Rubalcaba y Zaplana, quién lo diría, son bastante amigos. O, al menos, se entienden bastante bien. Por lo visto, no es raro verles andar juntos por los pasillos del Congreso y algunos periodistas bromean que les une “el enemigo exterior”. Es decir, Marín, que de tan independiente regaña a todos por igual y así no es extraño que acabe pidiéndose la baja por motivos médicos el día del Debate del Estado de la Nación. Sería algo de la tensión.
Rubalcaba y Zaplana, quién lo diría, han estado negociando para ver qué se podía hacer y si era posible ponerse de acuerdo en esa menudencia de la política antiterrorista. La clave es que para unos este tema sólo es política y para otros es sólo antiterrorista. Y así no hay quien pacte.
Rubalcaba y Zaplana, quién lo diría, no han resuelto el nudo. Han aguantado la conversación hasta bien entrada la noche: lo bastante como para complicar el cierre a los diarios, no lo suficiente como para que los diarios no cerrasen. Y mañana, cuando voten si se debe o no se debe hablar con ETA, si de puede o no se puede pactar con ETA, cada uno se meterá tanto en su papel que parecerá que son ellos los que no se hablan. Quién lo diría.