El 28A también es el día de los muertos en el trabajo: “Pierdes a tu marido y la mutua lo ve como un número”

Era el MacGyver de la Asociación de Madres y Padres del Cole (AMPA). “Un ser muy especial”, recuerda Josefa Sánchez. Y no porque lo asegure ella, insiste, “te lo dirá cualquiera al que le preguntes por Jordi, siempre ayudaba a los demás, era un manitas. Pero es que él disfrutaba con ello, era su forma de ser”, prosigue la mujer. Si llovía, ahí estaba para llevar en coche a algún compañero o compañera. “Pero ¿qué eres? ¿Un taxi, Jordi?”, imita hoy su viuda al otro lado del teléfono, como le decía a su marido. Se llamaba Jordi Castillo Delicado, era de Barcelona y murió a los 54 años por una enfermedad derivada de un accidente de trabajo. Cumpliría 60 años el próximo junio.

A su viuda le ha costado mucho tiempo, dinero y sufrimiento poder decir que Jordi falleció debido a su actividad laboral. Más de cuatro años de batalla judicial hasta que el Tribunal Supremo así lo declaró el pasado noviembre. Ahora lo repite una y otra vez. “Manda narices que una empresa haga llegar hasta el Supremo a una familia que ha pasado por esto”, critica la mujer, que obtuvo dos sentencias favorables anteriores.

Este domingo, renombrado “28A” para muchos por las elecciones generales, es el día de Jordi Castillo. También el de Irene, trabajadora de Correos que falleció por una colisión con una furgoneta mientras conducía su moto de reparto en Vitoria. Y el de Juan Manuel Rodríguez, que sufrió un accidente laboral en 2001 y desde entonces tiene una incapacidad permanente total por la imposibilidad de volver a trabajar como electricista de alta tensión, su profesión, explica a este medio.

El 28 de abril se celebra el Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo, nombrado como tal en 2003 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que recuerda que esa fecha conmemora además “el Día Internacional en Memoria de los Trabajadores Fallecidos y Heridos, que el movimiento sindical celebra en todo el mundo desde 1996”. Un momento para recordar a las personas que se han convertido en víctimas por el mero hecho de ir a trabajar, pero también para reflexionar sobre las herramientas que pueden evitar que muchas otras pasen a engrosar esta larga lista: la prevención, la seguridad y la salud en el puesto de trabajo.

Los sindicatos alertan de que en España la recuperación del mercado laboral está llegando a golpe de tragedia. Y, por muy dramáticas que sean sus consecuencias, apenas hacen ruido en el panorama nacional. “La sociedad parece que lo tiene como asumido y es algo por lo que creo que merecería salir a la calle”, aseguraba recientemente a este medio Ana García de la Torre, secretaria de Salud Laboral y Medio Ambiente de UGT.

Este 28 de abril puede que la cita electoral eclipse aún más su efeméride, pero en muchos hogares se deja sentir a diario sin tener que mirar el calendario. “El sol y la luna salen cada día, sí, y te dicen 'la vida sigue'. Es cierto, pero es muy duro”, afirma Josefa. En 2018, murieron 652 trabajadores en accidentes laborales, según las cifras provisionales del Ministerio de Trabajo. Es el dato más alto de los últimos siete años.

Cuando la empresa niega el accidente laboral

A A.S.S. le cambiaron la ropa moribundo, para disimular que el accidente que había sufrido y que le costó la vida había tenido lugar mientras trabajaba. La noticia, conocida este mes, retrató la expresión más cruda de una situación que afecta a muchas familias: la negativa de algunas empresas a reconocer accidentes y muertes laborales.

En los casos en que los siniestros se producen durante la jornada laboral, el reconocimiento no presenta apenas problemas, explica el abogado del bufete Colectivo Ronda, Nicolás Alonso, “aunque sí puede haberlos al determinar la responsabilidad de la empresa en el accidente”. Donde se producen más negativas de los empleadores y las mutuas a reconocer la vinculación laboral de los accidentes es en aquellos casos en los que el fallecimiento se produce fuera del centro de trabajo, aunque esté motivado por la actividad laboral, o a raíz de una enfermedad originada o agravada por el trabajo del afectado.

