La tensión entre querer volver y tener que quedarse: la situación de los refugiados ucranianos en Rumanía
Rumanía es uno de los países que más refugiados ha recibido, 2,7 millones desde el 24 de marzo, ya sea de forma directa o a través de Moldavia, según los datos registradas por ACNUR. 108.000 se han afincado ya en el país, una cifra que ha ido creciendo paulatinamente desde principios de octubre. Son dos las principales oleadas de éxodo, la registrada al inicio del conflicto y a la que se enfrentan con la llegada del frío y los ataques a las infraestructuras energéticas ucranianas. “Es casi matemático”, explica Pablo Zapata, responsable de ACNUR en Rumanía, “hay un ataque y vemos una mayor cantidad de refugiados permaneciendo en el país”.
Los 111.000 refugiados que residen actualmente en Rumanía tienen las necesidades cubiertas por una combinación de asistencia que viene por una parte por la ayuda del Gobierno rumano, en forma de dinero para alquiler y comida, y complementado por ACNUR con casi 50.000 personas que han recibido asistencia financiera, un 45% de la población refugiada registrada, y complementada con la ayuda de otros socios que proporcionan otras instancias, como lugares de recogida de alimentos, kits higiénicos o ropa.
El desafío es alcanzar objetivos a mediano y largo plazo para alcanzar la integración e inclusión de estos refugiados en la sociedad rumana. “No es sostenible tener programas de asistencia tan amplios sin que podamos avanzar en temas como el empleo, el registro y atención en centros educativos, salas de lactancia y cuna, y en general la autosuficiencia y protección social”.
La tensión emocional de los refugiados ucranianos es una cuerda en la que en un extremo tienen su deseo de volver a casa con sus familias y al otro la realidad de un conflicto que se ha alargado durante un año y en el que la previsión a corto y medio plazo es la de residir en su país de acogida. “Hay un deseo muy fuerte de reunirse, pero por otra parte se están haciendo cada vez más a la idea de que esto puede durar, que el retorno que habían anticipado para el pasado verano, para final de año, ahora piensan en primavera verano… y estos plazos no se corresponden con la realidad en el terreno”.
Recuperar la infancia y facilitar el crecimiento personal
El trabajo con la infancia se realiza, tanto por parte del Gobierno rumano como de las asociaciones que trabajan día a día con ellos, desde la primera acogida en frontera, una fase de emergencia que sigue activa y en la que se reciben aproximadamente 7.000 refugiados diarios —la mayoría de los cuales transita por Rumania en ruta a otros países—. Desde ese primer momento, las autoridades y equipos específicos de las ONG intentan identificar a los menores no acompañados.
Sobre todo al principio de la crisis hubo una gran cantidad trabajo con relación a niños que una determinada familia le daba a otra, compañeros de curso de familias que no podían salir del país y hablaban con los padres de amigos de sus hijos para que se los llevaran a un lugar seguro con los documentos que podían aportar para su identificación. “Se fue buscando una solución muy seria por parte de las autoridades de la protección de la infancia a cómo regularizar la situación de estos niños y asegurarse de que no se pierdan en la multitud de llegadas”, explica Pablo Zapata.
Ese es el primer desafío al que se enfrentan autoridades y organizaciones en el terreno al estallar la guerra, pero después vienen otros que tienen que ver con la inserción escolar. Este desafío es una parte más de la tensión entre querer volver y tener que quedarse. La inmensa mayoría de jóvenes y niños refugiados siguen atendiendo clases en línea a través de internet con Ucrania que les permite convalidar y no perder ningún año de formación. “La inserción escolar en los países de acogida no es solo un elemento académico, también lo es social y de desarrollo personal. No se trata solo de que sigan con su curriculum, sino que activamente se integren en las escuelas rumanas y que también sean capaces de recibir enseñanza en rumano, y ahí hay un apoyo que dar al Ministerio de Educación”.
Estos nudos, difíciles de desanudar por el volumen de niños, niñas y adolescentes —unos 37.000 concentrados en zonas concretas del país— se complican al hablar de salud mental. “La situación es de trauma no reportado”, comenta Pablo Zapata, “en lo cotidiano siguen su vida de forma funcional, pero apenas se escarba un poco desde la superficie hacia los sentimientos y las esperanzas, te das cuenta de cómo golpea”.
