Alergias otoñales: ¿qué elementos las producen?

Foto: Randen Pederson

Jordi Sabaté

Las personas alérgicas, y en especial las asmáticas, temen la llegada de la primavera a pesar de que signifique una mejora climatológica general. La temen porque saben que sube la humedad ambiental, aumentan las lluvias y la mayoría de las plantas despiertan al periodo reproductivo, sobre todo las anemófilas, cuya polinización depende del viento.

Esto se traduce en un aumento de polen en el ambiente, que es una de las principales causas de las reacciones autoinmunes alérgicas, cuyos síntomas más frecuentes son enrojecimiento y picor en los ojos, rinitis y sequedad de las mucosas nasales, silbidos al respirar, aumento de la mucosidad traqueal e incluso obstrucción pulmonar moderada debido al asma.

Sin embargo, pocos caen en la cuenta de que en otoño, aunque con menor intensidad, también experimentan síntomas similares e incluso en algunos casos el tormento primaveral se repite. ¿Qué los causa si se supone que el ambiente está libre de polen? Bien, a parte de que esto no es exactamente así, ya que hay algunas especies bastante agresivas desde el punto de vista alergénico, otros condicionantes pueden hacer aumentar la sensibilidad autoinmune.

Principales causas de las alergias otoñales

  • Las cupresáceas: la familia de plantas y arbustos a los que pertenecen los cipreses, las tuyas y diversos tipos de setos florece en octubre y además es anemófila, es decir que se poliniza por el aire. Esto se traduce en que en estas fechas la atmósfera de muchas zonas del Estado se llena de polen de estas plantas. El polen de ciprés es bastante agresivo desde el punto de vista alergénico: se estima que entre un 15 y un 20% de la población padece alergia al polen de cipreses.
  • Las amarantáceas: en esta familia de plantas herbáceas entran desde cenizo al amaranto. Algunas de las especies son ruderales -de cunetas y caminos- y otras se cultivan con fines comerciales. También polinizan ahora y también tienen un elevado poder alergénico. En años más húmedos, se limitan a las zonas más secas de la península, pero este verano tan seco y caluroso que estamos sufriendo puede haberlas hecho comunes también en el litoral, sobre todo el mediterráneo. Se estima que un 5% es alérgico al polen de las amarantáceas.
  • Los cultivos de quinoa: la quinoa es una especie que pertenece a la familia de las chenopodiáceas que últimamente ha adquirido un gran predicamento nutricional, sobre todo entre las personas vegetarianas, veganas o flexitarianas. El caso es que España es uno de los principales productores europeos de quinoa, que se planta en monocultivos en toda la franja mediterránea. La quinoa también florece en estas fechas y poliniza de forma anemófila. Cuanto más crece la extensión de su cultivo, mayor es el porcentaje de polen en el aire.
  • Los ácaros: sobre todo en las casas, la progresiva bajada de las temperaturas y el aumento de la humedad, aunque no en años como este, hace que nos recluyamos más en casa y cerremos las ventanas, mejorando las condiciones para que los ácaros, unos minúsculos arácnidos que habitan entre los tejidos y el polvo, aumenten sus poblaciones. Si además encendemos la calefacción, ya les damos el ambiente perfecto para su proliferación, con lo que al entrar en casa no debe extrañarnos si aumentamos los estornudos y las rinitis, sobre todo si la atmósfera del hogar está demasiado seca. Para evitarlos, deberemos aumentar la frecuencia con la que aspiramos, sobre todo rincones donde se acumula el polvo, y también deberemos lavar con más frecuencia sábanas y toallas.
  • La contaminación industrial: otra de las consecuencias de la bajada de las temperaturas es que el aire se enfría y no se produce un recambio térmico tan pronunciado, con lo cual la contaminación debida a industrias y medios de transporte que funcionan con motores de combustión, sobre todo con gasóleo diésel, se mantienen en el aire por mayor tiempo. En otoños como el actual, donde además no llueve y ni se producen grandes vientos, la contaminación se hace más patente. Aunque el poder alergénico de la contaminación no está claro, sí se conoce que en individuos alérgicos aumenta la sensibilidad y por tanto los hace más vulnerables al restos de los factores antes descritos.

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