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En la trastienda de la Vuelta: cinco bicis por corredor, cocineros propios y un ensayo para el Tour

Vista de los campos alaveses al paso de la carrera

Iker Rioja Andueza

23 de agosto de 2022 18:29 h

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Vitoria ha acogido este martes la salida de la cuarta etapa de la Vuelta Ciclista a España 2022, la primera tras el tríptico inicial en los Países Bajos y la primera también de una serie de tres días por Euskadi, con paradas en Laguardia -la meta de este martes-, en Irún o en Bilbao. Para las carreteras vascas será una suerte de ensayo general de la salida del Tour de Francia 2023 desde Bilbao, en la que tantas expectativas se han depositado. El montaje de la ronda española es gigantesco y, además, la organización es la misma que la del Tour, ya que la mano de ASO está detrás de Unipublic desde hace años y son claramente mayoría los vehículos de la carrera con matrícula francesa.

En realidad, la caravana de la Vuelta empezó a llegar a Vitoria el domingo por la noche. En el aeropuerto de Foronda aterrizó un vuelo especial procedente de tierras neerlandesas con los corredores. Los vehículos y los auxiliares de los equipos, en cambio, condujeron 1.300 kilómetros y llegaron “a las cuatro de la mañana”, según atestigua Veiko Lopman, mecánico estonio del Bora-Hansgrohe mientras adecenta una bicicleta para Ryan Mullen, el dorsal 47 de la serpiente multicolor. Este equipo se ha alojado en el hotel Jardines de Uleta. Lopman es uno de los cuatro mecánicos pero a los ocho corredores del equipo que se llevó la maglia rosa en el Giro de mayo los acompañan también masajistas, conductores, cocineros, ... Ni él mismo es capaz de dar una cifra precisa del número de personas que componen todo el plantel. Esta estructura alemana mueve dos autobuses, uno de ellos con cocina, cuatro “mondeos” -coches de Ford-, otro monovolumen, una furgoneta algo mayor y el camión en el que Lopman y sus colegas preparan las bicicletas. Llevan matrículas correlativas de la ciudad de bávara de Rosenheim. Cada ciclista, resume Lopman, tiene cinco bicicletas perfectamente ajustadas a sus características, tres de carretera y dos de contrarreloj.

En el mismo hotel se aloja el francés Arkea-Samsic, un equipo que no cuenta con su líder, Nairo Quintana, tras haberse conocido su positivo -y no precisamente en COVID-19- durante el reciente Tour de Francia. Esta formación, que viste de amarillo fosforito en esta carrera, ha movilizado seis coches idénticos y pone a punto las máquinas con Mrs. Jones de Countring Crows sonando de fondo. Con ellos está el Bahrain-Victorious, una auténtica torre de Babel. Su líder es el alavés Mikel Landa, su financiación es del país que le da nombre, sus coches están matriculados en Zagreb, en Croacia, y tiene corredores de varias nacionalidades más.

Este hotel es el más cercano a la línea de salida, Mendizabala, punto ya habitual para las carreras ciclistas. Las barracas de las fiestas de Vitoria, que se fueron hace dos semanas, han dejado paso al gran montaje de la Vuelta, que se quita y pone en las ciudades en tiempo récord y que se guarda en un número no muy elevado de camiones. En esta ocasión, la organización se ha expandido también a Mendizorroza. Allí los médicos preparan un descapotable blanco que ofrecerá asistencia sanitaria en carrera y en movimiento y una furgoneta blanca no rotulada de la Guardia Civil analiza la seguridad aunque con el matiz de que en los Países Bajos y en Euskadi hay otros cuerpos con competencias de Tráfico. En el interior del viejo pabellón de baloncesto, sobre el parqué, la organización atiende a los medios de comunicación y a los invitados.

