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Indalecio Prieto... en una estación legendaria
Indalecio Prieto pervive en Bilbao, justamente en la antesala que da acceso a los andenes de la legendaria Estación de Abando-Indalecio Prieto, -a la que aún el vulgo de Bilbao y Bizkaia sigue llamando Estación del Norte-. Se trata de una estación legendaria aunque su antigüedad date solamente de hace poco más de sesenta años. Sin embargo, cuando fue inaugurada la estación en 1948, un importante número de proyectos, todos ellos con vocación de posteridad, habían circulado por los despachos administrativos de Bilbao.
Si se puede llamar legendaria a la estación es porque el Ferrocarril forma parte de la historia de Bibao y constituyó el más importante instrumento de desarrollo del Bilbao de la segunda parte del siglo XIX, cuando la actividad minera, siderometalúrgica, naviera, comercial y mercantil estaban en Plena ebullición. La oligarquía vasca, con sede preferente en Bilbao y sus alrededores, no dudó en invertir dinero a sabiendas de que estaban ante la gallina de los huevos de oro. Frustrados los primeros intentos de hacer pasar por Bilbao la línea férrea que unía Madrid con la frontera francesa, se puso en marcha la línea Tudela-Bilbao en 1863, que conectó en Miranda de Ebro (Burgos) con la Compañía del Norte y duró hasta 1877 en que esta última compañía absorbió a la primera. Desde entonces se produjeron algunas modificaciones que tuvieron por objeto facilitar la convivencia del transporte de mercancías con el de viajeros: se habilitaron para ello dos estaciones de mercancías, en Amézola y La Casilla en 1924, lo cual permitió que, al fin, se pensara en la Estación del Norte como espacio central de aquel Bilbao emergente.
Desde hace pocos años la Estación acoge el impresionante busto de don Indalecio Prieto, creado por el gran escultor Lucas Alcalde. La leyenda de la Estación de Abando-Indalecio Prieto se fundamenta en la dilatada historia de su construcción y en la vocación artística con la que surgió. El primer proyecto fue obra del ingeniero Charles Vignoles y estaba basado en el eclecticismo. Posteriormente fueron otros quienes continuaron con la ejecución, proyecto sobre proyecto, hasta configurar la estación definitiva. En 1927 fue presentado un nuevo proyecto de corte academicista que ponía más empeño en la utilidad que en la belleza. En 1932 fue presentado el proyecto que parecía definitivo, de corte modernista, que seguía las líneas de la época y contenía influencias importantes de la Estación de Helsinki que había sido diseñada por Eriel Saarinen.
La Guerra Civil, además de desesperanzar a los bilbaínos y vizcaínos, paralizó todos los proyectos hasta el 1941 en que la Compañía Nacional de Ferrocarriles Renfe inició el despegue definitivo de la construcción, que se inauguró en 1948 con una importante presencia de autoridades del régimen franquista. Bien puede decirse que la Estación de Abando-Indalecio Prieto surgió de una inquietud encomiable de la oligarquía vizcaína, caracterizada por sus vínculos con el bando liberal, que había triunfado sobre los tradicionalistas tras dos guerras civiles que se desencadenaron en el siglo XIX, pero se consumó cuarenta años después durante los primeros años de gobierno del dictador Franco, para su desgracia. También estas vicisitudes han ayudado a que podamos considerar más legendaria aún esta estación. Porque, además, la estación fue remodelada posteriormente durante los años 1983 y 1984, y hubiera sufrido una profunda transformación si hubiera podido cumplir sus deseos, casi en los años noventa del siglo XX, el diputado socialista Martín Martínez, que ostentaba el cargo de diputado de Transportes de Bizkaia. Su encargo al arquitecto escocés James Stirling para que diseñara una estación intermodal no llegó a buen puerto por los altos costos del proyecto y el escaso interés mostrado por los regidores nacionalistas de aquel tiempo.
¿Dónde reside la leyenda de la estación? Son varios los factores. Su situación céntrica, haciendo esquina con la Plaza Circular, en cuyo centro se exhibe la estatua del fundador de Bilbao Don Diego López de Haro no es baladí. Ni lo es su presencia en muchas obras pictóricas que recogen lugares o estampas costumbristas de la Villa. Merece especial mención su presencia en el cuadro 'Cazadores de la Estación del Norte', obra del famoso pintor bilbaino Adolfo Guiard en 1887, que recoge cómo en la última guerra carlista la plaza adyacente a la estación hizo las veces de parque de Artillería. La leyenda reside también en algunos de sus espacios emblemáticos: la suntuosidad del atrio por el que se accede a los andenes, la sencillez magnífica de las marquesinas, estos y otros espacios en los que se han desarrollado actuaciones artísticas, conciertos y exposiciones de arte. Incluso, como una muestra más de su acomodación a los tiempos, la conversión de una buena parte de las instalaciones en un centro comercial y la que será una transformación definitiva de la playa de andenes y del edificio para acoger las nuevas instalaciones del TAV (Tren de Alta Velocidad).
En medio de ese paisaje legendario mira llegar los trenes el busto que Lucas Alcalde ha creado en homenaje a don Indalecio Prieto, justamente ante el vitral que sirve de friso a la cabecera de los andenes, que recoge múltiples imágenes que reflejan la laboriosidad de los vascos. Allí están los mineros, los metalúrgicos, los agricultores, los ganaderos, los obreros,...allí las fábricas con sus humos, las vagonetas con su polvo negruzco, la fiereza de las bestias que con tanta diligencia ayudaban en las labores del campo. El vitral es obra original de la Unión de Artistas Vidrieros de Irun y data de 1948, aunque en 1990 la misma Unión tuviera que eliminar de la primitiva vidriera el escudo de la España franquista para sustituirle por el escudo constitucional.
En otro lugar emblemático del vestíbulo, la estación incorporó asimismo una obra del pintor y escultor vasco Agustín Ibarrola. La obra es la elegida de una buena colección de ellas, exhibidas en tiempos de la Transición en el mismo atrio de la estación, en una exposición entrañable que recogía composiciones hechas con traviesas de madera procedentes de las vías que habían sido renovadas. El profundo significado de la obra de Ibarrola entronca con la leyenda de la construcción y desarrollo de aquel Bilbao y de aquella Bizkaia regados con el sudor de los obreros y alentados por el vigor contundente de las entrañas de la tierra.
Nada desentona porque Indalecio Prieto, sin haber nacido en Bilbao, sí fue hijo adoptivo de la Villa, llegado a ella con la misión de consumar la implantación del socialismo en Bilbao. Por eso Lucas Alcalde, que es un pintor y escultor promiscuo en representar el esfuerzo y las labores de sus vecinos de la Zona Minera, en lo más profundo de la denominada Margen Izquierda, no dudó en mostrar su rostro contundente, fornido e irreprimible. En esa tez verdecida o azulada del bronce, los ojos de Indalecio Prieto miran al futuro al mismo tiempo que, a su través, dejan ver el pasado. Indalecio Prieto y Lucas Alcalde han escrito una nueva página en la Leyenda: han hecho que la Estación del Norte acreciente su vocación legendaria. Ningún marco resulta tan apropiado como la Estación de Abando-Indalecio Prieto para recordar la historia del Bilbao trabajador y culto: marco de libertades tan lleno de imágenes y vestigios de la laboriosidad que adornó a los vizcaínos.
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