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Los fabricantes españoles de mascarillas pierden negocio: “Invertimos y ahora nadie nos ayuda”

Mascarillas en el interior de una papelera. EFE/Mariscal

Analía Plaza

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Los nuevos fabricantes nacionales de mascarillas creen que, ahora que el final de la pandemia se vislumbra en España, no deberían desaparecer así como así.

“Somos pacientes, aunque el tiempo no corre a nuestro favor. No estaría bien que este sector recién montado se perdiera”, dice Francisco Sánchez, fundador de Pi Medical y presidente de la recién creada Asociación Española de Fabricantes de Mascarillas. “Nuestro deseo sería que la administración valorara más la calidad y seguridad del producto nacional. Habrá que ajustar la producción, como en cualquier negocio. Pero podemos hacer a España autosuficiente”.

Sánchez es uno de los muchos empresarios patrios que, en marzo del año pasado, se liaron la manta a la cabeza, compraron máquinas y tejidos y empezaron a fabricar material sanitario. España, al igual que el resto de países europeos, tenía una altísima dependencia de terceros: de Asia, pero también de otros jugadores importantes como Rusia y Turquía.

La Agencia Española del Medicamento (AEMPS) trabajó desde el comienzo de la crisis con el Ministerio de Industria para ver qué empresas podían adaptar su producción. Aunque los trámites fueron lentos y confusos al principio, el organismo desarrolló un “procedimiento excepcional” para agilizar la concesión de licencias.

Según su memoria, en 2020 concedieron 83 licencias temporales, además de 44 licencias exprés para mascarillas y 33 para batas, reutilizables o de un solo uso. Muchas de estas empresas han solicitado la licencia definitiva. En la Asociación de Fabricantes hay 19 asociados, pero calculan que rondan los 40 en todo el país. La capacidad de producción conjunta de los asociados es de 180 millones de mascarillas mensuales. Y emplean a 700 personas en total.

La pregunta es: ¿y ahora qué? ¿Qué hacemos con todas esas nuevas fábricas dedicadas a un producto que tarde o temprano dejará de usarse masivamente? ¿Qué hacemos después de que el Gobierno insistiera en la necesidad de relocalizar y recuperar la soberanía industrial?

“Se está luchando”, comenta resignado Abel Ortiz, fundador de Textil Ortiz. “Todos nos apoyan, pero las licitaciones van por precio y se las llevan los asiáticos. Tanto Texfor, la Confederación de la Industria Textil, como la asociación de las mascarillas, pelean para que esto evolucione. Muchos hemos apostado por invertir y mantener los puestos de trabajo. Ahora te encuentras con que no te ayudan, porque encima hemos facturado durante la pandemia”.

Ortiz fue uno de los empresarios que antes vio venir la crisis. Cuando España aún no estaba confinada, el sector de la moda ya sufría porque las importaciones de Asia pararon. Las grandes empresas intentaron relocalizar su producción pero tomaron de su propia medicina: tras años llevándose la fabricación fuera, no había plantas suficientes para servirles. Ortiz, especializado en forrería, seguía ahí. Contrató a gente y cubrió el agujero de las cadenas. “Intentamos que se den cuenta de que en Europa y España hay textil con garantía para que no vuelvan a traer de Asia productos contaminantes”, dijo entonces a este periódico.

Días después de la declaración del Estado de Alarma, médicos de su zona le llamaron “apurados” porque no tenían material sanitario. “Me preguntaron si podía hacer algo, sobre todo batas. Lo que pudiese. Les dije que tenía un tejido con el que trabajo desde hace años para confecciones que hace batas impermeables”, explicó.

Ortiz montó entonces una división sanitaria. Reconoce que desde diciembre la producción ha bajado mucho, pero que como era de esperar ahora trabajan en una línea “post-covid”. Además de hacer mascarillas, utilizan poliéster reciclado para fabricar pijamas, sábanas y paños quirúrgicos para hospitales. “La lógica es que sean materiales reciclados y reutilizables. Estamos haciendo pruebas para encargarnos nosotros de recogerlo y entregarlo de nuevo”, indica. Al tiempo, sus clientes del sector moda se recuperan y esa pata “empieza a coger velocidad”.

