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Entrevista

Clare Hunter, escritora: “El bordado es un medio de expresión, de transmisión cultural y a veces también de protesta”

Clare Hunter, autora de 'Hilos de vida' (Capitán Swing).

Alba Correa

19 de septiembre de 2025 23:03 h

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En 1820, en Inglaterra, una mujer daba las puntadas finales sobre una colcha de patchwork. En la más cuidada caligrafía, invocó con su aguja el siguiente deseo: “No me olvides, recuérdame”, y firmó bajo el nombre de Ann West. Poco o nada se sabe de la costurera Ann West, autora de esta colcha que descansa en el Victoria & Albert Museum de Londres, quien no ha conseguido ser identificada. Nada, salvo la cantidad de tiempo que tuvo que pasar cosiendo esta detallada pieza. Nada salvo que, valiéndose de iconografía infantil y de su enorme talento con la aguja, intentó capturar todo su mundo en esas pulgadas.

De proezas del bordado como la de la misteriosa Ann West habla Hilos de vida, el libro de la artista y comisaria textil, también fundadora de Sewing Matters, Clare Hunter (Glasgow, 1950), publicado por Capitán Swing. En este ensayo, la escritora escocesa defiende la cualidad del bordado como un medio de expresión, de transmisión de una herencia cultural, a veces también de protesta y, en definitiva, como la manifestación de una voz que no siempre se ha sabido escuchar o decodificar. Desde los bordados de María I de Escocia durante su cautiverio a los estandartes cosidos por las sufragistas, pasando por el grito silencioso de las prisioneras de Changi durante la II Guerra Mundial prendado en sábanas de hospital.

En el trabajo de patchwork de Ann West, escenas bíblicas como la central, en la que Adán nombra a los animales, se suceden junto a otras que aluden a la cotidianidad de la Inglaterra rural contemporánea a su autora. Es un retrato social bordado en más de sesenta recuadros que fascina a Hunter. “Un pastor conduce a sus vacas de vuelta a casa, una mujer pide limosna en la calle, también se está celebrando una boda”, enumera. “[West] básicamente logró documentar su comunidad en ese momento, con pequeñas escenas de la Inglaterra rural y de las personas que la rodeaban en su vida. Lo que más me gusta es su estilo de coser, muy exuberante, que nos permite atisbar algo de quién fue la propia Ann West. Una mujer joven con un gran sentido del humor, con buena energía, muy perceptiva con las personas que la rodeaban. Captura la cotidianidad del momento y le insufla vida para que la podamos conocer”.

Sobre el valor comunicativo, social y político del bordado, a menudo menospreciado por su asociación a las labores femeninas, en manos de mujeres que lo eligieron para expresarse incluso en casos en los que no sabían hacerlo por escrito, hablamos con Hunter, quien ha dedicado no solo trabajo y estudio a la historia del bordado, sino el mimo y la empatía necesarios.

¿Cuál es el valor del bordado que históricamente ha pasado desapercibido?

Tendemos a pensar en el bordado como decoración, pero en realidad es algo muy aseverativo. Todo lo que las personas cosieron en el pasado sirvió para que hoy tengamos otras maneras de hacernos oír y expresarnos. A veces sirve para celebrar o conmemorar algo. Otras, se hacen regalos en forma de tejido que llevan consigo trabajo, tiempo y esmero. Significa amor y significa cuidado. Olvidamos que distintos tipos de textos implican distintos significados. Una pancarta es una bandera de protesta. Una colcha muestra una necesidad de cuidar y proteger. El patchwork es un repositorio de recuerdos familiares o comunitarios. Cada uno de estos distintos tipos de textil tiene un significado y la gente los escoge deliberadamente. Ese sentido emocional o cultural es algo que todavía tenemos que comprender en toda su riqueza.

'Colcha australiana de Changi' bordada, realizada por las mujeres internas en la prisión de Changi (Singapur), en 1942.

¿Por qué ha tardado tanto en ser decodificado y reconocido el valor de estas piezas?

Hay dos factores. Por un lado, en el siglo XVII el trabajo de aguja pasó a ser algo que se hacía en casa, un trabajo doméstico y, como tal, uno de mujeres. Las voces de las mujeres no eran valoradas ni consideradas interesantes pero, aunque las mujeres lo sabían, siguieron cosiendo y encriptando un simbolismo con el que a menudo expresaban sus propias vidas. En mi segundo libro escribo sobre María I de Escocia, de su cautiverio. A menudo, cuando las personas están marginadas de alguna manera, ya sean ellas mismas o su cultura, recurren a la costura como un modo secreto de escribir sobre sí mismas y su vida, tal y como hizo ella.

Al convertirse en algo doméstico se hizo menos público, lo que fue útil para personas como María I de Escocia, porque así continuó cosiendo su autobiografía mientras sus enemigos escribían un retrato muy distinto de ella, incapaces de descifrar el simbolismo de sus bordados. Incluso hoy hay una falta de visibilidad. No vemos a gente cosiendo, gran parte del trabajo lo hace una máquina. No ayuda a comprender entonces el esfuerzo o el cuidado y el talento de estos trabajos. Aquellas mujeres no sabían escribir, pero sabían coser, y eso hicieron, y es extraordinario.

Todo lo que las personas cosieron en el pasado sirvió para que hoy tengamos otras maneras de hacernos oír y expresarnos

¿Contiene el bordado la historia del activismo femenino?

