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Gabi Martínez apuesta por las “ovejas negras” en “Un cambio de verdad”

Gabi Martínez

Pilar Martín / Efe

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En 2018 el escritor y naturalista Gabi Martínez dejó Barcelona y se fue al corazón de la Siberia extremeña persiguiendo el origen de Elisa, su madre. Una experiencia de la que nació “Un cambio de verdad. Una vuelta al origen en tierra de pastores”, una “apuesta por las ovejas negras”.

Pero no hablamos de las merinas, la raza que pastoreó en Garbayuela (Badajoz), sino que en estas páginas publicadas por Seix Barral Martínez nos habla, destaca, el trabajo de esas “personas que quieren salir de este relato y empoderar el campo”, esos hombres que trabajan para cambiar cosas, cuenta a Efe.

Ganaderos, agricultores, apicultoras o guardas forestales que quieren cambiar esta manera de ver el campo español que se ha mantenido hasta nuestros días porque le “interesa a instituciones, y gobiernos” para “mantener a señores feudales”.

Y es que Martínez en estas tierras hizo un descubrimiento: “el menosprecio que tienen los lugareños a su propio paisaje”.

“Esto se debe -explica- a que la ciudad después de la dictadura se convierte en el lugar al que hay que ir porque simboliza el dinero y la libertad, y el campo queda como la pobreza”.

Una idea que “apuntaló” Julio LLamazares en “La lluvia amarilla”. “Y 30 años después seguimos lamentando la situación del campo, y nadie ha movido un dedo porque la ciudad está muy cómoda desde el paternalismo de decir 'pobrecitos', y el campo ha comprado ese relato. Si el campo se empodera como lo hace una persona puede haber un cambio real”, destaca.

Según explica Martínez (Barcelona, 1971), quien reconoce que esta experiencia no solo fue para él un “cambio vital”, él siempre ha estado “muy motivado” en reflejar algunas de las situaciones que vive el mundo con el “desequilibrio ecosistémico”.

“Todo arranca cuando fui con mi hijo al aquarium de Barcelona en 2006 y había una vitrina con coral que decía que si la temperatura de la tierra aumenta desaparecería. Me obsesionó hasta tal punto que me voy a Australia a ver la gran barrera y escribo un libro”, recuerda.

Una obsesión que una vez abordada dio paso a otra: ver cómo en España se está deteriorando “el medioambiente y la calidad moral”.

“Observé a mis padres y pensé que siguen siendo un referente ético, mientras que los que se suponen que deberían procurarnos un cierto equilibrio se han perdido como referentes”, afirma.

Así que fue en el pueblo de su madre donde se acercó a esa “moralidad” para encontrar “respuestas” a por qué el campo español sigue siendo ese lugar lleno de lamentos.

En “Un cambio de verdad” Martínez, que se alojó en una cabaña sin habitar desde hacía 30 años, va haciendo desfilar los motivos por los que es así, y lo ha hecho aliándose con la “belleza” y sin usar el tono político o de denuncia.

“Hay que apostar por la belleza porque creo que si se quiere provocar el cambio la seducción es lo principal, es muy importante que creas que puede ocurrir algo hermoso en el lugar que puede ocurrir”, explica este naturalista que nos hace ver cómo para conocer la raíz de los problemas lo necesario es implicarse con las personas que están luchando por sacar a la España rural de esa casilla tan insidiosa.

Hombres como Juan Alfredo o Miguel, dos de esas “ovejas negras” con las que trabajo mano a mano cuidando sus rebaños junto a la perra Siria, un personaje más de este paisaje siberiano extremeño en el que aborda las palabras “España y naturaleza”.

Un lugar de donde se lleva, y nos enseña, otro aprendizaje como el “exponer los sentidos”: “Exponerte a una realidad ajena te permite exponerte a sentidos que están dormidos en la ciudad, la ciudad nos entrena la vista y el oído, los sobreexplotamos, mientras que el resto están dormidos”.

Aunque Martínez volvió a Barcelona al año de vivir esta experiencia, está convencido de que esta apuesta que propone se puede hacer desde cualquier sitio.

“Yo estoy en la ciudad, pero vivo de acuerdo a lo que estoy diciendo dentro de la ciudad. Mi trabajo se enfoca a esa transformación y continúo desplazándome y teniendo una vida en la naturaleza, digamos que las vidas pueden ser consecuentes desde la ciudad o desde el campo”, confirma.

“Nos movemos mucho por emociones, pero si consigues articular un relato que emocione, ahí es cuando puedes conseguir algo. La rabia y el odio te pueden movilizar, pero llegará un punto en el que no sabrás qué hacer porque no habrás pensado qué hay después de la rabia. Pero después de la belleza hay construcción”, concluye.

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