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THE GUARDIAN

Tenderos desesperados por llegar a Italia: familiares y amigos cuentan quiénes son los desaparecidos en el Jónico

Personal de la guardia costera griega traslada el cadáver de un migrante tras el naufragio en el Mar Jónico de un pesquero con cientos de personas a bordo.

Shah Meer Baloch

Khuiratta (Pakistán) —

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La última vez que Mohammed Yousaf habló con su hijo Sajid el 8 de junio, el joven esperaba ansioso en Libia a que los traficantes los metieran a él y a otros cientos de personas en una embarcación con destino a la otra orilla del Mediterráneo.

Seis días después, el sobrecargado pesquero naufragó frente a las costas de Grecia. Sajid, de 28 años, tendero y padre de dos hijos de la pequeña localidad de Khuiratta, en la Cachemira administrada por Pakistán, se encuentra entre los cientos de desaparecidos, presuntamente muertos.

“Nunca quise que mi hijo se marchara”, explica Yousaf entre lágrimas. “Su hermano mayor también le desaconsejó este mortal viaje por mar. Es como caminar sobre fuego y te puede engullir. Le dijimos muchas veces que desistiera. Incluso le pedimos que volviera de Libia”.

El lunes, mientras los primeros indicios arrojaban más dudas sobre la versión de los guardacostas griegos acerca del naufragio, una investigación inicial de la policía de Pakistán estimó que había unas 800 personas a bordo. Según los testigos, el número oscilaba entre 400 y 750. Según las autoridades griegas, han llegado a la costa 104 supervivientes y 78 cadáveres.

Sajid Yousaf era una de las 25 personas de Khuiratta que embarcaron en Libia. De momento, sólo se sabe de dos supervivientes entre ellas. Su intención era llegar a Italia, donde vive su hermano, que ya había realizado una travesía similar hace 12 años. En un vídeo muy difundido en redes, Sajid le prometió a su hijo de cuatro años que le iba a llevar una bicicleta.

The Guardian ha hablado con unas diez familias de Khuiratta cuyos hijos y sobrinos viajaban en la embarcación. Todos han explicado que sus parientes habían pagado 2,2 millones de rupias paquistaníes (unos 7.000 euros) a un agente que prometió llevarlos a Grecia. Muchas familias se vieron obligadas a pedir préstamos cuantiosos para sufragar los gastos. La mayoría de los que emprendieron el viaje esperaban llegar a Italia, donde ya viven unas 500 personas de la zona.

Touqeer Pervez, primo de Sajid, de 29 años, también viajaba a bordo y ha desaparecido. Su mujer está embarazada. El padre de Pervez, obrero en una fábrica de ladrillos, había pedido prestado dinero a unos 20 amigos y familiares para ayudar a pagar al agente. Como la mayoría de las personas del pueblo que embarcaron, Pervez partió hacia Libia en un vuelo desde Pakistán. Había trabajado en Arabia Saudí durante dos años para ayudar a pagar el viaje, y partió en mayo para iniciar su viaje a Europa. A las cinco de la madrugada del 9 de junio, envió un último mensaje a su familia para decir que ya había subido a la embarcación.

“Cuando intenté disuadirle de este arriesgado viaje, me dijo que nuestro nivel de vida nunca mejoraría viviendo en Pakistán”, explica su padre, Mohammad Pervez. “Se empeñó en cambiar nuestro futuro y nuestro nivel de vida. No sé cómo consolar a su mujer embarazada, que lleva días llorando”.

Condiciones infrahumanas

Abdul Jabbar, de 39 años, panadero y padre de dos hijos, también esperaba llegar a Italia. Tomó un vuelo a Dubái el 5 de junio y luego otro a Libia. Su padre, Mohammad Anwar, explica que su hijo había llamado a casa angustiado por las condiciones en que los mantenían. Fue la última vez que supieron de él.

“Le dijo a su hermano que si hubiera sabido las condiciones en Libia, nunca se habría ido”, lamenta Anwar. “Sólo les daban un poco de pan en 24 horas y dijo que se estaban muriendo de hambre. Quería regresar, pero no podía hacer nada porque ya había dado el dinero”.

Rubina Kusar, viuda, cuenta que su hijo Ahmed, de 26 años, se marchó a Libia hace seis meses y soportó terribles condiciones a manos de los contrabandistas. Según le explicó, no le dieron comida, le golpearon para intentar sacarle más dinero y le quitaron el pasaporte y otros documentos para impedir que escapara.

“Lo metieron en una celda oscura durante cuatro días como castigo después de que se peleara con el agente porque rechazó 19 ofertas para ir en una embarcación pequeña y le dijo al agente que le habían prometido que el viaje sería en un barco grande”, explica Kusar. En una llamada telefónica con su esposa antes de partir, Ahmed estaba contento de poder viajar por fin en un gran pesquero.

“Mi hijo sufrió mucho antes de morir”, afirma Kusar. “Al principio a manos de los traficantes y luego en el mar. Debe de haber tenido una muerte terrible. Necesitamos que se haga justicia. El Gobierno ha estado sumido en un profundo letargo. ¿Por qué no se han despertado pronto nuestros dirigentes? ¿No se preocupan por la gente corriente, por las vidas corrientes?”.

“La pobreza acabó con su vida”

Los habitantes de Khuiratta señalan que la terrible situación económica de Pakistán y la falta de oportunidades en su región son las causas de que sus familiares emprendan el viaje. Aunque muchos paquistaníes habían emprendido antes un peligroso viaje por tierra a través de Irán y Turquía para entrar en Europa, las políticas draconianas de Turquía han hecho que cada vez sean más los que optan por volar a Libia y luego embarcar rumbo a Grecia.

Según la población local, unas 100 personas de la zona siguen en Libia con planes de embarcar, pero no se les puede localizar porque los traficantes les han apagado los teléfonos.

“Fue la pobreza lo que le empujó a emprender este arriesgado viaje”, subraya Mohammed Haneef, cuyo sobrino Sameer, conductor de tractor y padre seis hijos, se encuentra entre los desaparecidos en el mar. “La pobreza acabó con su vida. La pobreza se ha apoderado de las masas en Pakistán en los últimos años. Mi sobrino vio que a la gente de su pueblo le iba bien en Italia y mandaban remesas. Y eso le empujó a irse”.

Hasta ahora, sólo se sabe que dos habitantes del pueblo, Haseeb y Adnan Bashir, han sobrevivido al naufragio. Adnan se sentía frustrado por la falta de oportunidades de empleo en la zona y ya había intentado llegar a Europa en dos ocasiones anteriores, pasando por Irán y Turquía, pero fracasó tras ser capturado por los guardias fronterizos. Para poder costearse este viaje, vendió todos sus búfalos –su único medio de vida– y las joyas de su esposa antes de partir el 3 de mayo.

Su padre, Bashir Ahmed, un militar retirado, cuenta que habló con su hijo a través de un familiar del Reino Unido. Según su relato, la embarcación volcó después de que los guardacostas le ataran una cuerda, acusación que niegan las autoridades griegas.

“Adnan me contó que logró saltar de la cubierta en el momento en que se hundía la embarcación. Me dijo que debajo de la cubierta había mujeres y niños que no pudieron salir”, dice. “Tengo mucha suerte de que mi hijo haya sobrevivido”.

Traducción de Emma Reverter.

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