Una barrera difícil de salvar para las personas con discapacidad: el acceso al empleo
Jordi tiene 38 años, estudió Empresariales, ostenta dos masters y realiza tareas de contabilidad en la empresa para la que trabaja. Además de todo eso, sufre una discapacidad visual del 66% que, como él mismo cuenta, le permite “hacer una vida normal e independiente”. Él es una de esas personas que desmonta prejuicios sobre la discapacidad.
A día de hoy tener una discapacidad es uno de los factores más comunes pero a la vez menos conocidos que existen. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 15% de la población mundial padece algún tipo de discapacidad, pero esto no se traduce en una inclusión real en la sociedad. El empleo sigue siendo una de las principales barreras a las que se enfrentan las personas con discapacidad, con una tasa de empleo a nivel mundial del 44%, netamente inferior al de las personas sin discapacidad (75%).
En España su situación laboral no es mejor. Existe una Ley General de Discapacidad que exige a las empresas que superen los 50 trabajadores contar con al menos un 2% de personas con discapacidad. Pero la realidad es bien distinta, y es que como constató recientemente el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 81% de las compañías incumple la cuota mínima demandada por la ley.
Hay iniciativas que intentan derribar los prejuicios hacia este colectivo y animan a las empresas a contratar personas con discapacidad. Una es el portal Disjob, enfocado en la búsqueda del talento demandado por las empresas pero mirando al mercado de personas con discapacidad. Rosa Cuartero, presidenta de Disjob, pide más celo para que se cumpla la Ley General de Discapacidad y cree que si en España “existiera un mecanismo que obligara a su cumplimiento, sería al revés y el 81% de las empresas estarían incorporando trabajadores con discapacidades, por lo que tendríamos unos niveles de paro en este colectivo similares al resto”.
Los prejuicios juegan un papel fundamental como barrera a la hora de acceder a un empleo y convivir en un entorno laboral inclusivo. Rosa Cuartero cree que “no suele ser un problema de las empresas, sino de las personas. La empresa puede tener políticas inclusivas, pero si las personas de recursos humanos o los jefes de departamento tienen prejuicios, no sirve de nada”. Pero incluso tener un buen currículum no garantiza nada. Por ejemplo, un experimento realizado por investigadores de la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas de EEUU concluyó que las personas con discapacidad sufren más discriminación cuando tienen mejor currículo.
Jordi asegura que cuando introducía sus credenciales laborales en las ofertas de plataformas de búsqueda de empleo en Internet, casi nunca señalaba que tenía una discapacidad, “porque hay sitios en los que directamente no tienes esa posibilidad, pero también hay ofertas en las que no es una información necesaria”. Solo en una ocasión tuvo un encuentro en el que la entrevistadora le recriminó que no se lo hubiera dicho antes. Finalmente no siguió adelante en aquel proceso de selección. Una vez dentro de la empresa, ha constatado junto a otros compañeros que “hay gente a la que le molesta que una persona con discapacidad trabaje mejor que ellos”.
Mientras, las empresas tratan de hacer lo posible por incluir cada vez más a este colectivo. El informe 'El mercado potencial de las personas con discapacidad en España: Oportunidades para la creación de valor compartido', elaborado por ESADE Business School, la Fundación ONCE y el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi), achaca la mejora de la inclusión en el ámbito empresarial al “avance de la responsabilidad social corporativa (RSC), que ha supuesto un cambio positivo en la visión de las empresas con respecto a las personas con discapacidad”.
Pepa Torres, secretaria de la comisión de empleo del Cermi, confirma que existen modelos de éxito en las empresas. “Normalmente son las que tienen colaboración directa con una asociación de personas con discapacidad y que son capaces de interiorizar su inclusión. Una vez lo consiguen, no solo contratan a personas con discapacidad, sino que hacen accesibles sus productos y servicios o les tienen en cuenta como clientes, accionistas o cualquier grupo de interés”. Por contra, Torres apunta que las empresas suelen fracasar y hacerlo mal “cuando se hacen iniciativas para quedar bien o para poder acceder a un contrato público sin que exista una continuidad y coherencia en el futuro. No tiene sentido si es una experiencia breve”.
La secretaria de la comisión de empleo del Cermi advierte de que a pesar de haber mejorado la situación, “en las empresas sigue habiendo mucho desconocimiento de la discapacidad. Hay una percepción generalizada de que no somos activos en el mundo laboral, la sociedad sigue teniendo una concepción muy paternalista sobre nosotros”.