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Del miedo al placer, mi inusitado periplo con las esterillas de masaje con pinchos

Una mujer utilizando las esterillas de Pranamat ECO

Nela Crespo

Tras probar las esterillas de Pranamat ECO durante 15 días, quiero contaros mi experiencia diaria con ellas y cómo, tras el paso de los días, se han ido convirtiendo en un imprescindible en mi rutina diaria. He pasado de contemplarlas con pavor a presumir de ellas gracias a los múltiples beneficios que me aportan: descontracturante, músculos más relajados, un sueño más placentero, desaparición de los dolores de espalda, más alegría... 

Día 1

Cuando contemplo las tres esterillas de Pranamat ECO con múltiples flores de loto, cuyos pétalos tienen una forma puntiaguda, mi primera impresión y comentarios hacia mis amigos es que voy a aposentar todo mi cuerpo sobre una versión decorativa, hipoalergénica y de materiales naturales como algodón, lino y fibra de coco, del camastro de un faquir. 

Es verdad que los pinchos, cuyo diseño está patentado, son de plástico HIPS 100% hipoalergénico y de alta calidad, y al principio, dan incluso pánico. Yo, que estoy acostumbrada a recibir masajes durante toda mi vida porque siempre he tenido constantes dolores de espalda y, especialmente, de cervicales, me esperaba algo mecánico, con un mando manual dirigible, no tres almohadillas con púas, una para la cabeza, otra para el tronco y otra para los pies, que, en el primer momento, es la única que resulta medianamente agradable.

Lo curioso es que, según van pasando los minutos, sobre la colchoneta, poco a poco, muy paulatinamente y sin prisas, vas notando que... 

No, lo siento infinitamente, pero a día de hoy estoy muy lejos de sentir placer, pero le voy a dar otra oportunidad a estos cacharros inertes, porque me producen esa atrayente sensación de placer/dolor que quizás —y anhelo que sea lo antes posible— merezca la pena. 

Día 3

He empezado riéndome y luego me ha dado por suspirar. Me sigue recordando mucho a cuando mis fisioterapeutas inciden en zonas que me dan gusto pero también me duelen a la vez, y empiezo a entender la filosofía de esta especie de colchoneta con púas, que es el juego sufrimiento-alivio. Si bien, técnicamente, se ve que “el set de masaje funciona bajo el principio de la acupresión”.

A la vez, es un poquito como si me hubieran condenado al Infierno de la Divina Comedia de Dante. ¡Y me estoy acostumbrando! De hecho, confieso que, así como no quiere la cosa, me he pegado 15 minutos más aquí pegada a las púas, y cuando sientes cómo te está soliviantado las zona de los riñones, resulta bastante más placentero, pero el truco es tu propio movimiento para masajear las zonas que más te apetecen.

Día 4

Sigo cogiendo las esterillas con miedo pero he de reconocer que, en cuanto mi cuerpo y, sobre todo, mi cervicales y mi cabeza reposan sobre ellas, me empiezo a reír de gusto a mandíbula batiente. 

Yo no estoy loca por lo general, es que, al parecer, este masaje “ayuda a liberar endorfinas, conocidas también como ‘hormonas de la felicidad’, las cuales poseen un efecto analgésico y antiestresante, disminuyen el nivel de ansiedad, y aumentan la sensación de satisfacción, de tranquilidad y de seguridad”.

Día 5

Siento una imperiosa necesidad de tratar la parte del cuello y el cuero cabelludo y voy sintiendo mucho gustito; en busca de más, decido darme la vuelta para poner la cabeza justamente encima de la almohadilla. Gustazo total en el cuero cabelludo.

Día 7

Hoy me he tumbado en la esterilla justamente después de pegarme una paliza haciendo boxeo, así que he pensado que me vendría muy bien un masajito y la verdad es que lo pillas con más ganas. Se agradece un montón, mis lumbares están aplaudiendo y a las cervicales también las tengo muy contentas. Ciertamente, el cuerpo te lo pide mucho más justo después de hacer deporte, a modo de estiramientos y para relajar los músculos. Hoy suspiro como si me estuvieran vaciando por dentro y duermo como un bebé, otro beneficio colateral. 

Día 8

Cuál no será mi sorpresa cuando vienen a mi casa unos amigos terapeutas del centro terapéutico Sarvata en Holanda, y, al ver mis alfombrillas, me dicen que ellos la tienen y que les encanta, que sus efectos beneficiosos son “una cuestión de tiempo porque ejerce una especie de acupuntura”.

De hecho, mi amigo no duda ni un instante en descalzarse y ponerse de pie encima de la alfombrilla y en animarme a mí a hacer lo propio en la otra parte, sintiendo los pinchitos en cada zona del pie, desde los dedos hasta los talones. Lo cual, durante los 40 segundos que consigo estar encima como si estuviera pisando uvas, me hace reír a carcajadas y me incita a repetir unas cuantas veces, pues la sensación que causa en los pies sube hasta la nuca y un poco más allá. 

Tanto aprecio su opinión que me vuelvo a tumbar encima de la esterilla, restregando toda mi nuca sobre la almohadilla y mis gemelos sobre la parte inferior. Creo que se me están quitando las contracturas. No me extraña que el 97% de los participantes en los estudios clínicos llevados a cabo por la marca declarara que tenía la espalda menos cargada y que el 70% confesara la desaparición completa de los dolores de espalda.

Día 12

Hoy he probado a ponerme la esterilla de la espalda en la silla del escritorio, con la almohadilla para apoyar la cabeza y la esterilla en los pies, primero con calcetines y después descalza, y pienso que he encontrado la panacea porque el hecho de tener los pinchitos todo el rato clavados en las zonas más perjudicadas del cuerpo y en los pies, ejerciendo presión, resulta incluso anestésico y es como si estuvieran todo el rato haciéndome un masaje mientras trabajo. Lo cual, es, a todas luces, un lujo al que no pretendo renunciar. 

Día 13

Motu proprio y por gusto, me he vuelto a poner las tres esterillas mientras escribo y me encanta, me olvido de que tengo las flores de loto clavadas y noto que mi espalda lo agradece tras horas de trabajo, en especial, las cervicales, que son mi punto débil. 

Día 14

Se me ha ocurrido colocar las esterillas en la hamaca colgante de la terraza y aquí estoy extasiada, voy cambiando de los gemelos a los pies, me masajeo el cuero cabelludo y dejo que haga efecto en mis lumbares, que estoy premenstrual y los llevo cargadísimos. Me falta el mojito, definitivamente. 

Día 15

Hoy tengo un día penoso, de esos deprimentes en los que preferirías acostarte y amanecer 24 horas más tarde con todo solucionado. Así que me planto ante el ordenador de buena mañana con las tres esterillas para comprobar si decían la verdad en los resultados del ensayo clínico sobre el producto. En él afirmaban que el 90% manifestó una reducción de la ansiedad y el estrés, el 80% sintió alivio de los dolores de cabeza, el 83% experimentó eliminación de la fatiga y la apatía, y el 93% que comprobó un impulso de energía.

Y oye, tras 15 días usando el set, noto las cervicales menos cargadas y acabo por la noche bastante más relajada y alegre, como si me hubieran metido un chute de endorfinas.

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