Enfermedad, soledad y maltrato: factores de riesgo de suicidio en personas mayores

José se levanta cada día a las nueve de la mañana. Desayuna, sale a pasear con su hijo y vuelve a casa para comer. Por la tarde, sus más de 90 años no le impiden dar otro paseo de una hora. Después, vuelve a casa, donde se queda solo hasta que vuelve su hijo, sobre las diez de la noche. Desde que murió su esposa, hace casi dos años, solo cuenta con la compañía de su hijo, que vive con él, y con la de su hija, que le visita cada día. A pesar de ello, se siente solo. “Las mañanas están bien, pero las tardes las paso en casa, viendo la tele, y la echo mucho de menos. Ahora ella estaría aquí, sentada conmigo, pero desde que no está, todos los días estoy solo. No sé si es mejor no vivir, que vivir así”, confiesa.

En una consulta médica, un paciente (cuyo nombre no se facilita para salvaguardar su privacidad) acude a una revisión para valorar un tratamiento y exploración neurológica. En este caso, prefiere expresar por escrito cómo se encuentra: “Doctor, estoy sufriendo física y mentalmente. No me funciona bien nada. Caminando me canso rápido, se me engancha el riñón derecho. Las cervicales mal, si muevo el cuello pierdo el andar recto. No tengo ninguna ilusión de vida. No tengo mujer ni hijos, ni dinero para ir a una residencia. Solo pienso en morir sin sufrir para descansar y no dar trabajo ni asco”, escribe el paciente, cuyo médico decidió compartirlo en sus redes sociales para hacer visible una realidad cada vez más alarmante.

Según los últimos datos aportados por el Observatorio del Suicidio, de los 3.941 suicidios ocurridos en 2020, más de 1.000 se produjeron en personas mayores de 70 años y, en comparación con los datos del 2019, las personas mayores de 79 años que se quitaron la vida aumentaron un 20%. Según cálculos de la Organización Mundial de la Salud, existirían unos 20 intentos por cada suicidio. “Uno de cada cuatro intentos es producido por personas mayores, que además utilizan métodos más letales, reflejan menos señales de aviso y estos actos son más premeditados en ellos. Además, las personas mayores pueden adoptar la forma de suicidios pasivos, que se basan, por ejemplo, en no ingerir alimentos o medicación para dejarse morir”, advierte el médico de atención primaria y miembro de la asociación Biziraun para personas que han sufrido un suicidio en su entorno, Agustín Salazar.

Salazar, que ha participado junto a otros expertos en el Curso de Verano de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) titulado 'Lo que sí tiene nombre: el suicidio', ha explicado cuáles pueden ser las señales de alerta de las personas mayores que sufren y qué hacer cuando estas ocurren. Entre las situaciones en la que la salud mental de las personas mayores puede estar en riesgo se encuentra el hecho de tener una enfermedad crónica, recibir el diagnóstico de una enfermedad terminal, los cambios repentinos, como entrar en una residencia que cambie por completo su rutina, sufrir abuso o maltrato ya sea psicológico, económico o físico, sufrir una viudedad reciente o tener dificultades para adaptarse a la jubilación.

Es importante que los profesionales sanitarios sean conscientes del impacto de ciertos acontecimientos vitales en las personas mayores, como por ejemplo, la jubilación, la pérdida del carnet de conducir o el deterioro de sus funciones corporales

¿Qué hacer ante las señales de alerta de las personas mayores?

¿Cuáles son las señales de alerta? Según Salazar, muchas veces existe una comunicación suicida directa. “Decir que tiene ideas de matarse, que no quiere seguir viviendo, que tiene deseos de morir, que los demás se sentirán mejor sin él, que estaría mejor muerto o que no quiere seguir siendo una carga para los demás, son indicadores de máxima gravedad”, sostiene. Y, ¿qué se debe hacer cuando una persona mayor hace estos comentarios? En primer lugar, escuchar y no restarles importancia. “Se debe escuchar sin juzgar, validar lo que la persona está sintiendo, acompañar, orientar y buscar ayuda profesional y una vez que una persona mayor haya pedido ayuda, es importante seguir acompañándola. No es suficiente con llamarle una vez al mes y ya, hay que estar ahí ya sea de forma presencial o telefónica. En ningún caso se le deberá insinuar que es algo que pasará con el tiempo, o que sentirse así es una condición normal de la vejez. Tampoco se debe suponer que porque está acompañado, no puede sentirse solo”, señala.

Por ello, la atención sociosanitaria es fundamental para evitar este tipo de sucesos. “Es importante que los profesionales sanitarios sean conscientes del impacto de ciertos acontecimientos vitales en las personas mayores, como por ejemplo, la jubilación, la pérdida del carnet de conducir o el deterioro de sus funciones corporales. Es necesario disponer de herramientas de cribado sistemáticas para el personal en entornos médicos y no médicos, y formar al persona en la evaluación del riesgo de suicidio en la tercera edad”, sostiene Salazar.

