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El PP mantiene su dominio de la Xunta

El candidato Popular a la Xunta, Alfonso Rueda, saluda a militantes tras resultar ganador de las elecciones gallegas este domingo, en Santiago

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No hubo vuelco. El PP ha gobernado 36 de los 42 años de autonomía de Galicia. Con esta noche electoral, serán 40 de 46. Un dominio apabullante, histórico, que esta vez tampoco ha cambiado. A pesar de una participación superior a la de las últimas autonómicas, el Partido Popular mantiene el poder en la Xunta. Es una mayoría absoluta en escaños, que no en votos –obtiene el 53,3% del Parlamento con el 47,36% de los votos–. Pero una mayoría más que amplia, que le permitirá gobernar sin pactar con el estridente Jácome y que no se reducirá con el voto emigrante, que en las últimas elecciones siempre ha sido favorable a la derecha.

La participación subió, pero no lo suficiente. Ahora mismo, en la web de la Xunta con los resultados oficiales, se da un porcentaje del 67%. No es el definitivo, ni sirve para comparar con elecciones anteriores. Cuando se cuente el voto emigrante –que se computará en unos días, pero del que ya sabemos que apenas han votado unas 30.000 personas del medio millón con derecho a voto– la participación total se quedará por debajo del 57%. Nueve puntos más que en las últimas autonómicas, pero no lo suficiente como para poner en riesgo el dominio del PP. Un reto que habría necesitado una participación aún mayor de la que ha habido: alrededor del 65%.

“Se ha movilizado mucho la izquierda, pero también la derecha”, reconoce una de las candidatas. A pesar de ese aumento en la participación, no ha habido apenas cambios entre bloques. Todo lo que ha crecido el BNG se lo ha comido a la propia izquierda. Y la pujanza de Ana Pontón, que ha dejado a los socialistas gallegos en su mínimo histórico y al resto de los partidos de la izquierda en la irrelevancia extraparlamentaria, no ha logrado aumentar significativamente el tamaño total del bloque progresista. Apenas un escaño, nada más.

Para el PSOE gallego, el hundimiento es muy grave. Hace ya tres elecciones autonómicas –desde 2016– que han perdido el liderazgo de la oposición en el Parlamento de Galicia. Primero, les ganó En Marea. Ahora, el BNG. Y en cada elección pierden aún más votos y escaños. Una foto que es también incompleta: en las municipales, es el PSOE quien lidera a la izquierda gallega. Lo que deja claro la importancia, cada vez mayor, de las candidatas y candidatos, al margen de las siglas.

Sumar consigue un resultado pésimo. Solo el 1,9% de los votos, a pesar del esfuerzo de su líder nacional, Yolanda Díaz, que jugaba en casa. Y peor aún es el resultado de Podemos, que se queda en un 0,26%: por debajo del PACMA (0,36%). La única buena noticia para esta izquierda que tampoco logró entrar en el Parlamento gallego en las anteriores autonómicas, cuando sí iban juntos, es que el desastre de ambos partidos ha sido irrelevante: el resultado final –mayoría absoluta del PP– no habría cambiado si todas estas papeletas no se hubieran perdido. Incluso Vox, con el 2,19% y 0 escaños, deja más votos sin representación parlamentaria que los perdidos entre Sumar y Podemos.

La pujanza del BNG es el factor que mejor explica los resultados del bloque progresista. Ana Pontón, tras muchos años de constante trabajo en la oposición, se ha llevado todos los premios, salvo la presidencia. Demuestra, una vez más, que el voto de la izquierda es menos fiel a las siglas que el de la derecha. Hace apenas siete meses, el 23 de julio de 2023, el PSOE en Galicia triplicó al BNG, que también quedó por detrás de Sumar. 

¿Ha influido el debate nacional en este resultado? Hay quien relaciona el hundimiento del PSOE en Galicia con el debate de la amnistía. Lo dudo mucho. Ese votante socialista se ha ido al BNG, que es un partido que también votó a favor de esta ley en el Congreso de los Diputados y tiene una relación aún más cercana con los partidos nacionalistas vascos y catalanes que Sumar o el PSOE.

Para Feijóo, el resultado es un gran éxito, y un enorme balón de oxígeno. No ha sido una buena campaña para el líder del PP, con sus idas y venidas sobre los indultos y la amnistía. Hubo en ella errores evidentes y también un protagonismo extremo del expresidente gallego. 

En la última semana, cundió el pánico en el partido ante la posibilidad de un nuevo desastre como el del 23 de julio. Algunos empezaron a afilar sus cuchillos. Si el resultado hubiera sido malo para el PP, el responsable habría sido Feijóo, no Rueda. 

Para bien y para mal, Feijóo se convirtió en el protagonista de la campaña. Y ha ganado: con un margen que ni siquiera en su propio partido esperaban hace apenas unos días, cuando los trackings electorales –las encuestas que se siguieron haciendo para consumo interno de los partidos– empezaron a dar señales muy alarmantes para la derecha. 

La acción siempre supone reacción. Y sin duda la expectativa de un posible cambio en Galicia movilizó también a buena parte del voto de la derecha. 

Nada cambia, otro año más, en la Xunta de Galicia. 

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