el matrimonio temporal: “Sí, nuestras leyes permiten ambas posibilidades, pero buena parte de la sociedad las rechaza, especialmente las mujeres”.

La sociedad iraní sigue obsesionada con la virginidad de la novia y muchos de los futuros esposos no dudan en exigir un chequeo ginecológico para verificar esta condición en su futura esposa, con lo que el “matrimonio temporal” afecta a mujeres pobres, a menudo viudas o divorciadas, sin otra salida para llegar a final de mes.

También se acogen a la fórmula del matrimonio temporal algunas parejas jóvenes, sin recursos económicos para casarse, que quieren compartir vida y viajes con sus novios o novias sin tener problemas con la policía moral. “En las grandes ciudades es difícil encontrar a chicas mayores de 18 años solteras y vírgenes, aunque los hombres siguen buscando a una mujer virgen para casarse”, asegura un grupo de jóvenes de Yazd.

“Mátame pero hazme bella”: pasión por una rinoplastia

Un proverbio iraní dice: “Mátame, pero hazme bella”. Y otro refrán lo remata: “El rostro hermoso calma al corazón cansado y abre las puertas cerradas”. 300 chicas se operan de la nariz cada día en Irán. Se gastan entre mil y tres mil dólares para ser “más hermosas”.

Por ley deben llevar ropa amplia, que oculte las curvas insinuantes de los cuerpos y, aunque tampoco se cumple a rajatabla este precepto revolucionario, las mujeres apuestan por tener el mejor rostro posible.

Zahra, 33 años, se acaba de operar para tener la nariz más pequeña y recta. Mantiene que su raza tiene narices grandes, desproporcionadas. Se cuida las cejas, utiliza carmín de rojo intenso para sus labios y usa lentes de contacto sin graduación para cambiar el color de sus ojos. Luce uñas artificiales y no tiene inconveniente en llevar un esparadrapo que le cubre la nariz, signo de distinción que la marca como una chica con dinero que puede someterse a una rinoplastia.

A menudo usan el esparadrapo protector mucho más tiempo de lo necesario para que todo el mundo sepa que han pasado por el quirófano. Es símbolo de clase y nivel económico.

Las mujeres de la rica zona norte de Teherán se reúnen en los salones de belleza, sólo atendidos por mujeres, donde se despojan de los velos, se relajan, lejos de la presión oficial en la calle, y hablan con sus amigas. En este caso, Jomeini tampoco consiguió abolir estos salones a los que consideraba “antros de corrupción”.

Ser mujer y deportista en Irán

Las mujeres iraníes no pueden presenciar partidos de fútbol, uno de los deportes nacionales, porque los hombres llevan pantalones cortos.

Las autoridades justifican también esta prohibición por el uso de “lenguaje inapropiado” por parte de los aficionados. Las restricciones para que las mujeres no asistan a partidos de fútbol fueron impuestas después de la Revolución Islámica de 1979. Los clérigos conservadores no quieren cambiar esta medida recordando el comentario del Gran Ayatolá Fazel Lankarani: “Es inadecuado que las mujeres miren el cuerpo de un hombre, aunque no sea para conseguir su gratificación”.

Neda tiene doce años. Le entusiasma el agua y le gustaría dedicarse profesionalmente al salto de trampolín. Ha seguido con atención la competición femenina del Mundial de Natación Barcelona 2013, a través de la antena parabólica ilegal que tienen sus padres (con más de 500 canales de todo el mundo), y es una admiradora del equipo chino de salto, que obtuvo nueve medallas, y en concreto de la saltadora He Zi, que recogió el oro dos veces.

Pero lo tiene difícil. En Irán también está prohibido que las mujeres vean a los hombres en traje de baño, y viceversa. Una niña que quiera dedicarse a la natación, al waterpolo o a los saltos de trampolín acabará frustrada si las cosas no cambian.

La Revolución Islámica habría prohibido en su momento los deportes acuáticos si el Corán no recogiera que “los musulmanes tienen que saber montar a caballo, tirar y nadar”.

Tras la subida al poder de Jomeini, los waterpolistas no podían jugar en Ramadán porque corrían el peligro de tragar agua, lo que habría constituido la ruptura del ayuno obligado. Ahora las cosas están cambiando, pero la obsesión del régimen por la exposición de la piel impide que las deportistas de agua puedan concurrir a competiciones internacionales o tener seguidores que no sean de su propio sexo en recintos estrictamente controlados.

Etiquetas
stats