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Jesús Manchón, director de 'Cayo César': No me da vergüenza debutar en Mérida

El actor y director Jesús Manchón. EFE/ Jero Morales

Efe

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El actor y director Jesús Manchón asegura que no le da vértigo debutar en el Festival de Mérida con la dirección de la obra “Cayo César”, porque siempre intenta ser “honesto” consigo mismo y porque está apoyado por “doce fieras” en el escenario que “se han tirado al barro” en una propuesta arriesgada, con un resultado “brutal”.

Manchón, nacido en Arjonilla (Jaén) pero que ha crecido en Mérida, afronta este reto con las “ganas” y la serenidad que le aporta haber pisado el Teatro Romano en numerosas ediciones como intérprete, además de ser un asiduo espectador. “Es casi como el salón de mi casa”, bromea.

Dirige “Cayo César”, con texto de Agustín Muñoz y que se representará del 12 al 16 de agosto, desde la “honestidad” de haber hecho aquello en lo que creía, necesario para, cuando “abres tu alma y muestras tus entrañas”, poder conectar con el público.

Reconoce que no ha sido fácil, primero por la incertidumbre de si se celebraría el certamen emeritense y segundo por las condiciones de los ensayos al “trabajar con 40 grados, con mascarillas y sacar a los actores de su zona de confort” al introducir coreografías, superando “lesiones y golpes de calor”.

Todo ello para poner en escena un espectáculo centrado en el tercer emperador romano, Calígula, sobre el que “no hay tantas referencias históricas como mitológicas” y del que se ofrecerá, además de su faceta déspota, cruel y tirana, una visión más personal, de cómo su infancia y adolescencia, marcada por la brutalidad y el “odio”, forjaron su personalidad, lo que sin justificar en ningún momento la violencia, te hace “empatizar” con el personaje.

Se siente “afortunado” de poder llevar adelante este proyecto en un momento de dificultad para tantas personas, muchas de ellas pertenecientes al mundo de las artes escénicas.

Manchón tiene “el respaldo de la educación”, ya que es profesor de Música en la Cooperativa Docente Santa Eulalia, pero es consciente de lo “complicada” que está siendo esta pandemia para los profesionales del teatro, con compañeros que “lo están pasando realmente mal”, en un sector ya de por sí sujeto a vaivenes y circunstancias externas que le limitan. “Ha sido la puntilla”, indica.

Por ello, valora mucho la “valentía” del director del Festival de Mérida, Jesús Cimarro, y las administraciones implicadas a la hora de celebrar el certamen, eso sí en versión reducida y aforo limitado, entre otras medidas de seguridad.

“Al final, no nos va a quedar más remedio que convivir con este virus, más los que vengan detrás” y “no se puede vivir con miedo”, indica Manchón, a la vez que destaca también la importancia que ha tenido la cultura durante el confinamiento.

“En esos meses todos hemos sido conscientes de que sin pintura, música o cine no puedes vivir, te da un punto de ilusión. Somos seres sociales y seres culturales”, apostilla.

Polifacético e incombustible, este padre de tres hijos, que creció en una familia de músicos, compagina su labor docente con sus facetas de actor -recientemente trabajó en “Laberinto”, de Marino González- y director, con una especial labor al sembrar la semilla del interés por la cultura entre los adolescentes y jóvenes.

“Solo lo puedes hacer con pasión porque hay muchas ocasiones en las que la energía no te llega y si no tienes una absoluta entrega y te apasiona lo que haces, sería imposible”, argumenta el director, que dirige grupos de teatro escolar tanto en la Cooperativa “Santa Eulalia” como en el IES “Emérita Augusta”.

Este último centro organiza cada año el festival “Con letras de Oro”, cuya octava edición fue “interrumpida por la Covid”, y del que destaca que es “teatro hecho por chavales y para chavales”, con lo que “como mínimo estamos ganando cantera de público para el futuro”.

Insiste en que trabajar con niños y adolescentes “te carga de energía cuando ya estás con las pilas fundidas”, y subraya que le “da coraje” que se etiquete a los jóvenes “de descerebrados y que no les interesa nada que sea constructivo”, porque su experiencia vital le ha demostrado su “esfuerzo, ilusión y responsabilidad”.

De pronto, coincide el estreno de una obra en la que se lleva trabajando cinco meses con época de exámenes y ves que sacan tiempo, duermen menos de lo que deberían y van “un sábado por la mañana o un domingo por la tarde a ensayar”. “A mí me parece el mayor acto de rebeldía”, resalta.

Además, defiende que al comparar generaciones, nos olvidamos muchas veces de que las circunstancias que les rodean son “distintas” y alega que “la capacidad de responsabilidad de cada chaval tiene mucho que ver con la educación de sus padres”.

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