Los empresarios recién llegados no tenían mucho que ver con el sector sanitario. Mascarillas Béjar, una de las más conocidas, venía del textil como Ortiz (sus dueños estaban a punto de montar una “plataforma para colecciones por encargo”, según explica la directora de comunicación, Elsa Martínez). Pi Medical pertenece a Maxcolor Digital Media Labs, una empresa de impresión fotográfica. Effimed es marca de Efficold, especialista en refrigeración para la hostelería que a su vez pertenece al grupo Onera, propietaria de Fagor.

De todas estas, la única que ha presentado cuentas en 2020 es Mascarillas Béjar. Facturaron 15 millones de euros y dieron 1,5 millones de beneficio, nada mal para una compañía de reciente creación.

“Tenemos dos líneas de frío: una para horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías) y otra de frío biomédico. A raíz de las necesidades de la pandemia apostamos por una nueva línea de negocio”, dice Xabier Bastarrica, director de Effimed. “Afortunadamente no dependemos del mercado nacional de la mascarilla. Pero no tenemos tan claro que se vaya a acabar. Está la variante delta, estamos atentos a lo que pase en el hemisferio sur, países como Reino Unido e Israel están volviendo a usarla... La demanda será superior a la de 2019. Nos acostumbraremos a tener mascarillas en casa. Incluso si todo va bien y en 2022 ya no hay pandemia, la mascarilla será un producto de fácil acceso”.

“Yo creo que la mascarilla ha venido para quedarse. La pregunta del millón es cuánto quedará. Eso nadie lo sabe”, añade el director de Pi Medical y presidente de la asociación. “Pero es como viajar con cinturón de seguridad: hay ciertas cosas que ya no vemos igual”.

Los nuevos fabricantes ya han disminuido la producción y creen que podrán estirar el negocio durante un par de años, quizá no en España pero sí en el resto del mundo. Sus previsiones son similares a las de los supermercados españoles. Desde la patronal Asedas apuntan que “es un producto que nos va a acompañar durante un largo tiempo”. Para cuando termine del todo la pandemia, los productores confían en que las administraciones públicas tiren más de ellos por ser españoles, aunque para eso habría que reformular las licitaciones y no tener en cuenta solo el precio.

El Gobierno ya avisó

Preguntadas por posibles planes para mantener la industria a flote, fuentes del Ministerio de Industria señalan que están “abiertos a sugerencias” y recuerdan que los fabricantes “ya fueron advertidos de que llegaría el día en el que el mercado se reduciría”. Por su parte, el grupo socialista impulsó una proposición no de ley en el Congreso para crear una reserva estratégica de material sanitario y “apoyar” la fabricación nacional.

“Ahora por lo menos se nos escucha”, dice Eduardo Alonso, CEO de Safe Iberia. “Hagamos un 'hub' en España, quedémonos con una parte importante del mercado europeo. Como hemos hecho con las renovables”.

Un problema añadido es que estos nuevos fabricantes están enfrentados a los antiguos y, de cara a hablar con el Gobierno, no se entienden porque tienen intereses distintos. Las empresas que ya estaban en el mercado están representadas por ASEPAL, la Asociación de Empresas de Equipos de Protección Individual. ASEPAL considera que con el fin del uso de la mascarilla obligatoria en exteriores desaparecerán “muchas empresas oportunistas”.

En un comunicado reciente, el director de esta asociación, Javier Muñoz, señaló que “un número muy elevado de empresas entró en el sector de las mascarillas de manera oportunista, con cierto nivel de intrusismo y ausencia de un mínimo nivel técnico. En varios casos lo hicieron con buena intención, aportando un granito de arena durante el momento de desabastecimiento. Pero muchas de estas nuevas empresas pensaban que entraban en un negocio que era una gallina de los huevos de oro, y que el nivel de precios y el nivel de demanda iba a mantenerse en el tiempo. Ahora la gran mayoría saldrá de manera rápida del sector”.

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