Cincuenta años de “Cacereño”, la primera novela vasca de Raúl Guerra Garrido
Raúl Guerra Garrido escribió “Cacereño” en 1969, una novela en la que aborda el fenómeno de la inmigración a Euskadi desde las regiones españolas más empobrecidas. Con motivo de este 50 aniversario, el autor recibirá este miércoles en San Sebastián el primer homenaje institucional de su tierra de adopción.
El Departamento de Cultura de la Diputación de Gipuzkoa es el impulsor de este acto de reconocimiento, durante el cual la ministra de Educación, Isabel Celaá, impondrá a este escritor y farmacéutico, Premio Nacional de las Letras en 2006, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio.
Cuando la institución foral guipuzcoana anunció a principios de marzo que el Consejo de Ministros había acordado otorgarle esta distinción, destacaba que en Raúl Guerra Garrido “concurren, además de sus méritos literarios, su compromiso en defensa de la libertad y los derechos humanos en los años más negros de la violencia terrorista de ETA”.
Guerra Garrido (Madrid, 1935) pagó sus posicionamientos públicos contra el totalitarismo etarra con la destrucción de la farmacia que regentaba junto a su mujer en el barrio donostiarra de Altza, que, tras dos ataques anteriores, ardió en un incendio provocado una madrugada de junio de 2000.
Llevaba ya más de dos décadas hablando desde la ficción literaria de la realidad de los secuestros de ETA, la extorsión, la sinrazón de la violencia, de la deshumanización del individuo.
Lo había hecho en títulos como “Lectura insólita de 'El capital'”, con el que ganó el Premio Nadal en 1977, como “Tantos inocentes” o como “La carta”, impregnadas por un pesimismo muy alejado de ese final esperanzador de “Cacereño”, su primera obra de temática vasca, en la que las siglas de la banda terrorista solo aparecen en una pintada.
La novela es la historia de José Bajo Fernández, Pepe Bajo, que deja su pueblo de Torrecasar (trasunto de Miajadas) dispuesto a superar todas las dificultades al emigrar para no verse obligado a regresar a una tierra que solo le ofrece la posibilidad de malvivir.
Pepe comprobará cómo en Gipuzkoa ese gentilicio que es el suyo lo usan los autóctonos para manifestar su rechazo al otro, a todos aquellos que llegan de fuera, ya sean extremeños, castellanos, gallegos o andaluces.
“'Cacereño' es una obra importante por muchos motivos, pero sin duda uno de ellos es que nos explica, nos resitúa en la historia, nos devuelve la experiencia de nuestros padres inmigrantes, ya fueran de Cáceres o de Lugo”, afirma la historiadora y escritora vizcaína Edurne Portela (Santurtzi, 1974), quien señala que además la novela ofrece una perspectiva que falta a su generación, que nació y creció “bajo el mandato de la integración”.
Son palabras extraídas del texto incluido en el libro “Raúl Guerra Garrido 2019” (Erein), editado por la Diputación Foral, en el que una decena de autores vascos hablan de los 50 años de esta novela, entre ellos Fernando Aramburu, que este miércoles pronunciará la “laudatio” en el acto de homenaje.
Víctimas de ETA
El autor de “Patria” destaca que con Guerra Garrido “entra en la literatura de calidad el relato de las víctimas de ETA”.
Ángel Lertxundi, Aritz Gorrotxategi, Felipe Juaristi, Lourdes Oñederra, Luisa Etxenike, Santiago Aizarna y Arantxa Urretabizkaia también han colaborado en este pequeño volumen, en el que entre la pluralidad de voces se hallan las coincidencias sobre la vigencia de la novela, su valor literario y la ausencia de un maniqueísmo en el que no hubiera sido difícil caer.
Participa asimismo Ramón Saizarbitoria (San Sebastián, 1944), uno de los grandes nombres de la literatura vasca, que dice: “es obvio que los escritores vascos como colectivo, al menos los que escribimos en euskera, no ofrecimos al colega Guerra Garrido el apoyo leal que se merecía. Personalmente me he sentido, me siento culpable”.
Para este escritor, la visión que Guerra Garrido ofrece de la realidad en ésta y otras novelas “es sumamente compleja y huye del paternalismo plasta en el que tantas veces incurren el realismo social crítico e incluso algunos discursos académicos cuando abordan la cuestión migratoria”. Asegura que la lectura de “Cacereño” “sería de enorme utilidad para enriquecer el debate actual sobre el fenómeno migratorio”.
“Principalmente porque nos ofrece la necesaria perspectiva histórica. Nos ayuda a entendernos a nosotros mismos, a conocer quiénes somos y de dónde venimos, y a entender mejor a los nuevos inmigrantes que, como los cacereños de los sesenta, tratan de buscar el mejor acomodo posible entre nosotros”, añade.
Un documental sobre el universo de la novela y los espacios afectivos del escritor, que ETB emitirá el 8 septiembre, Día de Extremadura, y la traducción al euskera de una edición crítica de “Cacereño” que prepara el profesor de la Universidad de Alcalá de Henares Fernando Larraz completan el tributo que la Diputación le rinde este año a Guerra Garrido.
Medio siglo, además de una notable distancia estilística, separa a “Cacereño” de “Demolición”, la reciente obra de un autor de extensa producción, cuyos mundos literarios le vinculan también al Bierzo de su abuelo boticario, a su Madrid natal y a la Meseta, a lugares donde llevan obras como “El año del wolfram”, “La Gran Vía es Nueva York” y “Castilla en canal”.
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