Metalhaters

Una de las peores cosas que le han ocurrido al movimiento metalero es la aparición de los metalhaters. Como las plantas invasoras que colonizan todo, estos individuos han logrado condenar a algunos grupos o discos al olvido. Los haters odian todo lo que se hace y, por supuesto, todo lo que se vaya a hacer en el futuro. Todo es basura, salvo lo que ellos escucharon primero. Ellos estaban antes que nadie y todo lo que vino después es una montaña de mediocridad o, en su jerga, “una puta mierda”.

Los que odian todo la han tomado con aquellas bandas que tienen éxito y han creado algo diferente y, por el contrario, suelen venerar la vulgaridad. Ellos defenderán a esos grupos que los horteras llaman de “culto” pero que en la intimidad no escucha ni cristo. Ellos, los que dominan los foros de Internet y las discusiones en Facebook, parecen el ejército nazi marchando hacia Stalingrado, pero la realidad es que después sus grupos apenas logran llenar un portal. Los haters nos dicen que Venom es canela fina, pero In flames son música disco.

No conviene subestimarlos. Han logrado que reneguemos de creaciones interesantes simplemente porque la han tomado con ellos. Los haters odian a Lars Ulrich y, en general, a Metallica. Nos les gusta lo que van a sacar en noviembre aunque todavía no lo hayan escuchado. Será más de lo mismo. Ellos sí vieron a los auténticos Metallica.

Fue por la gira del Master of puppets o por ahí. Entonces sí eran grandes. No lo que vino después. El siguiente disco ya tenía una baladita y con el negro se vendieron de todo. Una pena. Querían salir en la MTV. En realidad, el Master ya flojeaba, y en el anterior también, había un amago de baladita. Para los haters, lo único bueno de Metallica fueron sus maquetas. Después, se vendieron.

Esa lluvia fina de comentarios estúpidos ha logrado calar en la mayoría, que se ha atrevido a hablar despectivamente de un acontecimiento tan apabullante como la sociedad que han formado Axl Rose y AC/DC. Una unión de ese nivel, que reúne más talento en un escenario del que todos los metalhaters juntos podrán sumar jamás en sus tristes vidas, sería celebrada en cualquier otro orden del arte sin ninguna duda, pero aquí fue vilipendiada… ¡Antes incluso de que se subieran al escenario!

Gente con criterio ha acabado negando en público que le guste el Load de Metallica, porque, si lo admites, el comando hater te acusará de ser el responsable del hambre en el mundo. Sin embargo, es un disco que supera por varias traineras de distancia a muchas obras mediocres que han sido aplaudidas e incluso encumbradas. No hay nada más borrego que el público heavy, para los haters. Ellos creen que In flames se murió en mil novecientos noventa y… No recuerdan bien la fecha pero fue cuando el cantante dejó de hacer guturales. Total, que los In flames no hacen nada nuevo desde Clayman. No, Whoracle. No, mejor desde The jester race. Por ahí más o menos. ¿In flames? Sobrevalorados.

Hay una característica fundamental en los metalhaters: cualquier cosa hecha en el pasado será mejor que lo que ha venido después. Porque ellos, gurús de Internet donde las opiniones son a céntimo de euro, ya estaban allí cuando sucedió todo. El reloj se paró entonces, cuando se rebobinaban las cintas con un boli Bic, cuando en los conciertos se llevaban navajas y las J’Hayber aplastaban cráneos. Los haters nos han llenado de prejuicios sobre nosotros mismos y lo que nos gusta. Prohibido admitir en público que te has dejado las cuerdas vocales alguna vez con “Livin’ on a prayer”; nunca reconocer que te escuchas de un tirón el Reload; si ves por la calle a Rob Halford, en lugar de aplaudirle, le escupirás porque se tenía que haber retirado cuando lo anunció. Siempre escriben el mismo comentario. Sus ideas siempre son las mismas, pasan en herencia, se las copian unos a otros. Lo que diga la mayoría.

Espero que os estén sangrando los ojos, porque a mí me gusta Bon Jovi. Eso sí, hasta que se cortó el pelo.