Salvemos la Montaña de Cáceres, salvemos el mundo
Desde hace ya algún tiempo, como un murmullo silencioso, se extiende entre los barrios de Cáceres una protesta de carácter ciudadana, articulada en base a un movimiento horizontal. Surgido desde abajo y que tiene por objeto poner fin, antes siquiera de su inicio, a una aberración medioambiental y social como es el proyecto de construcción de una mina de litio a cielo abierto en la Montaña de Cáceres.
Que en una ciudad como la nuestra, acostumbrada a la apatía, surja, de la nada un movimiento articulado de esta forma, con un objetivo tan loable, es cuanto menos ilusionante. Y que la ciudadanía haya sido capaz de darle forma, de manera autosuficiente y autogestionada, con la creación de la Plataforma Salvemos la Montaña de Cáceres, solo puede llenarnos de esperanza.
Y evocarnos, salvando las distancias, a lo vivido en el mayo del 2011 en las plazas del todo el país: una organización que ha optado por ser un movimiento horizontal, en base a la toma asamblearia de todas y cada una de sus decisiones y que, para su funcionalidad, ha optado por la creación de grupos o equipos de trabajo sectoriales, entendiendo que permiten una mayor efectividad a la hora de elaborar propuestas y, sobre todo, poder llevarlas a cabo.
Las razones del no a la mina las expone, con claridad meridiana, la Plataforma, creada por centenares de cacereñas que defienden con vehemencia salvar la Montaña y todo su entorno natural, en el decálogo que ha elaborado para informar a la ciudadanía, así como en cada uno de sus actos. Y, desde aquí, suscribimos, uno a uno, los motivos expuestos.
Una vez ya consolidado en el imaginario colectivo de la ciudad la defensa de la Montaña, en base a un acuerdo de mínimos, es por tanto, hora de hacer un ejercicio de auto-reflexión sobre la postura en contra de la mina de litio en las inmediaciones de Cáceres como único eje vertebrador de la protesta.
El acuerdo en torno al ‘no’ queremos una mina a cielo abierto en la montaña de Cáceres significa, de manera más o menos implícita, un sí a otras cuestiones. ¿Sí a una mina de galería en la Montaña? ¿Sí a una mina de cielo abierto en cualquier otra parte, especialmente si es uno de esos países que ni siquiera sabríamos ubicar en un mapa?
Como se ve, la raíz del problema sigue sin ser atacada, es más, sin ser siquiera cuestionada. El litio es un recurso natural finito, cuyo pico de producción se ha producido en el año 2015, según datos extraídos de En la espiral de la energía, y que por supuesto terminará agotándose. Pero el modelo productivo y el de consumo actúan obviando esta realidad, asiéndose con fuerza al clavo ardiendo en el que se basa todo el sistema capitalista: crecimiento ad infinitum sin tener en cuenta la finitud de los recursos naturales.
Una mina de litio, en fin, es tan solo un parche para intentar solucionar un problema mucho más complejo. Unas toneladas más de litio tan solo servirán para posponer el problema, para alejarlo en el tiempo. Y en el mejor de los casos para Cáceres, para externalizar el problema, para alejarlo en el espacio, si evitamos que esa aberración tome forma en nuestra montaña, pero aceptamos como algo inevitable y con resignación que se establezca en cualquier otro lugar.
Hay que tener en cuenta que externalizar el problema no supone, ni por asomo, eliminarlo. Alejar, por muchos kilómetros que pongamos de por medio, la mina y el modelo productivo a ella asociado solo es ocultar tras nuestra indiferencia una cuestión que nos sigue afectando de lleno, pues los problemas medioambientales no conocen ni de distancias ni, mucho menos, de fronteras.
Así, la contaminación producida, por ejemplo, en el denominado “triángulo del litio”, ubicado en la zona geográfica de América del sur que abarca los límites de Argentina, Bolivia y Chile y concentra más del 85% de las reservas del planeta, explotadas por multinacionales sin escrúpulos, repercutirá, tarde o temprano, de una manera u otra, en los ciudadanos de Cáceres, así como en los habitantes del resto del planeta.
El litio es considerado como un recurso estratégico por su proyección a futuro y es un mineral imprescindible para la elaboración de numerosos artefactos tecnológicos. Prescindir del litio de forma inmediata sería chocar contra la realidad. Pero pensar que vamos a poder disponer de reservas de litio para mantener el modelo de consumo actual es no querer enfrentarse a la realidad.
Y la realidad, hoy por hoy, implica ser valientes y afrontar de forma crítica los retos de futuro. Implica repensar el modelo productivo: un modelo basado en la sostenibilidad, cuyas líneas de actuación surjan de la cosmovisión de muchos de los movimientos alternativos que aspiran a transformar el orden social. Pero supone, sobre todo, repensar el modelo de consumo, que es donde los ciudadanos, muchas veces tratados tan solo como meros consumidores, pueden ejercer una poderosa presión.
Implica no caer en la trampa de la obsolescencia programada, arreglando el móvil cuando se estropea, en vez de cambiarlo por otro nuevo a la mínima. Pero implica también no caer en la trampa de la obsolescencia percibida. Aquella, tan asentada en la publicidad, que nos obliga a desechar productos perfectamente funcionales por el solo hecho de que ya no están de moda. Reutilizar, reducir, reparar, reciclar y regular podrían ser los pilares sobre los que se asiente esta nueva sociedad.
Quizás, y solo quizás, si no queremos que abran a cielo abierto una mina en Cáceres deberíamos empezar a gestionar de otra forma nuestro modelo consumista. Quizás, y solo quizás, si pretendemos proteger nuestro entorno más cercano, si queremos salvar la Montaña, deberíamos hacer todo lo posible para proteger todos los entornos del planeta.