En este último supuesto encaja el caso de Jordi Castillo. Falleció el 17 de febrero de 2014. “Ese día teníamos una cita para el trasplante pulmonar que le iban a hacer, pero no pudo ser”.

El hombre murió como consecuencia de un deterioro progresivo de la enfermedad pulmonar que padecía, fibrosis pulmonar, por la exposición laboral continuada a los productos químicos en su puesto de trabajo y por la inhalación de un gas tóxico (dietilamina) en un accidente laboral en 2012, en el que tuvo lugar una fuga.

La empresa en la que trabajaba, Metalogenia SA, y la mutua aseguradora, Fremap, negaban la relación laboral de la muerte de Jordi. Ambas recurrieron ante el TSJ catalán la primera sentencia, de un juzgado de lo Social de Barcelona, que vinculó la muerte del hombre con su puesto en la industria del metal. La compañía llegó incluso a recurrir ante el Supremo, pero la justicia dio la razón a la familia.

“El juicio es muy duro. Pierdes a tu marido y la empresa y la mutua lo ven como un número. Es como si no se hubiera muerto una persona, como si fuera un mueble”, critica Josefa Sánchez. El Colectivo Ronda defendió su caso, explica la mujer: “Llevamos peritos que demostraron todo. Yo tenía el dinero y la perseverancia para aguantar esto, pero entiendo que hay familias que no pueden hacerlo y las empresas se aprovechan. Recurren y recurren para alargar el proceso”, explica.

La victoria judicial ha permitido elevar su pensión de viudedad, motivada por una contingencia profesional y no común, y ahora va a reclamar daños y perjuicios. “La empresa creo que piensa que una lo hace por el dinero, pero no lo entienden. A mí el dinero no me lo va a devolver, pero quiero que esto no le pase a nadie más”, afirma la mujer, que tiene una discapacidad debido a la polio.

“Mi accidente hoy no habría ocurrido”

Los sindicatos CCOO y UGT recuerdan con motivo del 28 de abril que “la inseguridad laboral obliga a elegir entre trabajo y salud” y relacionan el incremento de accidentes laborales en España –“1,3 millones de accidentes laborales, 152 cada hora”– con la precariedad, especialmente con los contratos temporales y parciales no deseados.

A menudo se vincula el incremento de la siniestralidad a la mayor actividad productiva. “No es un mal necesario”, sostenía Pedro J. Linares, secretario de salud laboral de CCOO a eldiario.es, “no tiene ninguna lógica si se aplicaran sistemas preventivos bien diseñados”. Durante las etapas de crecimiento de los años 2000, el número absoluto de muertes laborales disminuía, así como su incidencia respecto al total de trabajadores.

Juan Manuel Rodríguez, de 59 años, sufrió una caída durante su turno de trabajo en 2001. “No hubo conflicto con la empresa, estaba claro que era un accidente laboral, fue a mitad de la jornada y no tuve problemas ni con la compañía ni con la mutua”, explica el hombre, que tiene reconocida una pensión de incapacidad permanente total.

El hombre explica que “al día siguiente o al segundo día” de que tuviera lugar su siniestro, “la empresa arregló la pletina que estaba en mal estado para evitar que volviera a suceder lo mismo. Mi accidente hoy no habría ocurrido”, asegura. Por ello el trabajador dedica su tiempo a llamar la atención sobre la necesidad de la prevención y seguridad en los puestos de trabajo. “Siempre digo que la precariedad es sinónimo de siniestralidad”, apunta y recuerda que es necesario poner el foco en qué ocurre después de un siniestro de este tipo: “No hay una apuesta por el reciclaje profesional de las personas que sufren un accidente”.

Josefa Sánchez reconoce que, antes de la enfermedad y la muerte de su marido, no estaba alertada por los accidentes de trabajo. “No estamos concienciados”. Hoy espera que nadie pase por su situación y reclama la memoria de las víctimas del trabajo. “No son números”. A Jordi le gustaban las motos y la Fórmula 1, la música de Mecano y Enya. Era autodidacta con la tecnología y un manitas. “En el AMPA era MacGyver”.