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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Cifras de la Educación

Aula del instituto Antigua Luberri de Donostia

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Que la Educación –con mayúsculas- es una actividad formativa básica para la conformación de cualquier sociedad es incuestionable, hoy por hoy. Así mismo, que los gobiernos y las instituciones públicas y privadas, haciéndose eco de esa importancia, le dediquen más estudios, es también una realidad cada vez más cotidiana. Son escasos los meses en los que no tengamos una información actualizada de la situación que ocupa el sistema educativo a nivel autonómico, nacional o europeo. En ocasiones, se trata de conocer la realidad del profesorado; en otras, los resultados académicos del alumnado; aparecen también análisis que nos dan a conocer la aplicación de las competencias necesarias para construir ciudadanía en el siglo XXI o nos señalan los déficits formativos del alumnado más vulnerable… 

Cifras, gráficas, reflexiones mil para conformar estudios serios que acerquen el mundo educativo al interés de la población general y para que las instituciones comprometidas modifiquen políticas no del todo eficaces. Se hace difícil identificar a personas que no puedan escuchar, leer, opinar y hasta participar en debates o artículos referentes a la educación, prácticamente a diario.

El nuevo curso escolar 2021-2022 se abre precisamente con tres de estos estudios que pretenden clarificar la situación educativa nacional e internacional. El primero de ellos –por orden cronológico de difusión- ha sido el Panorama de la Educación 2021, que publica la OCDE. En este resumen de indicadores internacionales  del curso prepandemia 2018-2019 aparecen datos de centros educativos, del impacto del aprendizaje, del gasto educativo o de las dificultades de escolarización, entre otros de todos los países miembros.  Este organismo viene informando puntualmente desde 1992 de estas cuestiones, pero es a partir de 2008, cuando España compromete su participación con un estudio pormenorizado de la realidad educativa nacional.

De la edición de este año –el estudio siempre trabaja con datos nacionales de 2-3 años anteriores- se pueden entresacar algunas conclusiones sobre el conjunto de la educación española, que deberán ser matizadas por la situación concreta en que se encuentre cada Comunidad Autónoma, con plenas competencias en este ámbito desde hace décadas. 

La primera, y principal, es que comparativamente con la media de los países OCDE, la educación española arrastra déficits que persisten en el tiempo. Así, nos encontramos peor en el porcentaje de alumnado inmigrante que supera niveles de lectura (según PISA, 27% España, 29% media); en la movilidad de estudiantes extranjeros e internacionales  (10%, aquí; 29% en países OCDE); en alumnado de Secundaria repetidor de curso (8,3%, en España, frente al 2,4% de la media OCDE); en  población adulta empleada con estudios secundarios (82%, España; OCDE, 86%); en gasto público total en educación primaria, secundaria y terciaria por estudiante a tiempo completo (España: 8.259 dólares, frente a los 10.000 de media internacional). 

En inversión en educación terciaria, España invirtió 13 800 dólares por estudiante, 3265 dólares menos que la media de la OCDE; en gasto PIB, en 2l año 2018, España destinó el 4,3% a Educación, lejos del 4,9% de media internacional; en incrementos salariales al profesorado en el periodo 2005-2020, en el que disminuyó hasta un 3%, mientras que crecía en la media de los países OCDE entre 2 y 3%.

Tal y como señala el estudio de Panorama de la Educación 2021, la comparación con estos países es favorable para España tan sólo en tres ámbitos: poseemos más mujeres empleadas tituladas en etapa secundaria que la media (España, 47%; OCDE: 43%), también con titulación terciaria (54% en España, frente al 52% de los países OCDE) y perdimos menos en formación y educación formal y no formal durante la época COVID-19 (5%, España; 27% media países).

No sale bien parada la educación española en este estudio, que demuestra un año más avances insuficientes para acercarnos a la media internacional señalada. Más inversión presupuestaria, programas de integración inclusiva más eficaces y una mayor coordinación interinstitucional son necesidades acuciantes para mejorar datos de forma significativa.

