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En bicicleta por la Cuadrilla de Ayala, mucho más de lo que imaginas en tierras alavesas

Vistas de Okondo

Juanto Uribarri

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A caballo entre los territorios históricos de Álava y Bizkaia, esta comarca, conocida como la “Cantábrica Alavesa”, se ubica en la vertiente hidrográfica de ese mar y durante siglos ha formado parte de la jurisdicción conocida como Tierra de Ayala. Y es que Álava se organiza administrativamente desde hace siglos en siete comarcas de carácter supramunicipal denominadas cuadrillas, cuya extensión geográfica ha ido cambiando a lo largo de la historia. Son siete en total y de ahí el aforismo 'Zazpi talde, Araba bat' (Siete cuadrillas, una Álava), que identifica a este territorio. Una de ellas es la que vamos a recorrer en vuestra compañía. 

La Cuadrilla de Ayala-Aiarako Kuadrilla, a diferencia de otras, no toma su nombre del río que la atraviesa, sino que luce con orgullo el de uno de los linajes más poderosos de la Edad Media: los Ayala. Aquí, cada uno de los rincones esconde un rico patrimonio histórico, cultural o artístico en plena naturaleza que nos llena de encanto y asombro al descubrir el tranquilo transcurso de las vidas cotidianas en las villas medievales, con sus calles empedradas donde conventos, iglesias y palacios nos seducen y atrapan, así como nos invita a filtrarnos en el bullicio y la actividad industrial de sus municipios más poblados. Después de la Cuadrilla de Vitoria-Gasteiz es la de mayor población y está integrada por cinco municipios: Laudio, Amurrio, Okondo, Artziniega y el propiamente llamado Aiara, con centro en Arespalditza, que era el lugar en el que se reunían las juntas de la histórica Tierra de Ayala desde el siglo XV al XIX. Asimismo en estos municipios se integran casi 50 núcleos de población que aparecen diseminados por todo el territorio.

La humedad de los aires marinos mantiene verdes los prados del valle en verano y en invierno viste de nieblas mágicas este admirable enclave alavés de 328,12 km² y una población próxima a los 34.100 habitantes. La palabra Ayala es de raíces euskéricas, como la mayoría de la toponimia de su demarcación, si bien los historiadores no se ponen de acuerdo en cuanto a su significado, que para unos sería “declive de la altura” y otros la traducen por “pastizal”. Existe una etimología popular que explica el origen del nombre con una leyenda del siglo XV, recogida por Lope García de Salazar. En ella se nos cuenta que el Conde Vela le pidió al rey Alfonso VI poblar esta tierra que se veía despoblada desde la Sierra Salvada donde se hallaban. Y el monarca le dijo: “Pues, áya la”. 

En esta curiosa estampa se perciben ya los primeros rasgos de la comarca que hoy os proponemos visitar en una ruta de 72 km por un terreno ondulado que nos va a hacer que estemos deseando detenernos en cada uno de los enclaves señalados para reponer fuerzas y entrar en contacto con sus gentes.

Y vamos a hacerlo partiendo de la localidad más importante, Laudio, que combina el ambiente rural y urbano: emplazada en un entorno montañoso, las calles de la segunda población alavesa, de intensa actividad comercial, están repletas de tiendas y establecimientos. Aquí podremos visitar la Casa Torre de Ugarte que, erigida en el siglo XV, es la única que queda en pie de la decena que llegaron a levantarse en Llodio. O el puente de Anuntzibai, el Parque de Lanuza, el Palacio de Katuxa y, especialmente, el santuario de Santa María del Yermo, ubicado en un promontorio rocoso en la ladera del monte, y que popularmente es conocido como “Santa Lucia”, por la devoción a la santa titular de una ermita aneja al santuario. Esta es una construcción del siglo XV en un estilo gótico vascongado avanzado en un paraje con una magia especial, al que solo podremos acceder si estamos preparados para vencer la tremenda dureza de sus rampas.

Esta ascensión es opcional, pero lo que nadie nos va a evitar es el primer puerto de la jornada que nos eleva al solitario barrio de Malkuartu, con algún caserío del siglo XVIII. Desde ese punto nos dejaremos caer, con mucha atención a las peligrosas curvas del descenso, hasta el segundo de los municipios de Ayala, Okondo, en un entorno apacible que hace límite con Bizkaia a los pies del Ganekogorta y esconde un rico patrimonio cultural que hace del pueblo un lugar digno de ser visitado. Sobresalen su hermosa iglesia parroquial barroca de Nº Sª de Unza y diversas ermitas que salpican este sosegado entorno de marcado carácter rural.

