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“He acabado Ingeniería Mecánica y me gustaría trabajar aquí”

Anas, 28 años, Marruecos

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En Marruecos es muy complicado hacer estudios superiores si no tienes dinero. La enseñanza inicial es pública, pero cuando pasas el bachillerato, ya es muy difícil seguir estudiando. En mi zona, por ejemplo, tienes que irte a vivir a Agadir o a Marraquech y el coste económico es elevado porque debes pasar bastantes años estudiando y luego, aun- que hayas realizado estudios y tengas diplomas, tampoco hay trabajo. Mis amigos que han acabado carreras siguen estando sin trabajo y, al final, si no consigues salir del país los estudios de poco te valen. En vista de ese panorama y de que a la gente que ha pasado a Europa le va mejor, decidí marcharme con el objetivo principal de trabajar, salir adelante y ayudar a  mi familia. Pensé que tenía que dar el paso de irme antes de ser mayor de edad porque si lo hacía con más edad igual no me aceptaban o me resultaba muy complicado obtener los papeles. Con casi 17 años, solo, llegué en un barco a Málaga. No sabía español y era difícil comunicarme con la gente en francés o en inglés. Vi unos marroquíes que estaban trabajando en la calle y les pregunté si me podían ayudar. Hablaron por teléfono con mis padres, quienes contactaron con unos paisanos que viven en Barcelona y me trasladé allí en autobús. Estuve en Barcelona una semana y esos conocidos de mi familia me enviaron a Bilbao.

Llegué, también solo, a la estación de autobuses, sin tener a nadie a quien recurrir, con hambre y sin ropa adecuada porque ya era noviembre y hacía frío. Me habían dicho que por ser menor podía ir a pedir ayuda a la Policía Nacional y me dirigí a la comisaría de Indautxu. Estuve con ellos unas tres horas para hacer la ficha, me hicieron huellas y fotos. Yo no sabía castellano y no había quién supiera francés. Al final, pude entenderme un poco con ellos en inglés, que había estudiado dos años. Luego, me llevaron al centro de menores de Amorebieta. Cuando íbamos hacia allí yo pensaba que me llevaban realmente al aeropuerto para retornarme. Estuve un mes en ese centro de menores y, al no estar acostumbrado al frío, lo pasé mal. Después, me trasladaron a otro centro de menores que está en Artzentales, donde estuve otros cinco meses.

Me tiraba todo el día estudiando un libro de español que me compré y escribiendo frases. Hablaba a diario con los educadores y preguntaba a los vigilantes que estaban allí cómo se decían las cosas. Cuando salí del centro ya sabía manejarme con el idioma y, al cumplir 18 años me incluyeron en el Programa Hemen de la Diputación que atiende a jóvenes inmigrantes que salen de los centros de menores. Luego, me enviaron a Lagun Artean, donde en principio te acogen una semana. Después, según cómo sea tu situación, pueden alargarte la estancia y así fue en mi caso.

Los de Hemen hablaron con los de Lagun Artean y, primero, decidieron darme un mes más de estancia y, luego, otro mes. Llegó un momento en el que yo decidí decirles a los de Lagun Artean que quería quedarme con ellos. Trasladé todo mi expediente a Lagun Artean, donde estuve seis meses más  y luego me llevaron a un piso de la Diputación.

Inicié un curso de pastelería en un centro de iniciación profesional del barrio de Uribarri, ya que eran los estudios que había para personas que, como yo, todavía no dominaban el castellano. Me pareció interesante para relacionarme y conocer mejor el idioma y estuve a gusto porque estudiaba matemáticas y física. Luego, a través de Lanbide me ayudaron a hacer un curso de Mecánica del Automóvil de cinco meses que hice en Barakaldo mientras seguía estudiando en Lagun Artean con profesores voluntarios.

En Marruecos había hecho la ESO y les dije a esos profesores que quería sacarme el graduado de aquí. Me decían que solo quedaban dos meses para los exámenes y que no había tiempo para prepararlos bien. Era marzo y los exámenes eran el 20 de mayo, pero yo insistí en que quería sacar ese título así que hice los exámenes y conseguí aprobarlos. Luego hice un grado medio de mecanizado de dos años en Salesianos y, después, el grado superior en el mismo centro. Al acabarlo, como tenía nota suficiente, decidí entrar en la universidad, donde he aprobado Ingeniería Mecánica. También he hecho las prácticas en una empresa y me queda finalizar el trabajo fin de grado. Ahora quiero hacer el máster para completar los estudios y poder optar a trabajos de mayor cualificación.

