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Los mercados de abasto pierden hasta el 50% de las ventas por la inflación: “Ya nadie compra jamón ibérico”

Una mujer compra en un puesto de charcutería de un mercado de Madrid.

Clara Angela Brascia

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Hace tiempo que comprar en los mercados no es lo mismo. La mayor presencia de supermercados y la diferente rutina de las familias hacen que cada vez menos clientes elijan estos lugares para llenar la cesta de la compra. Los comerciantes llevan años vaticinando el fin inminente de los mercados de abasto, y, sin embargo, han conseguido sobrevivir al duro golpe de la pandemia. “Justo cuando estábamos a punto de volver a respirar, la guerra llegó y ha disparado los precios”, explica Paco Soto, que trabaja en una pescadería en el mercado de La Cebada de Madrid. La subida sin precedentes de la inflación y la pérdida del poder adquisitivo han hecho que los clientes compren menos y elijan los productos más baratos, según pueden confirmar los comerciantes de diferentes mercados de abasto de la capital.

Conforme al tipo de producto y al poder de compra de sus clientes, los pescaderos, carniceros y fruteros de la capital están registrando pérdidas entre el 20% y el 50%. El producto que menos se vende es el pescado, a pesar de no haber sido el que más se ha encarecido en el último año. Según el Indicador de Precios de Consumo (IPC), el precio del pescado fresco ha subido un 10%, casi la mitad con respecto a la carne de ave (18,1%) o las hortalizas (17,9%), que, sin embargo, los consumidores compran en mayor cantidad y más a menudo. “El problema es que la gente no tiene tiempo de cocinar. Así, en lugar de comprar el pescado de temporada, eligen el más fácil de preparar, incluso si cuesta más. Pero al final acaban comprando mucho menos”, explica Soto. El comerciante afirma que sus ventas han bajado un 50% desde el comienzo de la guerra, y que los clientes que antes iban dos o tres veces por semana, ahora van menos.

Para Marcelo Gallego, pescadero de Puente de Vallecas, la cosa va incluso peor. A pesar de que su mercado es más concurrido, no tiene casi clientes a lo largo de la mañana. “La situación está fatal. Es suficiente con mirar el pescado que sobra para darse cuenta”, asegura. Sus ventas han bajado un 60% desde finales del verano. Entre los productos que ofrece ya casi no hay mariscos, pero no porque se hayan acabado rápido, sino porque los compra en menor cantidad, para que no se queden sin vender.

Los puestos de pescadería son los menos concurridos en la mayoría de los mercados. Juana Pérez, vecina de Puente de Vallecas de 55 años, llena el carrito de la compra con productos de carnicería y verdura, pero ha renunciado a comprar pescado: “Hoy no llego. He salido con 50 euros en el bolsillo y ya he tocado techo”. Desde que los precios se han inflado, ha pasado de comer pescado una vez por semana a comprarlo un par de veces al mes.

“Los clientes llegan con la cuenta en la cabeza. Compran lo justo para llegar hasta el final de la semana. Ya no te piden dos kilos de mandarinas. Quieren 12 piezas, porque saben que se van a tener que comer un par al día”, explica Jesús Hernández, un frutero de segunda generación en La Cebada. Calcula que las ventas han bajado un 25% desde la vuelta de las vacaciones, a pesar de que el precio de la fruta de temporada no ha subido casi nada con respecto al año anterior.

Santiago Ortiz, que tiene un puesto en el mercado de Antón Martín, ha renunciado a la fruta tropical. “Quién quiere comprar una papaya a cinco euros al kilo, que da para comer un solo día, cuando por menos de la mitad te llevas un kilo de peras y estás a gusto durante toda la semana”, afirma mientras empieza a reponer las cajas.

En general, los comerciantes están de acuerdo en afirmar que lo que ha cambiado es sobre todo la cantidad y calidad de la comida en la cesta de la compra. Hay muy pocos productos que han desaparecido casi por completo: los que se consideran “de lujo”, como los jamones ibéricos y los mariscos, o los dulces, que las familias se reservan para el fin de semana. “No es lo mismo lo que se vende un lunes que un viernes”, afirma Naomi Ventura, que abrió una panadería y pastelería en el mercado vallecano desde hace unos cinco meses. “Pero la diferencia se nota sobre todo entre la primera y la segunda quincena del mes. Cuando acaba de llegar el sueldo, la gente compra más a gusto”.

“Ya nadie compra ibéricos, los tengo de decoración. Y eso que tampoco han subido de precio. Pero en este momento son un lujo que la gente no se puede permitir”, reconoce José Ramón, en el mercado municipal de Puente de Vallecas. Sus clientes, que siguen acudiendo con regularidad, han cambiado el tipo de producto que compran más a menudo: eligen los quesos y los embutidos más baratos, como el jamón York y la mortadela, y están mucho más atentos a la cantidad. También en la distribución, los hábitos han cambiado: “Hemos pasado de pedir por caja, a pedir por unidad”.

Menos afectados en las zonas pudientes

No todos los mercados sufren de la misma forma las consecuencias de la crisis económica. El duro golpe de la inflación no ha afectado en casi nada a los clientes del mercado de la Paz, en el céntrico distrito de Salamanca. “El día que en este mercado empezamos a ver menos gente comprando, significa que la cosa ya no tiene solución”, afirma Miguel Ángel Fresneda, charcutero. Asegura que las ventas no han bajado “ni en lo más mínimo”, y que sigue vendiendo incluso productos de “lujo” como los ibéricos.

“Es en un barrio privilegiado”, explica Rubén Martín, que tiene un puesto de pescadería en la puerta principal del mercado. Con una renta media de 130.000 euros al año, Goya es el segundo barrio más rico de España. A pesar de esto, Martín ha registrado una ligera bajada en la venta de pescado y mariscos, alrededor del 20%, aunque asegura no estar preocupado por estas cifras. “Los clientes están siendo un poco más prudentes. Si antes una familia de cuatro personas compraba para comer de sobra, ahora van a lo justo. Pero tampoco renuncian a nada”, afirma.

Todas las esperanzas, tanto de los mercados con una clientela menos pudientes como de los que han mantenido su nivel de compra, residen en la Navidad. “Los turrones y mantecados me van a salvar. La gente tiene siempre más disposición para gastar en las fiestas, y los dulces no pueden faltar en las mesas de Nochebuena”, confía Ventura.

“Este año va a ser muy curioso. Va a pasar lo mismo que con las vacaciones de verano, cuando a pesar de estar todo muy caro, la gente ha viajado mucho como si fuese el fin del mundo”, opina Julián López, carnicero de La Paz. Las fiestas serán las primeras en celebrarse sin restricciones desde el estallido de la pandemia, y los comerciantes están convencidos de que los consumidores tendrán ganas de comer “bien y abundantemente”.

“En diciembre todo el mundo va a gastar mucho, incluso quien ahora está ahorrando. Las consecuencias se verán en enero, cuando se van a dar cuenta de que gastaron demasiado y volverán a comprar poco”, comenta Gallego.

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