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Ainhoa Arteta arma la revolución en el Teatro Maestranza con ‘Andrea Chénier’

Andrea Chenier /foto: Shooting Serveis Fotografics

A.L.

Atardece en el principio del verano de 1789, y en el castillo de Coigny se ultiman los preparativos para una gran recepción. Nadie ignora que la situación política en Francia es convulsa, y que el malestar crece entre el pueblo llano, pero las ganas de diversión y la tentación de derroche son demasiado fuertes entre las clases pudientes. Entre los nobles e intelectuales invitados destaca el joven poeta Andrea Chénier, quien va a negarse a leer sus versos para diversión de sus anfitriones, y en cambio lanzará una declaración de amor al país y a las gentes humildes, que están a punto de alzarse en armas, frente al egoísmo de los estamentos privilegiados.

Esta es la figura que da título a Andrea Chénier, versión libre de la vida del poeta francés del mismo nombre (1762–1794), ejecutado durante la Revolución Francesa –en la conocida época del Terror– acusado de “crímenes contra el Estado”. Una vida convertida en hermosa ópera en cuatro actos, adscrita a la corriente verista que renovó el bel canto italiano a las puertas del siglo XX. Ahora, Pedro Halffter Caro dirige a la ROSS y al Coro de la Asociación de Amigos del Teatro de la Maestranza en una producción del Festival Castell de Peralada y la ABAO de Bilbao, que llegará a Sevilla los días 5, 8, 11 y 14 del próximo mes de junio.

El montaje viene arropando a un gran reparto encabezado por el tenor surcoreano Alfred Kim, habitual de los grandes escenarios líricos internacionales –y quien ya participó en el Maestranza en Aída en 2013- y por la soprano navarra Ainhoa Arteta,  quien debutó con gran éxito el personaje de Maddalena en Oviedo en 2017. Completa el trío protagonista el excelente barítono andaluz Juan Jesús Rodríguez.

El “amor del alma”

En su estreno ovetense, Arteta confesó a la revista Codalario que su personaje “es una persona comprometida con su patria, pero que a la vez tiene mucho sentimiento”, afirmaba. “Es sin duda uno de los personajes más apasionantes, más humanos y más interesantes de la ópera, sobre todo a nivel psicológico. Maddalena es el vehículo que transforma a los dos papeles principales, y les da la gran lección de vida, que es descubrir el amor del alma, el que nunca muere”. Asimismo, aseveró que se trata de un papel “que llevaba años sabiendo que podía afrontarlo, pero hasta que no tengo las cosas muy claras a nivel vocal y emocional, no me lanzo”. Finalmente, se ha convertido en “uno de los destacados de mi carrera junto con Tosca y Manon Lescaut. Es un rol en el que puedo ofrecer mucho”, apostilló la soprano.  

Compuesta por Umberto Giordano (1867–1948) sobre libreto del gran Luigi Illica -el libretista de La Bohème, Tosca y Madame Butterfly- la hermosa partitura de Andrea Chénier sostiene una escritura vocal diseñada para el gran lucimiento del tenor que encarna al poeta en arias como “Un di all'azzuro spazio”  o la romanza  “Come un bel di Maggio”. Sin embargo, para el público más popular, no es precisamente ninguna de las arias para tenor la más conocidas y conmovedoras de esta ópera, sino otra, estremecedora y doliente, que entona la soprano protagonista: “La mamma morta”, que ha popularizado el cine en escenas memorables como aquella en la que un enfermo y arrebatado Tom Hanks, contagiando del dramatismo de la partitura a Denzel Washington, la oía en Philadelphia, de Jonathan Demme, en la versión cantada, por supuesto, por Maria Callas.

“Un buen espectáculo”

Estrenada en la Scala de Milan en 1896, efectivamente, catapultó al tenor protagonista, Giuseppe Borgatti y estableció al título como un poderoso vehículo para el lucimiento de los tenores que, como Gigli, Caruso, Corelli, Del Monaco, Domingo o Pavarotti harían suyo el papel convirtiéndolo, en algún momento, en pieza estelar de su repertorio.

Paul Henry Lang, que detecta en Giordano los ecos futuros de un Poulenc, sostiene que “cualquier empresario que no monte Andrea Chénier no hace más que engañar a su cartera”, en alusión a que el título es “un buen espectáculo” pues, por sus valores musicales y por cómo está trenzado argumentalmente el drama, atrapa la atención del público. “Giordano”, escribe Lang, “tenía un gran sentido de la escena, sabiendo exactamente lo que hay que eliminar y lo que solo es bueno sobre el papel”. Se trata, además, del gran espectáculo de un compositor que -pese a escribir muchas más- ha quedado para la posteridad como el autor de una sola ópera, a excepción de Fedora, dos años posterior. La orquestación, de gran brillantez e imaginación y el dramatismo de la obra, absorben al espectador desde el principio de la función.

En la historia, situada en el París convulso de la Revolución a finales del siglo XVIII, el trío que forman el poeta Chénier y la aristócrata Maddalena de Coigny, pareja de enamorados, junto al líder revolucionario Gerard, se ve arrastrado por un libreto exacerbado que combina la tragedia pasional con la intriga y el desencanto político en un relato que conducirá a la pareja de enamorados a morir juntos a manos de la justicia jacobina.

Así pues, y dramatizando una tragedia amorosa sobre ese agitado ambiente histórico, Andrea Chénier se adentra en los aspectos sociales de la Revolución y abarca temas como el odio, la violencia, la guerra civil, los resentimientos, la lucha de clases, el amor y el romance en el marco de una Revolución que devora a sus hijos. Por el argumento y la crudeza del relato -y por estar escrita por el mismo libretista- los especialistas han relacionado a Chénier con la Tosca de Puccini.

 

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