Por una agradable carretera, de poco tráfico y en ligera subida que discurre paralela al río Itzalde, iremos admirando aquí y allá caseríos antiguos y en especial la Casa Torre de Negorta, construida, dicen, a finales del siglo XV o principios del XVI por una familia noble de Bizkaia. Y en el núcleo de Zuhatza nos desviaremos a la derecha para elevarnos por una estrecha pista asfaltada que atraviesa un par de barrios hasta alcanzar el punto culminante junto a la iglesia de San Pedro de Menagarai. En este pueblo encontraremos ermitas y algunas casas solariegas que recrean los palacios rurales del barroco. Luego un pronunciado descenso hasta Llanteno, pequeño núcleo rodeado de praderas, y continuaremos en ligera cuesta abajo dejándonos llevar por el río Herrerías hasta encontrarnos con su afluente Artziniega en el puente del barrio de Zalduarte.

Bizkaia está a un paso, pero nosotros tomamos a la izquierda para en dirección a la villa de Artziniega, pero antes nos desviaremos para conocer, tras alguna rampa, una nueva casa torre, la de Mendieta, y acabar bajando hasta el santuario de N.ª S.ª de la Encina, templo de finales del XV, que cobija bajo sus muros dos imágenes de la Virgen copatrona de Álava junto a San Prudencio y cuya devoción se extiende por las provincias vecinas. Es típico apostar cuántas personas son necesarias para abarcar con los brazos abiertos la circunferencia de la vetusta encina que da nombre al santuario: podéis comprobarlo en persona.

Y por una empinada recta llegaremos a toda velocidad a la villa de Artziniega, cuyo carácter medieval observaremos paseando por las callejuelas del casco antiguo declarado Conjunto Monumental Histórico. Sus tres calles paralelas muestran las hermosas construcciones de diferentes estilos que conforman el rico patrimonio de la villa. Entre estos edificios, destacan la Torre de Artziniega, un bello palacete renacentista con una monumental puerta clasicista, el Convento de las Madres Agustinas y el Ayuntamiento Viejo. Antes habremos tenido oportunidad de extasiarnos en el ameno camino junto al río que nos permite gozar del paraje y cascada de La Teja.

Regresamos a Menagarai, subiendo ahora por la carretera antigua, y nos desviamos hacia Beotegi para acceder al núcleo original de toda esta Tierra de Ayala: el monasterio de Quejana/Kexaa, extraordinario conjunto monumental que perteneció a la familia de los Ayala y consta de un palacio fortificado, convento y la torre-capilla de la Virgen del Cabello, donde se encuentran los sepulcros en alabastro del canciller Pedro López de Ayala y su esposa. Un breve paseo por el museo nos da las claves para entender la vida de estas gentes en la Baja Edad Media.

Nuestra siguiente visita la haremos a la capital de esta Tierra de Ayala, ubicada en el concejo de Arespalditza, donde se halla la sede del municipio y de la cuadrilla. Merece la pena echar un vistazo a su parroquial de Nª Sª de la Asunción, con una portada románica y, a su derecha, una lápida sepulcral con la figura de un monje. Cuenta con dos sepulcros medievales en piedra del Conde Vela y de su hijo, los primeros Ayala. Y también al Palacio Atxa, del barroco, conjunto formado por casa principal, torre, capilla, fuente, estanque, etc.

Luego un desvío opcional nos conducirá al Embalse de Maroño, aunque no sea más que para disfrutar de un paraje idílico. A continuación un nuevo bucle, también evitable, nos llevará a una nueva edificación mucho menos conocida y de singular encanto, la Torre de Murga. A quien esto escribe le sorprendió enormemente.

Y tras una breve ascensión llegaremos al lugar de reunión de las Juntas de Ayala. Nos referimos a la simbólica Campa de Zaraobe, un recinto cerrado por una pared almenada que guarda en su interior una tosca mesa y dos bancos corridos de piedra. Nunca hemos visto pararse aquí ningún coche: los lugares mágicos pasan demasiadas veces desapercibidos.