El segundo estudio sobre la educación española recientemente presentado ha sido el de la Federación de Educación estatal de CCOO, fiel a su cita anual con el comienzo del curso escolar. En este caso –y buscando una comparación con la situación educativa en Euskadi- también se pueden extraer algunas conclusiones. Una primera, al hilo con la situación aún de pandemia que vivimos, es la denuncia de retirada del profesorado de refuerzo COVID en algunas comunidades autónomas que se ofreció durante el curso pasado. En concreto, el sindicato cifra la reducción en el 35,66% (a diferencia de Euskadi, Cataluña, La Rioja y las dos Castillas, donde se ha mantenido tal recurso).

Como consecuencia de este movimiento de plantillas, las ratios de alumnado por centro han crecido, produciéndose un aumento significativo en las etapas de Infantil, Primaria y ESO (de 1,50, 1,74 y 2,24 respectivamente para la media estatal, siendo menor en el caso de Euskadi: 0,23, 0,14 y 0,71).

El estudio del sindicato también ha puesto de manifiesto el incremento sustancial de la temporalidad en el colectivo docente, cifrado para la media española en 145.412 trabajadoras/es inestables (29,10%), un problema que adquiere especial atención en el caso vasco (9.998 trabajadoras/es temporales -42,50%-). Con todo, donde estos números adquieren tintes dramáticos es en el colectivo del personal no docente, de servicios y apoyos socieducativos, donde se disparan (media estatal: 46,21%; Euskadi: ¡70,21%!) muy lejos todos los gobiernos de los números pactados hace años de conseguir no superar un máximo de 8% de interinidad. 

El último estudio señalado es el presentado por la Fundación Ramón Areces y la Fundación Europea Sociedad y Educación, denominado Indicadores educativos. En la edición para el año 2021 (séptima de las que vienen publicando en los últimos años) deja también datos interesantes, además de los ya expuestos. Por ejemplo, la tremenda lejanía de alumnado español que supera la ESO, con respecto al europeo: 23,5 puntos porcentuales por debajo. Dato muy significativo si tenemos en cuenta que el índice de población egresada universitaria es mayor en España que en la media europea, lo que habla de una polarización extrema nada recomendable para un sistema educativo que debería ser mucho más homogéneo en la titulación de todas las etapas.

En cuanto a la inversión pública en Educación es reseñable el dato que ofrece este estudio al indicar que ninguna comunidad autónoma española ha conseguido aún igualar la realizada en 2009, último año expansivo antes de las crisis económica y sanitaria posteriores.

Un último dato reseñable de este estudio relaciona las dinámicas de Educación y Empleo al señalar que si bien la tasa de paro juvenil continúa una tendencia descendente (33,2%, en 2019), España sigue siendo el segundo país (en una UE a 22 países) tras Italia con mayor paro juvenil, en las antípodas de, por ejemplo, Países Bajos (4,5%) o Luxemburgo (5,1%).

Estamos, por tanto, en los comienzos de un curso escolar que va a ofrecer novedades significativas con la adaptación del sistema a dos nuevas leyes educativas (la ya aprobada LOMLOE y la próxima Ley de FP, ahora en trámite parlamentario). Sin embargo, el acercamiento a modelos educativos europeos más progresistas requerirá la aceptación y el convencimiento de nuestros políticos actuales de invertir más y mejor en tres ámbitos: presupuestario, pedagógico y emocional. Invertir más y mejor, al margen de los coyunturales fondos europeos post-COVID, en recursos (también humanos). Definir, de una vez por todas y sin más dilación, un currículo educativo adaptado al siglo XXI que sea flexible, comprensible y enriquecedor para un alumnado que debe emocionarse con el aprendizaje. Actualizar, en fin, los mecanismos que permitan a la escuela actual interesarse por una educación cercana, emocionalmente sensible y empática con la pandemia social que aún seguimos viviendo. Solo en el cumplimiento de estos objetivos  las recientes cifras de la educación -y las próximas que vayan llegando- cobrarán un verdadero sentido social.

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