Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Los presupuestos, ¿son españoles?
Estamos tan entretenidos defendiendo, unos la unidad de España, y otros la independencia de Cataluña, que se nos está olvidando lo esencial: ¿cómo se garantiza un mayor bienestar para los nacionales practicantes de ambos bandos? De eso va precisamente el proyecto de Presupuestos Generales del Estado que ha aprobado el Gobierno de Pedro Sánchez. Y eso es lo que no se quiere debatir, a juzgar por los rechazos que el proyecto está suscitando. Para los unos, resulta imposible respaldarlo mientras haya “presos políticos” a punto de ser juzgados. Para los otros, no es posible legitimar a un presidente ilegítimo empeñado en vender España al independentismo catalán para mantenerse en el poder.
La España nacional-nacionalista es así. Y es inevitable que sea así. Cuando hablan las naciones, se olvida a sus ciudadanos. Y más se les olvida cuando los nacionalismos hispanos en pugna se enfrentan con entusiasmo propio de las más feroces guerras de la Reconquista. Tan ocupados como están en marcar las fronteras de sus respectivos territorios, no es de extrañar que acaben olvidándose de la gente que tienen dentro y pasen, con soberbia feudal, de los problemas concretos que aquejan a sus representados. ¿O habría que hablar de súbditos cuya opinión importa una mierda? Me lo pregunto por esa reacción destemplada de un dirigente soberanista, al considerar las últimas movilizaciones sociales en Cataluña como algo que despistaba a los catalanes de sus aspiraciones últimas en tanto que “pueblo”.
Con tanto ruido nacionalista, parece bastante difícil que se abra camino el debate presupuestario que puede interesar a las grandes mayorías: si es posible y deseable acabar con una larga etapa de recortes sociales (como el Gobierno de Sánchez plantea con su proyecto), o bien hay que seguir con las políticas de austeridad que los Gobiernos de Mas en Cataluña, y luego los de Rajoy en toda España, pusieron en marcha con el pretexto de la crisis; si hay que avanzar en políticas de recuperación social, como quiere la izquierda, o en las que se empeñan en seguir socavando el Estado de bienestar; si hablamos de guerras de banderas enfrentadas o privilegiamos la discusión sobre las políticas de izquierdas y derechas.
Ahora bien, oyendo a los representantes del PP y sus confluencias rescatadas por la ultraderecha, habría que preguntarse: ¿Estamos hablando en realidad de Presupuestos o de otra cosa? ¿Son realmente españoles estos Presupuestos Generales? ¿O, por el contrario, la prueba más evidente de que el Gobierno de Sánchez está rompiendo España? Visto cómo está el patio, a lo mejor no vendría mal que se adosara a los actuales Presupuestos un manual de españolidad, con los criterios que permitan certificar si las cuentas públicas que el actual Gobierno ha aprobado son o no son nacionalmente legítimas.
Urge aclarar de entrada quiénes son españoles de verdad y quiénes se hacen pasar por tales. ¿Son españoles los parados, los jóvenes, los trabajadores sin empleo, los niños pobres, los nuevos becarios, los pensionistas, las personas dependientes…? ¿Son o no son españoles todos aquellos colectivos que pueden verse beneficiados por los Presupuestos que el Ejecutivo de Sánchez propone? Y, si lo son, ¿merecen ser ayudados por el Gobierno de España? ¿Sería patriótico hacerlo? ¿O, por el contrario, lo realmente patriótico consiste en que cada español pueda tener la España que se pueda pagar?
Y, al hilo de esto último, ¿es digno de un patriotismo español como Aznar manda tratar de conseguir, vía impuestos, más recursos para modernizar nuestras infraestructuras, mejorar los servicios públicos y garantizar los derechos sociales de la gente? ¿O, como sostienen las derechas, donde más y mejor se españoliza nuestro dinero es en el bolsillo de todos y cada uno de los españoles? Pero en este punto nos surge un problema: y es el de saber qué ocurre con quienes, aun disponiendo de bolsillo, carecen de dinero para cobijarlo, porque no pueden llegar a fin de mes. ¿Los excluimos, entonces, como seres indeseables de la comunidad nacional? ¿O los remitimos a perpetuidad a los bancos de alimentos, que para algo está la caridad.
Pero, ¿es patriótico trabajar por la igualdad efectiva de los españoles? ¿O lo español de verdad es que todos nuestros compatriotas sepan estar en “su sitio”, a riesgo, en caso contrario, de que cualquier familia pueda casar a sus hijas en El Escorial y tengan la oportunidad de poner un Agag en su vida? ¡Como si no hubiera diferencias necesarias de distinción entre unos españoles y otros!
Nos quedan las inversiones territoriales que los Presupuestos recogen. Las previstas para Cataluña, ¿son un peaje que España paga a sus enemigos o bien algo razonable y ajustado a las necesidades de un territorio español? Porque al final, con todo el ruido que arman quienes perdieron el Gobierno por méritos propios, me queda la duda: ¿Cataluña sigue siendo España? ¿O es una traición a España que no puede quedar sin castigo? ¿Y hay algo más español que un buen escarmiento?
Sin salirnos del ámbito territorial, sería también muy conveniente aclarar por qué iría contra la unidad de España conseguir, como pretende el Gobierno, que el independentismo catalán se comprometiera con unos Presupuestos Generales que, a fin de cuentas, están pensados para todo el país. Si al fin los apoyara, ¿no estaría reconociendo el soberanismo, aunque fuera implícitamente, que lo que la va bien a España en su conjunto le va igualmente bien a Cataluña? ¿O sería preferible que España, para que fuera más España, no dejara de tener su enemigo externo? ¿Y que haría la España, España, España –de Casado, Abascal y Rivera- si al final le acaba fallando la enemistad de Cataluña?
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