Futuro laboral

En las prácticas he comprobado que me gusta el mundo laboral de la Ingeniería Mecánica y desearía quedarme a trabajar en esta zona, donde hay muchas industrias. Estoy mirando cómo solicitar la doble nacionalidad, pero no sé cuánto puede tardar. Exigen llevar diez años viviendo aquí y aprobar dos exámenes: uno de nivel básico de castellano A2 y otro de conocimientos culturales. Me he apuntado a esos exámenes, aunque no sé si al final podré convalidarlos con los estudios que hago.

También tengo en la cabeza ayudar a mi familia porque hasta ahora, al estar estudiando, no he podido hacerlo. Cuando tenga trabajo lo haré. Mis padres están allí con mi hermana y han tenido que arreglárselas solos. Mi padre no tiene trabajo, consigue algún dinero con la compraventa y nuestra casa no tiene terreno para cultivar. Tengo otro hermano trabajando en Francia que les ayuda, pero a mí también me gustaría poder hacerlo y que me visitaran de vez en cuando. En el caso de que no pueda iniciar este año el máster, trataré de trabajar en alguna empresa y, el próximo, pensaré de nuevo en el máster.

Para llegar hasta donde he llegado, la ayuda de Lagun Artean ha sido muy importante. Estuve con ellos casi cinco años, desde los 18 hasta los 23, sumado la estancia en el albergue y el tiempo que pasé en los pisos de acogida de la Diputación. Después, cuando he tenido más ayudas, me han facilitado el alquiler de una habitación. Desde hace cerca de cinco años vivo ya de manera independiente en un piso de alquiler compartido en Barakaldo que pago con la ayuda de la RGI del Gobierno vasco.

Su apoyo también ha sido fundamental para integrarme en la sociedad vasca. Me gusta el modo de vida de aquí, tengo cuadrilla de gente de aquí con la que he estudiado. Siempre estamos juntos y me siento uno más. Hacemos salidas al monte, vamos de fiesta y me siento integrado en esta sociedad como otros jóvenes de mi edad. He aprobado el nivel A2 de euskera, el básico, y tengo pensado intentar sacar el B1 y, luego, el B2, porque también me gusta mucho estudiar idiomas.

En Marruecos es muy complicado hacer estudios superiores si no tienes dinero. La enseñanza inicial es pública, pero cuando pasas el bachillerato, ya es muy difícil seguir estudiando. En mi zona, por ejemplo, tienes que irte a vivir a Agadir o a Marraquech y el coste económico es elevado porque debes pasar bastantes años estudiando y luego, aun- que hayas realizado estudios y tengas diplomas, tampoco hay trabajo. Mis amigos que han acabado carreras siguen estando sin trabajo y, al final, si no consigues salir del país los estudios de poco te valen. En vista de ese panorama y de que a la gente que ha pasado a Europa le va mejor, decidí marcharme con el objetivo principal de trabajar, salir adelante y ayudar a  mi familia. Pensé que tenía que dar el paso de irme antes de ser mayor de edad porque si lo hacía con más edad igual no me aceptaban o me resultaba muy complicado obtener los papeles. Con casi 17 años, solo, llegué en un barco a Málaga. No sabía español y era difícil comunicarme con la gente en francés o en inglés. Vi unos marroquíes que estaban trabajando en la calle y les pregunté si me podían ayudar. Hablaron por teléfono con mis padres, quienes contactaron con unos paisanos que viven en Barcelona y me trasladé allí en autobús. Estuve en Barcelona una semana y esos conocidos de mi familia me enviaron a Bilbao.

Llegué, también solo, a la estación de autobuses, sin tener a nadie a quien recurrir, con hambre y sin ropa adecuada porque ya era noviembre y hacía frío. Me habían dicho que por ser menor podía ir a pedir ayuda a la Policía Nacional y me dirigí a la comisaría de Indautxu. Estuve con ellos unas tres horas para hacer la ficha, me hicieron huellas y fotos. Yo no sabía castellano y no había quién supiera francés. Al final, pude entenderme un poco con ellos en inglés, que había estudiado dos años. Luego, me llevaron al centro de menores de Amorebieta. Cuando íbamos hacia allí yo pensaba que me llevaban realmente al aeropuerto para retornarme. Estuve un mes en ese centro de menores y, al no estar acostumbrado al frío, lo pasé mal. Después, me trasladaron a otro centro de menores que está en Artzentales, donde estuve otros cinco meses.