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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El 8 de marzo es polémica también en 2021

Archivo - Manifestación del 8M en Bilbao en 2019

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El otro día hablaba con un grupo de amigas sobre las dificultades y la falta de referencias que tenemos las mujeres ya que, en nuestras vidas, en nuestros cuerpos y en nuestra salud existe un constante tabú que lo inunda todo. Sin embargo, estos días me he dado cuenta de que el tabú lo inunda CASI todo, porque sobre aquello que tiene que ver con nuestra capacidad para decidir como sujetos de derecho, todo el mundo tiene un interés y opinión.

Y es que en estas semanas en las que venimos asistiendo al ritual institucional publicitario que se genera en torno al 8 de marzo hemos visto muchas cosas, muchos lazos morados y muchas, muchas fotos, pero también, ¡cómo no! polémica. 

Polémica por lo que hacemos y por lo que no hacemos. Polémica que se agita como un arma para que estemos quietecitas, en casa, que estamos “más monas”. 

Polémicas que nunca hemos visto en que, solamente en Barakaldo (por poner el ejemplo del lugar en que vivo), haya habido 4 agresiones machistas en 5 semanas. 

Polémica que nunca tiene que ver con que muchas mujeres que intentan romper con la violencia en la que viven, no puedan hacerlo por miedo al hambre o a quedar en la calle con sus hijas e hijos.

Polémica que no se ha generado cuando Idoia Mendia a través de una directriz de Lanbide cambia la forma de proceder que hasta ahora permitía que muchas madres cobrasen la RGI con sus hijas o hijos y ahora ya no puedan hacerlo. Polémica que no se ha generado en los grandes medios cuando 291 mujeres se van a quedar sin medios de vida, si no lo han hecho ya, y otras tantas, no van a poder hacerlo.

Polémica que tampoco se desata cuando las miles de mujeres que trabajamos en los cuidados (de forma remunerada o no) vemos que nuestra labor se invisibiliza, se precariza, se desmonta o se minusvalora, condenándonos a continuar cuidando en silencio, en privado, sin EPIs o medios adecuados, sin vacunas y, en todo caso, haciendo malabares para sostener las vidas. 

Polémicas que tampoco ha saltado cuando vemos que nuestra consejera, la que debe de defender la igualdad dice que ella “no se va a meter ni en el patriarcado ni en el feminismo sino en dar las mismas oportunidades a las familias de este país” y acto seguido, sin rubor, nos invita a usar nuestra imaginación y nos pide que no nos manifestemos este 8 de marzo.

Y llegado este punto yo, me pregunto ¿Hasta cuándo? ¿Hasta dónde? ¿Cuánto tiempo más vamos a tener que escuchar eso de que “quietecitas y calladitas estamos más guapas”? ¿Has cuándo seguiremos siendo “las reinas en nuestra casa” sin derecho a abrir la boca fuera de ellas? ¿Cuándo va a dejar de cuestionarse que, en nuestras bragas, en nuestros cuerpos, en nuestros derechos y también en cómo defenderlos, decidimos nosotras?

Y cuándo será que se genera polémica en los grandes medios de comunicación y en las calles porque los espacios y recursos de atención a mujeres que han sufrido violencias machistas no cumplen los protocolos, no son suficientes y no ayudan a generar alternativas reales para que las mujeres podamos romper libremente con la desigualdad que sufrimos y que, muchas veces, a muchas mujeres les cuesta la vida. 

Y cuándo será que veamos un gran debate público que polemice sobre el hecho de que nuestras instituciones, reivindiquen los cuidados como algo más allá del lema o del punto morado en las campañas del 8M o 25N. Cuándo será que veamos que nuestras instituciones, las de todas, de verdad apuestan por no abandonarnos a cuidar de forma precaria, aislada, insuficiente o subcontratada, mal pagada, sin EPIs o en regímenes bien parecidos a la esclavitud. 

¿Cuánto tiempo más vamos a tener que escuchar eso de que “quietecitas y calladitas estamos más guapas”?

En definitiva, cuándo, vamos a tener alianzas en las instituciones que dejen de infantilizarnos y de utilizarnos. 

Será cuando interioricemos que, cuando hablamos de feminismo hablamos de entender que las desigualdades que sufrimos las mujeres desde que nacemos hasta que morimos en cualquier paso de nuestras vidas, en cualquier decisión y en cualquiera de nuestras experiencias. 

Será posible que algún día se entienda que cuando insistimos en hablar de feminismo lo hacemos para romper con la creencia implícita de que es legítimo hacernos daño, o dar a entender que valemos menos o merecemos peores condiciones. Porque es esa, y no otra la causa por la que sufrimos más temporalidad y precariedad. Y lo que no se nombra no existe.

Será posible que desde las instituciones se entienda y se asuma que, negarse a hablar de patriarcado es dar pábulo a que muchas mujeres sigamos viviendo en el ostracismo en el que, en la edad media, nos quemaban por ser brujas y hoy se nos condena por irresponsables al querer hacer de las calles un lugar nuestro para exigir nuestros derechos. 

Este 8 de marzo de 2021, de nuevo, condenarnos públicamente por salir a las calles, como ya hicieron el año pasado, es igual de malo que mantener los tabús en torno a nuestra salud, nuestra intimidad, nuestros miedos y deseos o nuestras prácticas sexuales. Hacerlo es negar una parte de lo que somos y desde luego, es negar nuestros derechos fundamentales.

Porque cuando se niega el enfoque feminista y se habla de familia y no de las mujeres que las sostienen, se está dando por hecho de que no existe necesidad de aplicar soluciones estructurales. Se está lanzando el mensaje de que solo tenemos derecho a protección y cuidado cuando tenemos hijas o hijos en el seno de una familia tradicional. Porque en el fondo no se nos considera sujetos de derecho por lo que somos sino por lo que producimos y aportamos. 

Y es que, en definitiva, y de eso no hay duda, somos las mujeres las que sostenemos el mundo. Así que señoras, y sobre todo, señoros, déjennos que el 8 de marzo hagamos lo que consideremos hacer y midan nuestros pasos por la misma vara de medir que los del resto. Si toca revisar o ser imaginativas, seámoslo todas, también para imaginar cómo cuidarnos en igualdad de derechos y de oportunidades, y no solo el 8 de marzo sino los 365 días del año.

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