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La inflación repuntó en mayo hasta el 8,7% con carburantes y alimentación disparados

Supermercado de Mercadona, en Mataró (Barcelona).

Daniel Yebra

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La inflación volvió a repuntar en mayo hasta el 8,7%, según lo previsto, frente al mismo mes del año pasado, debido principalmente al alza de los combustibles y la alimentación. El INE confirmó un incremento del IPC de 4 décimas respecto a abril (8,3%), mientras que la inflación subyacente, que no incluye energía ni alimentos no elaborados, avanzó un 4,9% frente a mayo de 2021, récord de 1995.

El INE (Instituto nacional de estadística) explica que la escalada del IPC (Índice de precios de consumo) interanual hasta el 8,7% en mayo se debe, principalmente, a las subidas de los precios de los carburantes y de los alimentos y bebidas no alcohólicas. Estos últimos marcaron un récord de 26 años (un 11% de subida), destacando pan y cereales, queso y huevos y la carne. En el supermercado, bajaron los precios de las legumbres y hortalizas.

Y también lo hizo la electricidad, y sin tope al gas. La denominada solución ibérica para abaratar un 15% la factura de la luz recibió este jueves el aval del Congreso de los Diputados –con las abstenciones de PP y Vox y los únicos votos en contra de Foro Asturias y Nueva Canarias–. La Cámara Baja dio su visto bueno un día después de que el mecanismo pactado por España y Portugal recibiera la aprobación definitiva de la Comisión Europea, que ha tardado más de lo esperado en aprobarla, tras las aclaraciones publicadas hace unos días por el regulador energético luso.



Sin embargo, el alza de los precios de los carburantes llevó a la tasa interanual del grupo de transporte hasta el 14,9%, más de dos puntos por encima de la registrada en abril. Unas subidas que están diluyendo el descuento de 20 céntimos por litro de gasolina o diésel que el Gobierno mantiene vigente desde abril, y que se mantendrá de momento hasta finales de junio, aunque se debate ya si será renovado en el Consejo de Ministros del 28 de junio.

“Vamos a extender las medidas mientras sea necesario y, por otra parte, vamos a ver si es necesario tomar medidas complementarias o ajustarlas, de manera que sean lo más eficaces posibles y que podamos seguir amortiguando el impacto y cuanto antes iniciar una senda de desaceleración de la inflación”, ha subrayado Nadia Calviño, ministra de Economía, este viernes en declaraciones a la Televisión de Galicia recogidas por Europa Press.

Por otra parte, la restauración, observada en el subgrupo de “Hoteles, cafés y restaurantes”, aumenta su variación cinco décimas, hasta el 6,3%. Esta tasa es la más alta de este grupo desde agosto de 2001.

“Además de hacer subir los precios del supermercado, la inflación mundial de los alimentos nutrirá la inflación subyacente, principalmente a través de los precios más altos en los restaurantes”, explicaba Thomas Dvorak, economista de Oxford Economics, en un informe publicado recientemente.

“La presión de la demanda en la hostelería tras la ola de contagios de COVID de la variante ómicron podría reforzar el traspaso de la subida de los precios de los alimentos a la inflación subyacente”, continúa el experto. Esta amenaza se agrava en España. Por un lado, por el gran peso del turismo en la actividad económica. Y, por otra parte pero directamente relacionado, porque es “el país con mayor gasto respecto al total (algo más de un 30%) en alimentación y hostelería”

Una inflación persistente

La importancia de Rusia en el mercado global de petróleo y gas, y también en el de materias primas importantes para la industria y de minerales cruciales para la transición ecológica, intensificaron la escalada de precios desde antes de iniciar la invasión de Ucrania. Además, respecto a los alimentos básicos, antes de la guerra, en conjunto, ambos países producían el 25% del trigo que se comerciaba en el mundo y el 15% del maíz. En los dos casos se han disparado los precios en los últimos meses.

El mal dato de mayo, tras el 7,6% de febrero, el pico del 9,8% en marzo, y el 8,3% de abril, y la aceleración del IPC subyacente justifican que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) prevea una inflación persistente en España “por el impacto de la invasión rusa de Ucrania”. El organismo estima que los precios suban un 8,1% este año de media y aún sigan aumentando un 4,8% en 2023, según la actualización de su informe de perspectivas, publicada este miércoles.



Se trata de una de las instituciones que más alerta lanzan sobre las subidas de precios. Sus expectativas indicarían que las empresas seguirán trasladando el incremento de los costes (ante la escalada de la energía y de materias primas esenciales para la industria o la alimentación) a los precios de venta, lo que supone una significativa pérdida de poder adquisitivo de las familias si no aumentan los salarios.

Para entender mejor el riesgo de una inflación persistente, que encuentre sustento en los alimentos y sin subida de salarios que la compense (que ya pide hasta el BCE), sirve un caso práctico. El 7,5% de IPC medio que estima el Banco de España para este 2022 supone perder una paga del sueldo respecto al año pasado. En cifras concretas, si a un salario bruto anual de 20.000 euros de un trabajador, que recibe 1.429 euros en cada una de las habituales 14 pagas, la subida de los precios le da ese mordisco del 7,5%, el recorte en la renta es de cerca de 1.500 euros. Es decir, efectivamente pierde una paga, que no significa lo mismo para las familias con menos ingresos que para otras con más, o con muchos más.

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