Más alejados de Mendizabala, en el único hotel de cinco estrellas de Vitoria, el Lakua, pernocta el Jumbo-Visma. Es el equipo del líder, Edoardo Affini, del gran favorito, Primož Roglič, y, en realidad, de los siete primeros de la clasificación antes de la salida de Vitoria. Es el equipo que arrasó en el Tour, con Jonas Vingegaard y Wout van Aert, y que aspira a la cuarta Vuelta consecutiva. Algunos niños vitorianos llevan equipaciones de esta formación neerlandesa, antes conocida como Rabobank. En su destacamento no pueden descuidarse los detalles. El personal invita a los visitantes a ponerse mascarilla para acercars. Un positivo, aun sin síntomas, mandaría a casa a un corredor. En el exterior del hotel, un cocinero prepara la cena en horario europeo -antes de las 20.00 horas- bajo la supervisión de una 'foodcoach' o nutricionista, Janneke Ensing, que fue ciclista profesional. Ensing, de 35 años, está encantada de haber llegado a Euskadi. Fue segunda en la clásica de San Sebastián en 2019 y en su etapa en el Bike Exchange australiano tuvo en Ane Santesteban una de sus mejores amigas. El camión es a la vez cocina y lavandería.

Ensing introduce los platos desde el camión, situado en el aparcamiento trasero del hotel Lakua, hasta un reservado. Para ello, hay que atravesar la cocina del hotel, literalmente. No llegan a afirmar que no se fíen de la comida local pero recalcan que han de seguir su propio plan para cuidar al máximo la alimentación. Incluso fuera de la competición los corredores tienen una aplicación para hacerles seguimiento. Esta noche tomarán algo de pasta sin mucho aderezo, una carne en salsa y unos trozos de lo que parece calabaza que imitan malamente a las patatas fritas. Para el postre se ven por ahí algunos yogures. El menú es el mismo para los ocho corredores y el jefe de filas, Roglič, es de los primeros en servirse. Por la sala pasan también Sepp Kuss, que nació en Durango... pero en Estados Unidos, y el primer líder de la carrera, Robert Gesink.

En la sala adyacente cena el Quick Step y parece haber muy buen rollo entre neerlandeses y flamencos. Remco Evenepoel, la estrella emergente de los belgas, es saludado efusivamente desde el equipo rival. Los corredores llevan camisetas con el lema 'Wolf pack', la manada de lobos que lleva años asustando en las clásicas... aunque ahora quiere reconvertirse en aspirante a grandes vueltas. También tienen comida propia, aunque su camión es más modesto y parece más bien un 'food truck' de un festival.

Movistar parece que seguirá un horario más mediterráneo y que cenará más tarde. Su director, José Vicente García Acosta -Chente para el grueso del pelotón- toma un refrigerio tranquilamente en la terraza mientras piensa en la siguiente fuga de la fuga. El histórico equipo navarro -los coches los ha comprado en un concesionario de Pamplona que publicitan- despide en 2022 a uno de sus históricos, Alejandro Valverde, y ha cambiado por ello el color del maillot y también la decoración del autobús. “Gracias Bala”, se puede leer en homenaje a un murciano que ha campeonado en las vueltas de tres semanas, en los monumentos, en el campeonato del mundo y en otras grandes citas del calendario.

García Acosta no es el único que se relaja en el bar. Cuatro técnicos del Israel -el equipo de Chris Froome- diseñan la estrategia en sus tabletas con una docena de cañas y un paquete de ositos de goma de Haribo. En el 'lobby' del hotel, algunos aficionados buscan a la nueva promesa española, Juan Ayuso, que atiende por teléfono una entrevista en la que confiesa que nunca ha podido salir de fiesta. Lo que anhela en la vida es mejorar su equipamiento para videojuegos. Tiene 19 años. Su director, Joxean Fernández Matxin, muy vinculado a Vitoria, le pregunta si ha surgido alguna cosa rara en la entrevista al colgar. El equipo de ambos, el UAE, tiene como líderes para conquistar Madrid a una dupla apellidada Ayuso y Almeida, como sus líderes político. El segundo, João, es portugués.

