El MNAR explica qué significaba “Ser Mujer en Roma”
Ni siquiera las mujeres libres podían llegar a ser ciudadanas en Roma y aunque estaban supeditadas al hombre para todo, algunas burlaron las leyes para poder prosperar y llegaron incluso a hacerse un nombre en una cultura que las ignoraba por completo y las consideraba como meros apéndices de sus maridos.
“Ser mujer en Roma”
Con “Ser Mujer en Roma”, el Museo Nacional de Arte Romano (MNAR) cuenta la realidad de las mujeres en la antigua Roma, una semana temática que concluye mañana, 9 de marzo y que este año se celebra de manera virtual por la pandemia.
“Ser mujer en Roma significaba tener muchas limitaciones, fundamentalmente legales, y sobre todo, significaba tener que moverse en una concepción de los límites elaborados por los hombres y de donde ellas nunca podían salirse”, afirma la conservadora del departamento de difusión del MNAR, Pilar Caldera, encargada de organizar esta actividad cultural.
En declaraciones a EFE, Caldera explica como en la antigua sociedad romana la mujer era tenida por una persona poco fiable, al no ser, según sus creencias, que fuese capaz de dominar su carácter o controlar sus pasiones, por lo tanto, para protegerla se la confinaba en un espacio “seguro” como era el del hogar, donde sí se le daba su importancia como garante del honor familiar, entre otras “pesadas cargas”.
La historiadora emeritense, experta en tradiciones, afirma que el hecho de ser la portadora del estandarte familiar, llevaba a la mujer romana a ser objeto de violaciones por parte de los enemigos de la familia, no tanto para humillarlas a ellas, sino sobre todo para acabar con el “honor” de los hombres de su casa.
En este sentido, las mujeres que sufrieron este tipo de prácticas, se enfrentaban no sólo al hecho de ser violadas, sino al destierro y abandono por parte de los integrantes de su casa, algo por lo que muchas de ellas tomaban la decisión de poner fin a su propia vida.
“Una vida exitosa para la mujer romana significaba crecer en el entorno de la familia, y cumplidos los 14 años, se le asignaba un marido para poder alcanzar acuerdos entre familias, pero a su vez también tenía la misión de la perpetuidad de la sangre”, asegura Caldera.
También recuerda que, aunque en la mayoría de matrimonios concertados no existía el sentimiento de amor, sí que hubo matrimonios conocidos por el afecto que se guardaban y por los grandes logros que ambos consiguieron, como es el caso de Livia Drusila con el Emperador Augusto, que, a juicio de Caldera, acabó siendo la mujer más influyente de la historia de Roma.
En estos casos, al no ser considerada ciudadana de pleno derecho, y por tanto no poder ostentar cargos públicos, la mujer siempre quedaba relegada a un segundo plano ante la figura del “hombre poderoso” y solo era a través de sus maridos la única forma que tenían para influir en la vida política.
Asimismo, Pilar Caldera reconoce que hubo muchas mujeres que burlaron las leyes para poder prosperar, “hubo mujeres que eran costureras, lavanderas incluso las hubo en el ámbito de la medicina, pero siempre como matronas”.
De Sentia Amarantis a Teodora
Caldera también pone el ejemplo de la famosa tabernera romana Sentia Amarantis, que trabajaba con su marido en una taberna de la antigua Emerita Augusta, actual ciudad de Mérida.
Destaca, asimismo, la figura de Teodora, que a pesar de haber nacido en la más absoluta pobreza y vender su cuerpo para poder sobrevivir, consiguió no obstante ser emperatriz del imperio Bizantino, gracias a que Justiniano se enamoró de ella.
Tal era la influencia que Teodora tenía sobre Justiniano, que éste le permitió como emperatriz hacer grandes avances legales en los derechos de las mujeres.
Estos logros siempre fueron conseguidos por mujeres influyentes de forma individual, ya que Caldera pone en tela de juicio la existencia de una estructura visible o asociación de mujeres que pudieran luchar por sus derechos de forma conjunta, ya que no tenían representación política en la antigua sociedad romana.
Pese a todo, afirma que hay casos en los que ciertos grupos de mujeres consiguieron intervenir de forma puntual y decisiva en decisiones políticas.
Limitaciones de la mujer en Roma
En este sentido, la conservadora del MNAR recuerda el caso de un grupo de mujeres aristocráticas que se plantaron ante el Senado de Roma para negarse a realizar más aportaciones a los costes de las guerras internas que por aquel entonces sufría la República. “Si fuera para la supervivencia de Roma daríamos hasta nuestros anillos, pero mientras se siga redamando sangre entre romanos, no daremos nada más”, dijo entonces una de ellas.
Por otra parte, según lo que cuenta la historiadora, casi todos los tipos de maltratos que en la actualidad están tipificados, ya estaban presentes en la antigua Roma, tanto es así, que un hombre podía ser condenado por matar de forma “inadecuada” a una mujer.
Pilar Caldera explica también que mientras un hombre era bello por ser valiente, poderoso o fuerte, la belleza en la mujer siempre fue vista como algo “maligno”, como una forma exterior de su perversión que podía hacer “perder la cabeza” a los varones.
Por ello, la gran paradoja en la que se vio envuelta la mujer en el mundo antiguo residía, a su juicio, en que pese a todas las limitaciones que sufrían, sólo la mujer tenía la cualidad de transmitir la sangre “divina”, tenía la virtud de “concebir”, de ahí que los hombres solieran dedicar sus logros militares a deidades femeninas, como es el caso de la diosa Victoria.
Finalmente, Caldera afirma que iniciativas como las que lleva a cabo el MNAR en esta materia, ofrece a los hombres una oportunidad para redimirse en cierta forma ante la historia, conociendo la vida de estas mujeres y sobre todo su legado.
0