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El sector turístico anticipa otro verano de precios disparados y retrasos en los aeropuertos

Dos personas miran panel facturacion terminal T4 del Aeropuerto Adolfo Suarez Madrid Barajas

Cristina G. Bolinches

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Volver a armarse de paciencia y asumir que viajar es significativamente más caro que antes de la pandemia. El sector turístico vive un momento, aparentemente, dulce, ante las positivas previsiones de ocupación de cara a los próximos meses. Pero también hay nubarrones en el horizonte, porque hay aeropuertos que siguen sin estar a plena capacidad, existen tensiones por las condiciones laborales y, también, porque los precios que están marcando las hoteleras pueden hacer difícil a muchas familias hacer frente a las vacaciones con las que sueñan.

El punto de partida no es especialmente tranquilo. En el verano de 2022, la mitad de los vuelos programados en Europa sufrieron retrasos, según Eurocontrol, la Organización Europea para la Seguridad de la Navegación Aérea. Se cancelaron casi 2.000 vuelos cada día, en unos meses marcados por la falta de personal en grandes aeródromos, que no pudieron recuperar a tiempo las capacidades prepandemia. En ese caos aéreo, uno de los aeropuertos que salieron mejor parados fue el de Barajas, en Madrid, donde ocho de cada 10 vuelos fueron puntuales.

De cara a este año, se prevén situaciones bastante parecidas. Uno de esos nubarrones está concentrado en Países Bajos, en el aeropuerto de Ámsterdam, el de Schiphol. Ya en 2022 se convirtió en el epicentro de los retrasos y de las maletas perdidas, por el hecho de no contar con suficiente personal para hacer frente a la recuperación de los vuelos tras las restricciones a la movilidad. Y, este año, se perfila como igual de problemático, lo que puede repercutir en el conjunto de la red de aeropuertos europeos. 

Reducción de la capacidad en Ámsterdam

A los problemas para reforzar plantillas, que se mantienen, se suma la decisión del Gobierno holandés de reducir su capacidad, para intentar reducir los niveles de contaminación y de ruido, en una infraestructura situada a 20 kilómetros de Ámsterdam. Esta decisión se está implantando de forma progresiva: primero, se ha fijado un tope de 500.000 vuelos anuales y, a partir de noviembre, se reducirán a 460.000.

La patronal mundial del sector, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA en sus siglas en inglés) ha criticado esta decisión porque, asegura, va en contra de la legislación europea y del Convenio sobre Aviación Civil Internacional (que se remonta a 1944). Cree que se trata de una medida unilateral, para la que no se ha consultado a la industria, que aún no se ha recuperado económicamente en ese país del golpe de las restricciones de 2020. Además, la IATA cree que rebajar la capacidad de Schiphol puede ser un precedente para otros gobiernos, a la hora de reducir de forma drástica la contaminación, en emisiones y acústica, de sus aeropuertos. 

Eurocontrol también ha avisado de que en el sector aún hay “cuellos de botella” por el aumento de la demanda. Este año será cuando se recuperen totalmente las operaciones con grandes mercados asiáticos, como China o Japón. Para este 2023, el supervisor aéreo habla de “desafíos” y asume que todos los actores van a tener que hacer “esfuerzos formidables” para hacer frente a los problemas de capacidad y minimizar los retrasos.

En esa misma línea IAG -la matriz de Iberia, Vueling y British Airways- ha manifestado su “preocupación” por la preparación del aeródromo londinense de Heathrow de cara al próximo verano. Este aeropuerto, controlado por Ferrovial, ya tuvo que limitar las operaciones y el número de usuarios durante la última campaña estival y pidió a las aerolíneas que restringieran la venta de billetes de vuelos operados desde o hacia esa infraestructura, simplemente, porque no tenía capacidad ni medios para afrontarla. 

Avisan los operadores del sistema y advierten las aerolíneas. El consejero delegado de Lufthansa, Carsten Spohr, asumió durante la presentación de resultados anuales que los problemas de 2022 siguen ahí. En el caso de la compañía germana, de cara a esta temporada, tiene previsto recuperar entre el 80% y el 90% de su capacidad previa a la pandemia. Otras compañías, como IAG (matriz de Iberia, British Airways o Vueling), sí prevén operar este año al 100%, como antes del COVID.

El consejero de Lufthansa también reconoció que las operadoras, sobre todo las del centro de Europa, siguen teniendo problemas para encontrar personal que opere en sus aeropuertos. Una situación similar a la de 2022, cuando aumentaron las tensiones con las plantillas y las reclamaciones para mejorar sus condiciones laborales. En España, la patronal de las aerolíneas, ALA, lo que pide son más refuerzos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado porque aquí las colas se producen en los controles de los vuelos internacionales.

Los trabajadores de los aeropuertos no son los únicos que piden mejorar su situación laboral. En las últimas semanas, en España se están desarrollando paros de los pilotos de Air Nostrum, la pata de vuelos regionales de Iberia. No es una situación local. En Estados Unidos, los de American Airlines, votarán en abril si van a la huelga para reclamar una subida salarial, que ya han llevado a cabo otras compañías estadounidenses, como Delta, que, a principios de marzo, aprobó una subida salarial para estos profesionales de más del 30% hasta 2026.

Lo que sí suben son los precios. El primer ejecutivo de Lufthansa reconoció que las tarifas que pagan los ciudadanos por volar están un 20% por encima de los niveles prepandemia. No es algo que toque solo a las aerolíneas convencionales. Ya el verano pasado, el polémico consejero delegado de Ryanair, Michael O'Leary, adelantó que el tiempo de los viajes a muy bajo coste había llegado a su fin. En una entrevista con en la radio de la BBC, O'Leary aseguró que “no había duda” de que los precios muy baratos, de entre uno y 10 euros “ya no los volverás a ver en unos cuantos años”. 

Llamada a la contención de precios

Ese mismo camino es el que están recorriendo las hoteleras, que aprovechan la alta demanda para mantener la presión al alza de los precios. Su facturación ya está, de hecho, disparada, antes incluso de que llegue la Semana Santa, donde se prevén cifras de ocupación superiores a las de 2019, el año récord. 

Los últimos datos -oficiales- de precios corresponden al mes de febrero. En él, la facturación media diaria por cada habitación ocupada (denominada ADR) rozó los 100 euros, según las cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE). De media, una habitación costaba en febrero en España 99,8 euros, un 13,2% más que el mismo mes de 2022. Es un 20% más que antes de la pandemia. En febrero de 2019 los hoteles se quedaban por debajo de los 84 euros la noche, en un mes que se considera de temporada baja, salvo en los destinos de Carnaval. 

Las hoteleras ya avisaron en la última edición de Fitur, la feria internacional del turismo, que no veían techo a sus precios. Una de las cadenas con más presencia en España, NH, adelantó que prevé que este sea el mejor año de su historia en cuanto a su cifra de negocio. 

De nuevo, optimismo y, también, una llamada a la serenidad. La ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, reclamó a las empresas “contención”, durante una entrevista con el director de elDiario.es Ignacio Escolar. 

“Les pediría contención de precios”, reclamó Maroto. A pesar del “entorno inflacionista”, recuerda que “casi dos años con restricciones, viajar tendría que ser asequible” para las familias, independientemente de su presupuesto.

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