Es la trigésima séptima vez que la Vuelta sale o llega a Vitoria. Es la tercera desde que en 2011 la carrera regresó a Euskadi finalizada la amenaza de ETA. El primer paso por la ciudad, en cambio, ocurrió en 1941. Era la tercera edición, la primera tras la Guerra Civil. Las ciudades que habían sido más afectas al nuevo régimen se afanaron en impulsar la prueba. Un periodista vitoriano del diario 'Gol', Manuel Serdán, hizo las gestión para establecer un “control” en Vitoria en una etapa entre Logroño y Donostia. El alcalde franquista, José Lejarreta, dispuso un premio especial de “200 pesetas” para el primer corredor que pasara por la ciudad. La primera salida y meta tuvieron lugar en 1956. Hubo una etapa Vitoria y Bilbao... y otra a la inversa ese mismo año. Ganaron Rik van Steenbergen -belga- y Benigno Aspuru -de Larrabetzu-. Fabio Aru, italiano ya retirado pero entonces estrella rutilante, levantó los brazos en 2015 en la última etapa salida de Vitoria. En cambio, es solamente la segunda ocasión en que la carrera sale o llega a Laguardia, la meta de este martes. En 1967 hubo una etapa Laguardia-Vitoria, a la inversa que en 2022. Ganó otra estrella, Raymond Poulidor, que es el abuelo de uno de los fenómenos contemporáneos, Mathieu van der Poel.

La Vitoria-Laguardia ha cubierto 152 kilómetros. La caravana ha salido de la capital vasca por el norte, ha rodeado los embalses del Zadorra y después ha tomado la ruta hacia la Rioja Alavesa. En medio, han superado Opakua y Herrera, los primeros puertos de verdad de la Vuelta de este año, ya que en los planos Países Bajos no hay grandes alturas. El diseño es de Joseba Beloki, exciclista de la tierra que ha colaborado con la organización.

El favorito se impone en Laguardia

El arranque ha congregado mucho público, así como a las autoridades locales y a medios de comunicación de España, Francia, Colombia, Bélgica o Dinamarca. El diputado general de Álava, Ramiro González, ha solemnizado que es una oportunidad magnífica para que se aprecie el “amor” del territorio por la bicicleta. En el control de firmas, el público ha jaleado al local Landa, al colombiano Rigoberto Urán -había una gran colonia de compatriotas- y a las dos figuras que lo dejan, Vincenzo Nibali y Valverde. Froome también sigue arrastrando pasiones aunque sus mejores años quedaron atrás. Además de la salida, los aficionados han recibido regalos y han podido comprar maillots, gorras o calcetines.

En el camino, la Ertzaintza ha cortado las carreteras. También equipos especiales de Intervención han participado en el despliegue. En el puerto de Herrera, los aficionados han asaltado las cunetas con muchas horas de antelación mientras otros emulaban a sus ídolos zigzagueando las rampas con material más o menos bueno. Un padre empujaba indisimuladamente a su hijo para coronar. 

Dos matrimonios, con vino y comida como víveres, han subido a la cima andando desde Peñacerrada en plena solana. “12 kilómetros”, explican. El mercurio ha subido a casi 30 grados, lo que ha hecho que los equipos hayan preparado bolsas con hielos para refrescar a los ciclistas o “200 bidones de agua, sales e hidratos”, según los cálculos de un auxiliar de Movistar. Otra pareja de riojanos había acampado literalmente junto al paso de montaña y esperaba a ondear su bandera autonómica y la de España. Autocaravanas belgas jalonaban la ascensión, así como la unidad móvil de Procyclingstats. Evenepoel era uno de los más aclamados entre los seguidores.

En la Rioja Alavesa, Leza y Navaridas han competido por la mejor decoración de la comarca. Los unos han competido con globos verdes, rojos y blancos, como la ikurriña, y los otros han dispuesto paraguas rojos, el color del líder. En Laguardia, con sus calles llenas, el rojo ha caído en el lomo de Roglic, que ha completado un gran final y ha llegado con ventaja. Es el cuarto corredor de su equipo en ser líder en cuatro días y el esloveno ha acabado el día bañando en champán al público y ovacionado. El alcalde de Laguardia, Raúl García, se ha felicitado por el éxito y deseado que sirva para promocionar el turismo y los vinos.

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