A pesar de que este tipo de situaciones son críticas, existen factores de protección, como el hecho de vivir con sus hijos, tener amigos o familiares que le visiten con frecuencia, tener alguna afición o pertenecer a alguna asociación, tener un proyecto vital e incluso tener prácticas religiosas o espirituales. “El suicidio no es una enfermedad, ni siempre la consecuencia de una enfermedad, pero sí es un grave problema de salud pública, cuyo abordaje ha estado muy condicionado por aspectos culturales y morales, prejuicios y estigma”, indica el director de Atención Sociosanitaria del Departamento de Salud del Gobierno vasco, José Antonio de la Rica, también presente en el curso.

El suicidio no es una enfermedad, ni siempre la consecuencia de una enfermedad, pero sí es un grave problema de salud pública

Programa de prevención del suicidio en residencias

Con el objetivo de evitar los suicidios de personas mayores en residencias, la psicóloga Laura Almudévar, adaptó un programa de prevención a 200 usuarios y más de 100 empleados de una residencia de mayores. Su plan trataba de disminuir la incidencia de la conducta suicida y acabar con el sufrimiento previo y post suicidio de los usuarios. Para ello, lo primero que realizó tras el análisis de las personas que vivían en la residencia y las conductas que habían tenido y tenían los ancianos, fue limitar el acceso a medios letales. “Sin acceso a medios letales, como productos tóxicos o medicamentos, los suicidios disminuyen en un 90% en el caso de las personas mayores que viven en residencias. Es algo fácil de hacer y muy efectivo”, explica Almudévar.

Después de esa primera acción, el resto se basó en sensibilizar e informar a los trabajadores sobre la conducta suicida y su prevención, diseñar un sistema de vigilancia, ofrecer servicios de atención sanitaria y social integrados y mejorar el apoyo de las personas en situación de riesgo. “Es importante que las residencias cuenten con una persona usuaria que se encargue de atender a las personas que van llegando, porque el mayor riesgo está en las que acaban de entrar en la residencia. Cambia toda su rutina, se sienten fuera de lugar y viven bajo unos horarios con los que antes no contaban”, detalla la psicóloga especialista en Suicidología.

“Me di cuenta, cuando llegué a la residencia, de que cuando ocurría un suicidio, las personas que vivían allí no hablaban de lo ocurrido. Había absoluto silencio sobre ese tema. Ahora, hemos protocolizado la postvención de manera que, cuando ocurren sucesos así, se realiza un encuentro para hablar del duelo y se promueve el asociacionismo de los supervivientes. Se les atiende ya sea con servicios de psicoterapia individual o grupal”, indica Almudévar.

El suicidio lleva consigo estigma, vergüenza y silencio. Tanto en las personas que atentan con realizarlo como en las supervivientes

Preguntada por si la eutanasia es considerada un suicidio, la psicóloga ha explicado que a diferencia del suicidio, la eutanasia tiene una parte de socialización con los seres queridos. “No es lo mismo, aunque es cierto que hay una mayor dignidad a la hora de morir a través de la eutanasia que a través del suicidio. El suicidio lleva consigo estigma, vergüenza y silencio. Tanto en las personas que atentan con realizarlo como en las supervivientes”, señala.

Desde 2019 existe en Euskadi la Estrategia de Prevención del Suicidio que incluye un análisis de la situación tanto en Euskadi como en el resto del mundo y estrategias de prevención. En el apartado sobre colectivos vulnerables, se incluye una medida que sugiere “mejorar la detección y abordaje de la conducta suicida en población anciana y personas con enfermedades crónicas, terminales, discapacidad, dependencia o soledad” en la que se incluye “valorar y abordar el riesgo suicida en personas mayores con enfermedades crónicas, terminales, con discapacidad y que están solos o solas o que carecen de vínculos sociales, prestando especial atención al entorno rural”. Sin embargo, la Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud (2022-2026) aprobada recientemente por el Gobierno de España no contempla ningún apartado específico para abordar el suicidio de personas mayores, a diferencia del caso de niños y adolescentes, para los que se incluye una línea estratégica específica con la que evitar suicidios.

*Datos de interés:

Teléfono de la esperanza: 717 003 717

En Bizkaia

Página web: www.aidatu.org Dirección: C/ Araba nº 6, bajo (entrada por, Burgos Kalea), 48014 Bilbao Correo electrónico: info@aidatu.org

En Álava

Página web: www.asafes.org Dirección: C/ Amadís, 2 (entrada por Blas de Otero) 01010 Vitoria-Gasteiz Tel: 945 288 648 Correo electrónico asafes@asafes.org

En Gipuzkoa

Página web: www.biziraun.org Correo electrónico: info@biziraun.org

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