Esta ha sido nuestro último esfuerzo de la jornada, porque desde este alto de la Mesa solo nos queda pedalear, siempre cuesta abajo, hacia el final. Pero para ello atravesaremos el quinto de los municipios de Ayala, conocido como “El Crucero”, ya que antaño comunicaba las tierras de Castilla con los importantes puertos del Cantábrico. Hoy en día, Amurrio es un núcleo industrial y, a su vez, posee un gran atractivo para todo aquel que quiera conocer la iglesia parroquial gótica de Santa María o algunas torres bien elegantes. Destacamos, además, uno de los iconos del municipio de ineludible visita: el Salto del Nervión, una cascada en forma de cola de caballo, la más alta de toda la península (222 m), que la convierten en una de las más espectaculares que se pueden contemplar en la península. Pero esto lo dejamos para otro día en que estemos en condiciones de enfrentarnos al temido puerto de Orduña que nos llevará hasta el grandioso mirador junto al punto en el que el agua se precipita al vacío.

Y precisamente dejándonos llevar por las aguas de este río, que ha sido parte de la historia y la vida de las gentes que aquí habitan, pedalearemos relajados y pletóricos por el bidegorri del Nervión, disfrutando de la frescura que aporta la exuberante vegetación de las riberas del río, atravesando numerosas pasarelas que nos permiten saltar de un margen al otro para no perdernos ni un detalle de su discurrir por esta zona de Álava. Puentes modernos y vetustos, conservando estos el encanto original, conviven con las pequeñas presas que encontramos a lo largo del recorrido, en el que nos detendremos finalmente en Luiaondo para un último apunte histórico de la importancia de esta Tierra de Ayala. Al borde mismo del antiguo Camino Real, paso obligado que comunicaba la Meseta con la costa cantábrica, veremos algunas casas señoriales. Pero la parada obligada será frente a la cruz de piedra que se yergue en el mismo lugar en el que estuvo en época medieval el Árbol Malato, cuya leyenda hace concurrir en un momento concreto varios elementos: la batalla de Padura, el origen del Señorío de Bizkaia, la aceptación del cargo por parte del primer Señor de Bizkaia, Jaun Zuria y, cómo no, la aparición del Árbol Malato a modo de símbolo de limitación territorial de ese territorio histórico tan próximo. Luego, tras atravesar longitudinalmente esta interesante localidad, nuestras cabalgaduras metálicas pisarán el empedrado del puente de Otazu, el más antiguo del Nervión, y en pocos kilómetros llegaremos a Laudio.

Ha llegado el momento, tan deseado por algunos, de volver al mundo real después de tan arduo paseo por la Historia. Y qué mejor, en esta comarca que algunos llaman 'tierra comilona', que hacerlo delante de una buena y reparadora mesa en la que no pueden faltar los tres productos más típicos de Ayala. Tomad nota.

Cuando, en la Odisea, el infame Antínoo pronuncia la frase: “Sobre las brasas están esas tripas de cabras que dispusimos para la cena rellenándolas de grasa y de sangre”, algunos no dudamos de que se refería a las sabrosísimas morcillas de Ayala, especialmente las de Artziniega o las que se consumen en Laudio el último sábado de agosto o “Día de las Morcillas”. Tampoco podemos olvidarnos del queso de Aiaraldea, que se elabora aquí tratando con mimo a las ovejas o vacas y de la manera que aprendieron los de esta tierra de sus 'amamas'. 

Y como una buena comida tiene que estar bien regada, no tenemos más que acompañarla del mejor txakolí de Álava, en esta comarca que vive un apasionado romance con un vino que va ganando prestigio a pasos agigantados. El ligue viene de lejos, pues aquí se producía txakoli por lo menos desde el siglo IX. Desde entonces el clima atlántico avivó la relación entre los amantes y, con sol suficiente y lluvias moderadas, este noviazgo acabó en boda. Seguro que regresaremos en otra ocasión a conocer a las hijas de aquel feraz matrimonio recorriendo tranquilamente la Ruta del Txakolí de Aiaraldea para disfrutar de nuevo de esta Tierra de Ayala que nos ofrece una naturaleza desbordante, poblaciones con siglos de historia y una exquisita gastronomía. ¿Repetimos?

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