Los trabajadores en el terreno notan una diferencia sustancial entre los acogidos que llegaron en las primeras olas y en los que han llegado durante el invierno, que vienen de zonas mucho más afectadas en las provincias del sur de Ucrania, niños y niñas, pero también adultos que han pasado un año extremadamente complicado. “En algunos casos el trauma es más evidente, y la atención proporcionada por las Organizaciones como ACNUR tiene que ser individualizada”.
Una atención personal y adaptada a las necesidades
El programa de trabajo con las organizaciones no gubernamentales locales adquiere su mayor valor al dar respuesta a las necesidades específicas de las personas que van encontrando. Si un refugiado o familia entra en la red de las 14 ONGs que trabajan en Rumanía en este momento por un asunto específico (salud mental, dificultades económicas, etc), y se detectan otros problemas, se refieren a otros servicios para dar una asistencia completa.
En el caso de ACNUR, se realizan entrevistas individualizadas para analizar la situación y detectar las primeras necesidades. “Estamos todavía en una fase masiva, hay referencias genéricas para atender los casos que van surgiendo, mujeres que han sufrido violencia sexual, niños no acompañados… en Bucarest trabajamos con servicios que registran a personas que necesitan ayuda financiera y trabajamos con la agencia estatal de empleo, pero en estos casos, una mujer con niños que no conoce el idioma, no puede ni acudir a la entrevista de trabajo. Son temas concurrentes con los que vamos trabajando”.
Medidas como la adoptada por el Gobierno de Rumanía suponen una solución a corto plazo para esa adaptación al país de acogida. Por ejemplo, lo que buscamos es que la refugiada que se inscriba a un curso de aprendizaje del idioma recibe una ayuda financiera para que pueda mantener el esfuerzo, y al mismo tiempo se buscan escuelas en las que sus hijos puedan recibir clases en el mismo área donde ella recibe los cursos, y además se le conecta con asociaciones que buscan empleo de forma activa, generando sinergías entre educación, trabajo e idioma, que son los mayores impedimentos en la inclusión social.
Un reto que se alarga en el tiempo y sigue necesitando ayuda
Según Pablo Zapata, solo hay tres palabras que resumen el desafío para este año 2023: “Sostener, sostener, y sostener”. Ese es el reto: sostener la respuesta. “Las bases en términos legislativos y de actores que están operando ya están dadas, y son firmes. Lo que hay que buscar es cómo sostener estos programas. Seguir trabajando con la misma ilusión de los primeros días”. Sigue siendo igualmente necesario pero está más oculto, han desaparecido las imágenes de las filas de refugiados en las fronteras que a todos nos impactaron, pero el promedio de llegadas a países como Rumanía continúa en cifras muy elevadas. “También hay una cantidad de retornos muy importante, pero muchos de esos retornos no son sostenibles, y les vemos volver algunas semanas después”.
En ese apoyo para sostener la respuesta, ACNUR se centra en el trabajo en localidades rumanas en las que las autoridades sienten que ya no pueden mantener el esfuerzo con los actores locales, para reforzar el trabajo que se realiza en el terreno y no dejar desatendida a la población ucraniana que reside en estas localidades. En esto, los donantes particulares —que en el caso de España superan con creces a lo aportado a nivel estatal y de Comunidades Autónomas— tienen un papel fundamental para mantener los niveles no solo de ayuda material, sino de apoyo político, social y humanitario en un conflicto que no tiene perspectivas de resolverse a corto plazo.
“Nuestra labor como ACNUR es lo que se le ha dicho al Gobierno rumano desde el día 1: nosotros estamos aquí con vosotros de principio a fin. Tenemos esa capacidad dado el número de países y personas donantes a nivel mundial de aceptar este compromiso. ¿Que después varía de cuántos fondos dispongamos? Sí, varía, pero a nivel de presencia tenemos la capacidad de comprometernos, y estamos comprometidos”.