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María Guardiola: la nueva estrella moderada del PP se apaga en una semana

María Guardiola, arriba a la izquierda, se cruza en la Asamblea de Extremadura con el líder regional de Vox, Ángel Pelayo, el 20 de junio de 2023

Ignacio Escolar

27 de junio de 2023 22:54 h

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¡Qué papelón el de María Guardiola! La candidata del PP a la presidencia de la Junta de Extremadura ha quedado chamuscada por sus idas y venidas sobre los pactos con Vox: con sus palabras sobre un partido que un día es homófobo, xenófobo y machista y al otro “merece respeto” y “es un partido constitucional”. En apenas una semana, Guardiola ha estado en el sí, en el no y en la abstención. Y ha recorrido tres posiciones distintas, muy difíciles de cuadrar.

El lunes 19 de junio, María Guardiola ofreció un programa de Gobierno a Vox. 15 puntos que incluían derogar la ley de memoria histórica de Extremadura, “sacar la ideología de los colegios” por medio del pin parental o eliminar restricciones medioambientales. 15 puntos en el que no se decía ni una palabra sobre violencia machista, derechos lgtb o inmigración.

El miércoles, 21 de junio, después de que se rompiera la negociación, Guardiola ya sí planteó sus líneas rojas frente a Vox: “Yo no puedo dejar entrar en gobierno a quienes niegan la violencia machista, a quienes usan el trazo gordo, a quienes están deshumanizando a los inmigrantes y a quienes despliegan una lona y tiran a una papelera la bandera LGTBI”.

Y el lunes 26 de junio, Guardiola cambió otra vez de posición. En una carta que envió a sus militantes destacó su “respeto” por Vox. “El objetivo es llevar a Feijóo a La Moncloa”, explicó. Y al día siguiente recalcó este nuevo discurso: “Vox es un partido constitucional con el que me quiero poner de acuerdo”. Guardiola ya no dice tan claramente que no gobernará con Vox.

Es fácil explicar a qué se debe esta curiosa evolución. No va de principios: va de poder. 

La primera posición de Guardiola –ese pacto sin entrar en el Gobierno que en primer lugar ofreció– es lo que mejor define los deseos del PP: estamos dispuestos a ceder en lo ideológico, pero preferimos no repartir el poder. 

La segunda posición es un intento propagandístico con el que Guardiola intentaba mejorar su posición de negociación, con la amenaza de una repetición electoral ante la que se veía fuerte. Porque si realmente considera que Vox es un partido machista y homófobo, como Guardiola les calificó, no basta con vetarles la entrada en el Gobierno. Tampoco se podría pactar con ellos estas políticas reaccionarias, ni entregarles la presidencia del Parlamento extremeño, como Guardiola ofreció.

La tercera y por ahora última posición de la candidata del PP de Extremadura sobre sus pactos con Vox es, de facto, una claudicación. No solo porque Guardiola cambie líneas rojas por alfombras rojas –como le recriminó el PSOE extremeño–. También porque este nuevo discurso responde a la presión ambiental: a la dura respuesta que Guardiola recibió por parte de su propio partido y de los medios de la derecha. Frente a ellos, Guardiola ha decidido ceder.

Guardiola quería jugar una carta que su partido no parece dispuesto a aceptar: el órdago de amenazar a Vox con ir a una repetición electoral. Y ella parecía convencida –así lo trasladó en distintas entrevistas– de que podría arrasar, si se mostraba fuerte y no cedía ni un milímetro ante Vox. Pero no todos en su partido comparten su optimismo: muchos preferirían no apostar. Gobernar Extremadura, ahora que está a tiro, en vez de jugársela a doble o nada. 

El sainete extremeño se ha convertido en un espectáculo muy incómodo para el PP. Primero, porque lo que hizo Guardiola al señalar que no se podía meter en el gobierno a los machistas era una censura a lo que su partido ha hecho en decenas de gobiernos municipales y autonómicos. Y ahora, porque la claudicación de Guardiola frente a quienes la insultan como la “niña del alcornoque” por no pactar con Vox es también un mensaje para Alberto Núñez Feijoo: si llegas a La Moncloa –le dicen los suyos– será con Santiago Abascal como vicepresidente. 

Porque esto no va de principios: va de poder. A cualquier precio.

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