¿Soy un comprador compulsivo? Claves para advertirlo y solucionarlo

Ciudadanos acuden a comprar durante las rebajas del Black Friday en Sevilla, a 29 de noviembre de 2019.

Cristian Vázquez

12 de noviembre de 2020 21:58 h

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La nuestra es una sociedad que, en buena medida, se basa en el consumo. Un consumo que a menudo no solo excede los productos realmente necesarios para vivir, sino que se torna tan desmedido que genera problemas. Uno de los principales es el impacto medioambiental de ese consumo desenfrenado. Pero también hay un efecto social, que afecta de forma individual a muchas personas.

Ese impacto muchas veces toma la forma de una compulsión por comprar cosas. La adicción por las compras forma parte de los llamados trastornos del control de impulsos, que también incluye problemas como la cleptomanía, la piromanía, la ludopatía y las conductas repetitivas centradas en el cuerpo, como la onicofagia y la dermatilomanía, entre otras. Y produce -al igual que todas las adicciones- muchas consecuencias negativas.

Un estudio realizado en Galicia hace algunos años estimó que más de un 7% de las población podría padecer este problema, mientras que, en general, las investigaciones señalan que afecta a un rango de entre el 2 y el 11% de las personas. Afirman, además, que el perfil más común es el de mujeres en torno a los 30 años de edad.

Este atraviesa casi todas las culturas modernas (desde Alemania hasta China) y puede haberse favorecido en la última década por el avance del comercio electrónico y, durante este 2020, por el confinamiento a causa de la pandemia de COVID-19.

Cómo reconocer a un comprador compulsivo

Ahora bien, alguien puede adquirir muchos bienes y servicios y no por ello ser un comprador compulsivo. ¿Cómo reconocer a un shopaholic (el término en inglés con el que se conoce a estos pacientes)? Los compradores compulsivos siguen un ciclo con etapas específicas, las cuales se describen a continuación.

1. Anticipación de las compras

Un estudio de referencia sobre las compras compulsivas, publicado en 2007 en la revista especializada World Psychiatry, estableció cuatro fases en este trastorno. El primero es la anticipación: la persona dedica mucho tiempo a pensar en las compras que hará. A veces piensa en los productos que va a adquirir, pero en muchos otros casos se enfoca simplemente en el acto mismo de comprar.

2. Preparación

La segunda fase es la preparación: se planifican las compras, qué se ha de comprar, cuándo, dónde, etc. Con frecuencia hay una atención muy especial a las rebajas, ofertas y promociones, con el afán de no dejar escapar ninguna oportunidad. También a esta etapa se destinan mucho tiempo y energías, y la persona goza de una satisfacción especial por el propio hecho de saber que va a comprar cosas.

3. Placer al comprar

El momento de la compra otorga una dosis de satisfacción que hace que la persona experimente una especie de euforia. “La excitación es comparable a otras situaciones como la sexual, el juego o la droga” apunta un documento del centro de salud mental CAT Barcelona. 

Pero la euforia desaparece pronto. “Antes de llegar a casa con las compras -añade el texto-. Por eso, lo de menos es lo que se haya comprado, normalmente cosas inútiles o repetidas: media docena de camisas iguales de distinto color o una docena de zapatos que nunca se llegarán a usar”.

En este sentido, los estudios destacan que, con mucha frecuencia, la adicción a las compras se produce en personas con historial de trastornos de ansiedad, de abuso de sustancias o de trastornos alimentarios. A menudo existe una sensación de vacío emocional que se intenta llenar o de la que se procura escapar por medio de las compras.

4. Remordimiento y culpa

Después del placer de la compra, que resulta efímero, sobreviene un periodo de desilusión, tristeza o melancolía. En un sentido, la persona comprende que las compras no van a llenar el vacío emocional que siente y eso la lleva a arrepentirse de lo que ha hecho. 

Entonces la invaden sentimientos de vergüenza, irritabilidad y malestar. Toda esta insatisfacción prepara el terreno para que el ciclo vuelva a comenzar, además de que pueden derivar en cuadros de ansiedad y depresión.

5. Problemas económicos y familiares

Además de la situación de casi constante malestar emocional, la compulsión por las compras -también llamada oniomanía- puede conducir a grandes problemas económicos. 

Sobre todo, a causa de las compras con tarjeta de crédito, que en muchos casos impiden tener una idea clara de cuánto dinero se ha gastado. El resultado puede ser un endeudamiento que se no se puede pagar, mentiras para encubrir estas conductas, problemas de pareja o familiares, etc.

¿Soy yo un comprador compulsivo?

Para los compradores compulsivos, a menudo es difícil advertirlo, darse cuenta de que lo son. La organización Mental Health America (MHA) enumera una lista de “frases típicas” de shopaholics, y señala que alguien que se siente identificado con todas o la mayoría de ellas muy probablemente tenga este problema:

  • “No soy capaz de ahorrar. Si me sobra dinero, lo gasto”.
  • “Las demás personas me juzgarían si supieran cuánto gasto”.
  • “Comprar cosas me hace sentir mejor”.
  • “Me he endeudado por comprar cosas que en realidad no necesitaba”.
  • “Los días que no salgo de compras siento ansiedad”.
  • “Pago solo el mínimo de mi tarjeta de crédito, pero aun así continúo haciendo compras”.

Qué hacer para solucionarlo

Este trastorno, al igual que otros que afectan el control de los impulsos, se puede tratar con ayuda profesional, sobre todo de dos maneras: por medio de terapia psicológica cognitivo-conductual y, en ocasiones, con fármacos. 

Más allá de esos tratamientos específicos, los expertos de la MHA enumeran una serie de consejos prácticos que resultan de ayuda incluso para quienes no padecen una adicción a las compras, pero que en ocasiones caen en tentaciones consumistas de las que luego se arrepienten:

  1. Elaborar un presupuesto con límites de gastos, que pueden ser mensuales o semanales.
  2. Realizar un seguimiento de los gastos, para evitar que se descontrolen y a su vez detectar posibles patrones.
  3. Hacer una lista de la compra y tratar de ceñirse a ella todo lo posible.
  4. Dejar en casa las tarjetas de crédito y débito, en la medida en que se pueda, y pagar en efectivo.
  5. Ir a comprar en transporte público o andando, no en coche.
  6. Evitar las compras de última hora y comprar cosas en momentos de desánimo o de euforia.
  7. Ante la sensación de que el dinero “quema” en el bolsillo o en la cuenta bancaria, procurar transferirlo a una cuenta de ahorros. En caso de no poder vencer la tentación de comprar algo, intentar que sea algo necesario, útil o productivo, y no ropa, dispositivos electrónicos u otros productos que en muchas ocasiones realmente no hacen falta.
  8. Tratar de identificar las causas que activan la compulsión por comprar cosas y buscar alternativas para contrarrestar esos factores.

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