Juan Carlos Escudier
Cuando le conocí hace diez años, Hugo Chávez Frías, cabecilla de la intentona golpista contra Carlos Andrés Pérez, acababa de salir de la cárcel gracias a un indulto del entonces presidente Rafael Caldera. Paradojas de la vida, quien se encontraba entonces entre rejas era Pérez, por algo que siempre ha caracterizado a la clase política venezolana: su desmedida afición por el dinero público. Mientras Chávez empezaba a recorrer el país para extender su incipiente programa político, el ex presidente recibía visitas en su celda de El Junquito, que era como un bungalow con patio abierto, les ofrecía refrescos y pistachos, y les explicaba cómo era posible que se le permitiera que dos de sus guardaespaldas siguieran protegiéndole con sus pistolones dentro del penal.
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