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El efecto del IVA camufla las subidas de precios en alimentos y enseñanza

El precio de la fruta ha subido un 12% en un año.

Belén Carreño

El Ejecutivo está de enhorabuena. La subida de los precios un 0,3% en septiembre -o un 0,5% si se coge la metodogía armonizada con Eurostat- es un balón de oxígeno para su decisión de subir solo un 0,25% las pensiones el próximo año. Todo apunta a que en noviembre, el mes que se escoge para decidir si hay que mejorar la nómina de las pensiones del año en curso en caso de que hayan perdido poder adquisitivo, la inflación oficial será también muy baja, lo que eximirá a Empleo de actualizar en 2013 las pensiones.

Pero la estadística oficial que se ha publicado arrastra un efecto que camufla en buena medida lo que está sucediendo con los precios de la cesta de la compra. En el mismo trimestre del año pasado entró en efecto la subida del IVA que supuso que en septiembre del año pasado los precios subieran un 3,4% y en octubre continuaran la escalada con una subida del 3,5%. Esta subida tan precipitada de los precios llevó al Ejecutivo a invocar un nuevo íncide, el referenciado a Impuestos Constantes, para asegurar que los precios en realidad no subían.

En cualquier caso, de aquella brupta subida de 2012 procede ahora este aparente estancamiento de los precios. Es lo que se conoce en estadística como efecto escalón. Si el escalón previo (en este caso el nivel de precios en 2012) está muy alto, la comparación será forzasamente muy suave. A este efecto se ha sumado que una de las partidas más inflacionarias, los carburantes, ha registrado una caída del 2,3% desde el mismo mes del año pasado.

Con todo, la tasa de inflación subyacente, la que descuenta el efecto de los combustibles y de los alimentos frescos (también muy volátiles en sus precios) se queda en un 0,8%. Para algunos expertos, esta es la inflación que realmente se debería rastrear para tener una buena idea de qué ocurre en el mercado con la evolución de los precios. Es muy inusual en un país como España, en el que la energía es uno de los componentes que más pesan, que la inflación subyacente quede por encima de la normal. Y más aún cuando la distancia llega al medio punto porcentual.

Pero toda esta avalancha de cifras que anestesian en parte al consumidor, no dejan ver que, además, muchos productos de primera necesidad siguen subiendo. Es el caso, por ejemplo, de los alimentos elaborados -que no se presuponen tan volubles como los frescos- que en un año han subido un 3%. La subida viene impulsada por el encarecimiento en un 21% del aceite, y por las subidas de otros productos con fuerte peso en la cesta de la compra: la leche (4,7%), los preparados de legumbres (3,7%), las patatas y sus preparados (20,8%) y el agua mineral o los zumos (2,5%). Así que si pese a leer en los titulares que los precios suben un 0,3% al hacer la compra el lector ve como su recibo final engorda mucho más, no es un espejismo. Y eso sin añadir la subida de los alimentos frescos, que en partidas como la fruta suben un 12%.

Otra de las partidas desbocadas pero que se diluyen en el indicador final es la enseñaza, cuyo precio se ha disparado en casi un 10%. La partida que acelera esta subida es la de las tasas universitarias que suben más de un 22%. En cualquier caso, el resto de las enseñazas suben por encima del 1,5%.

El transporte urbano, otra de las partidas que más rasca el bolsillo a diario, también ha subido un 3,7% en un año. Sin embargo, la partida que recoge el epígrafe “transporte” baja un 1,6%. Esto es gracias a la bajada del precio de los combustibles que pesa mucho en el capítulo de “transporte personal” que también se añade en el indicador.

Los únicos factores que persisten como realmente desinflacionarios con las comunicaciones, que gracias a la elevada competencia por tarifas hace años que vienen bajando sus precios, o la vivienda, que debido al precio de los alquileres y otros servicios relacionados ha recortado su precio en un 1.4%.

A todo este lío con la medición de los precios se une el deseo del Gobierno de crear un nuevo índice que medirá la “ganancia de competitividad” y que se publicará el próximo año a la vez que el IPC para que sea la referencia en la evolución de los precios.

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