Es una manifestación de la agencia de las mujeres, especialmente en momentos en los que no hemos tenido plataformas públicas para organizarnos. Lo maravilloso del trabajo de costura es que es funcional, se utiliza, es admirado y reconocido, y habla de una presencia femenina, ya sea en cortinas, colchas o manteles. Esos objetos, que entendemos como pertenecientes a la vida doméstica, están afirmando una presencia femenina en el espacio.

Hace 900 años, las bordadoras que hicieron el tapiz de Bayeux tras la batalla de Hastings en 1066 contaron la historia, hicieron un documental bélico. Esas bordadoras eran mujeres que también habían padecido los abusos de la guerra, y los cosieron. Aunque hay cientos de animales y hombres, solo hay seis mujeres en el tapiz y sus representaciones son de menor tamaño que las de sus compañeros masculinos. Se piensa que las hicieron a escondidas de quienes supervisaban su labor. A lo largo de la historia las mujeres han utilizado la costura para expresar lealtades o para contar sus propias historias emocionales.

Sufragistas confeccionando pancartas para la marcha a Hyde Park (Londres) el 23 de julio de 1910.

Como el patchwork de las arpilleras de Chile que, aunque podían parecer historias familiares o de la vida en comunidad, realmente documentaron los abusos en tiempos de terror. No vieron en esos bordados los hombres escondidos tras los árboles con armas, no supieron entender que una silla vacía en la mesa familiar representaba a un padre desaparecido. Las mujeres han utilizado estas habilidades para implicarse en la vida local o comunitaria, para preservar tradiciones. Son ellas quienes, a través de sus bordados, se han alzado custodias de las tradiciones culturales y la identidad, particularmente cuando una comunidad se ve obligada a dejar su país.

[El bordado] es una manifestación de la agencia de las mujeres, especialmente en momentos en los que no hemos tenido plataformas públicas para organizarnos

Las obras textiles han conquistado también espacio en las últimas décadas en el interior de los museos de arte. ¿A qué piensa que responde el interés actual por estas piezas?

Es interesante la conciencia sobre sostenibilidad de la gente joven y su interés en la cultura material del pasado. Empezamos a ver mucho más arte textil que utiliza prendas o tejidos usados y lo adapta a expresiones modernas sobre nuestras vidas hoy. Es un desarrollo interesante. En el pasado la gente siempre recicló partes de la ropa y otros textiles para hacer cosas nuevas. En el siglo XVI, la seda y las joyas que se usaban para bordar eran tan caras que, cuando un vestido ya no se podía seguir luciendo, se descosía y se utilizaba en otro objeto. En el mundo textil siempre ha habido un elemento de reciclaje, pero últimamente se emplea para destacar otra capa de significado. A la gente le interesa más la cultura material y lo que ésta nos cuenta, particularmente de las mujeres del pasado. La apreciación por lo que el textil como obra de arte puede decir ha aumentado.

En tiempos de moda rápida a bajo coste, ¿qué supone reivindicar el valor de estos trabajos de costura y bordado?

Hay muchas cosas ocurriendo al mismo tiempo, encajando perfectamente unas con otras. Como el propio movimiento a favor de la vida lenta, que valora tomarse tiempo para hacer las cosas y permitirse a uno mismo un espacio contemplativo al hacerlas. Coser es una de estas actividades. Este movimiento convive con los que rechazan la moda rápida de usar y tirar. Existen plataformas de gente que se reúne a coser y a remendar prendas en el exterior de estas tiendas, intentando convencer a los viandantes para que consideren reparar en lugar de comprar, valorar las prendas que ya tienen y pensar en cómo alargar su vida útil. Existen iniciativas para transformar las prendas donadas a las ONG en nuevas prendas, más interesantes, y por supuesto existen las tiendas de moda vintage, o la tendencia de los remiendos visibles, con la que no intentas que la reparación pase desapercibida, sino que se vean las puntadas. Todo esto es fascinante y cada vez atrae más a la gente, porque remendar cada vez encaja más en la vida que llevan. En remendar hay también algo de metáfora; al reparar algo también arreglas algo dentro de ti.

Hace 900 años, las bordadoras que hicieron el tapiz de Bayeux tras la batalla de Hastings en 1066 contaron la historia, hicieron un documental bélico. Esas bordadoras eran mujeres que también habían padecido los abusos de la guerra, y los cosieron

En el contexto de rapidez actual, ¿es difícil encontrar el espacio mental y temporal para estas actividades?

Es difícil, pero se está convirtiendo en algo esencial. Para algunas personas es un antídoto necesario frente a una vida acelerada. También pienso que es una reacción contra una tecnología que nos lleva a pasar mucho tiempo mirando una pantalla en lugar de experimentar con la tactilidad. Como seres humanos tenemos una necesidad innata de llevar a cabo actividades táctiles. El tacto de las prendas, la sensación de trabajar con algo sensorial, son buenos antídotos frente al tiempo que tenemos que pasar mirando una pantalla y tecleando. Nuestras necesidades sensoriales son tan vitales como las mentales, y el trabajo de costura, u otros trabajos manuales, son la respuesta. De otra manera nos reducimos a algoritmos. Con la IA, además, la necesidad de conservar el sentido de nuestra individualidad o identidad en un lugar seguro aumenta. Las manualidades, y coser en particular, serán cada vez más importantes y valoradas.

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