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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Que vuelven los Tácitos

José M. Portillo

Desde que Pablo Iglesias propuso a sartenazos un pacto de gobierno al PSOE y Pedro Sánchez, lejos de mandarlo a la chingada, dijo que una vez que Rajoy hiciera su turno ya hablarían, se activaron telúricas fuerzas con el solo objetivo de parar cualquier opción de gobierno que se salga del juego de partidos del sistema del 78. Hasta la derivación naranja del centro derecha se podía llegar, y hasta jalear, pero si hablar siquiera con Podemos era ya rayano en osadía, insinuar un pacto anuncia la hecatombe. La voz de alarma la dio el periódico El País nada más mostrar Sánchez su disposición a considerar la oferta podemita: una encuesta urgente que mostraba al secretario general socialista como el líder peor valorado en la gestión postelectoral, un chorro de noticias predictoras de un empeoramiento ineludible de la economía, un aviso de Europa magnificado y finalmente la súper entrevista a Felipe. El mismísimo padre de la izquierda setentaiochista advirtiendo de lo errado del camino del secretario general de su partido que se entregaría, y no es coña, a unos leninistas (¿en qué quedamos? ¿no eran bolivarianos? porque una cosa y la otra tienen muy poquito que ver). A partir de ahí ya barra libre: Javier Corcuera, Pepe Bono, Alfonso Guerra... tutti quanti.

Como recordarán, los Tácitos fueron una especie de lobby político creado en el ambiente demócrata cristiano del tardofranquismo con la intención de marcar el tránsito, que admitían y querían ineludible, de la dictadura a la democracia parlamentaria. Su propósito esencial, por resumirlo al extremo, era evitar la ruptura, que todo fluyera de la ley a la ley, siendo su máxima creación precisamente la Ley para la Reforma Política, causa primera del actual sistema constitucional. Del lobby que se ha constituido para blindar el sistema del 78 le diferencia algo esencial: los tácitos de inicios de los setenta eran funcionarios de alto nivel en su mayoría, pero no habían tocado mucho poder mientras quienes se agrupan en la Fundación España Constitucional y afines han formado parte relevante de gobiernos surgidos del sistema de partidos del 78. Les acomuna, sin embargo, ese afán por tutelar, por controlar los procesos de cambio cuando los perciben inevitables.

¿Qué temen estos nuevos tácitos? Desde luego no a un partido “leninista”, sobre todo después de la experiencia de Syriza. Tampoco una deriva venezolana de nuestra economía. Basta que uno abra el periódico económico del grupo Prisa para que se pregunte dónde demonios están los nubarrones de la tormenta tropical. Hasta a la jefa del Santander, acostumbrada a la cara de póker, se le nota la sobreactuación cuando dice que tiene menos llamadas de inversores. Estarán esquiando, porque lo último que les va a amedrentar es un gobierno europeo. Lo que temen estos tácitos es que el cambio constitucional, cuya inevitabilidad ya no niegan ni en Génova, se lleve a cabo sin su tutela.

No se les puede tampoco achacar hacer algo extraordinario. Al contrario, ha sido más bien la norma en la historia contemporánea española que los cambios constitucionales vengan de un modo u otro tutelados. Si uno echa cuentas, se le baja todo: poder constituyente, lo que se dice constituyente en España ha habido muy poco, 1869, 1931 y... Y nada más. El resto es que si restablecimiento de leyes fundamentales olvidadas (1812), que si reforma de otras constituciones anteriores (1837,1845), que si restauraciones de la soberanía compartida por la corona y la nación (1876) o, en nuestro actual sistema, ese recorrido previsto precisamente por los tácitos de la ley a la ley, aunque el primer término de la ecuación fuera franquista.

No me cuento entre los que desprecian la Transición despachando de un plumazo todo lo hecho por estas carencias constituyentes. Cuando uno lee ahora los registros parlamentarios de la elaboración de la constitución se da cuenta de que, con fecha debajo, fue una labor bastante más constituyente de lo que se había previsto. Pero sí me cuento, y en parte por ello voté el pasado mes, entre quienes creen que el sistema del 78 necesita entrar en boxes para una revisión integral. Soy consciente de que Felipe tiene toda la razón al afirmar que para ello es imprescindible el Partido Popular, pero si este partido, por muchas razones, no es capaz de formar gobierno ni siquiera para activar las reformas constitucionales y luego convocar elecciones, ¿debe por ello mismo renunciarse a formar algún otro gobierno que pueda darle al botón de inicio? El temor de la camada ministerial del 78 es que ese arranque se haga sin tutelas, sin la suya más concretamente. Mi pregunta es si no tenemos ya bastante tutela con la Unión Europea y si un gobierno que ponga la aguja de marear hacia lo social en vez de hacia el mercado y que active las reformas que tarde o temprano tendremos que hacer es como para augurar el fin del mundo. Por supuesto que no, puede ser un inconveniente para el Ibex 35 tener que tratar con un gobierno de izquierdas, pero menor.

Creo que lo que realmente preocupa a esos nuevos tácitos es más bien la pérdida de dos bienes que consideran de su patrimonio, y por lo mismo sometidos a su cuidado. El primero, el texto constitucional de 1978. El segundo, el propio partido socialista que podría estar reinventándose para jugar en otra liga y, lo que es peor para los guardianes de las esencias, estar haciéndolo, intentándolo de momento, al margen de los tácitos. Ánimo, Pedro.

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