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El adiós de Monago, del marketing de Iván Redondo a los brazos de Feijóo

José Antonio Monago tras su investidura como presidente de la Junta de Extremadura en 2011. A la derecha, Iván Redondo

Santiago Manchado

15 de julio de 2022 22:47 h

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Este fin de semana será difícil de olvidar para José Antonio Monago (Quintana de la Serena, Badajoz, 1966). Pone fin a su actividad política en Extremadura y a la presidencia del PP en la comunidad tras 14 años en los que consiguió algo que parecía imposible: desalojar al PSOE de la Junta (2011-2015). Un éxito incuestionable que no supo capitalizar en cuatro años entre intentos por contentar a los diputados de IU que sostenían su Gobierno, recortes en Sanidad y Educación, y una cuestionable campaña de marketing a las órdenes de Iván Redondo, que duró toda la legislatura.

El padre político de Monago fue Miguel Celdrán, un carismático, también polémico, alcalde de Badajoz que consiguió cuatro mayorías absolutas consecutivas entre 1995 y 2013. Monago se convirtió en un alumno aventajado en el reinado del celdranismo. En la capital pacense le recuerdan como una persona “bastante lanzada, desenvuelta, muy populista y con mucho predicamento” en la que todos veían al sucesor del alcalde, incluso él se veía como regidor de la mayor ciudad de Extremadura. Pero uno de sus mayores anhelos se truncó en 2008 cuando, según algunos exdirigentes del PP, “se dejó convencer” por Carlos Floriano para acceder a la presidencia regional del partido. Celdrán decidió entonces mantenerse en la alcaldía e incluso volvió a ser candidato en 2011.

Monago entró en la Asamblea en el año 2003 con intervenciones “más bien discretas e incluso grises”, según algunos diputados, pero ese perfil cambió radicalmente cuando cogió las riendas del partido. “Entonces se vio a un político más deslenguado, incluso bronco en los debates, faltón y muy atrevido en sus afirmaciones”, afirman.

La leyenda de Monago

Pero a pesar de su dialéctica, fuentes socialistas achacan a Guillermo Fernández Vara, que entonces disfrutaba de su primera legislatura tras suceder a Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que Monago comenzara a ser un político conocido entre los extremeños. El PSOE tenía mayoría absoluta, pero Fernández Vara quiso que el presidente del PP saliera en la foto de las numerosas negociaciones que le ofreció en esos años. Esta “sensibilidad” con la oposición ofreció una imagen “presidenciable” de Monago. Pero otro factor también jugó a su favor: el desgaste del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y de la marca PSOE por la crisis que se arrastraba desde 2008.

A ese cóctel aún le faltaba un ingrediente que, para algunos, fue decisivo. Un exresponsable socialista asegura que en la campaña de 2011 “notamos que algo estaba pasando, los mensajes, las imágenes, la escenografía de los mítines no era la habitual”. En Extremadura se pusieron en marcha en esas elecciones estrategias políticas americanas y la cabeza de todo ello fue Iván Redondo, un consultor político de 30 años que forjó la leyenda de Monago.

Los orígenes “humildes” del candidato popular eran el pan nuestro de cada día y se repetían hasta la saciedad, tanto en medios locales como nacionales: hijo de un Guardia Civil y de una ama de casa, Monago es un “hombre hecho a sí mismo”, que se hizo bombero para poder pagarse la carrera universitaria. El momento épico en la construcción de ese relato llega durante el incendio de los Almacenes Arias de Madrid en 1987. A pesar de que pertenecía al Cuerpo de Badajoz, él, su hermano y cinco compañeros pusieron rumbo a la capital para ayudar en el rescate de las víctimas. Murieron 10 profesionales. Desde entonces, un icónico casco de bombero se convirtió en símbolo. En un mitin de la campaña de 2011, todos los simpatizantes que estaban en el escenario lo llevaban.

La estrategia de desgaste, incluso personal, contra Fernández Vara y el ensalzamiento heroico de Monago pusieron fin a 27 años de Gobierno socialista. El PP consiguió 32 diputados, pero se vio forzado a apoyarse en los tres de IU para poder gobernar. Y lo hizo cómodamente porque Redondo continuó aplicando sus técnicas de marketing y un férreo control sobre la acción de Gobierno que le generaron antipatías entre los colaboradores más estrechos del nuevo presidente de la Junta de Extremadura.

Construcción de una reputación

Con Monago ya en el Gobierno y Redondo como su “octavo consejero”, el extremeño quería hacerse notar en la calle Génova del PP y hacer creer que su política no era tan diferente como la del PSOE de Fernández Vara. Su asesor fraguó conceptos que pronto llegaron a los titulares de los medios afines como el 'Barón Rojo', 'el verso suelto del PP', 'el político del PP más progresista'... Pero lo que los ciudadanos vieron en Extremadura fue un intento forzado por hacer olvidar la larga etapa socialista: la Junta pasa a ser el Gobierno de Extremadura, se crea la marca Gobex, la Asamblea será Parlamento y en cada presentación o evento hay una escenografía diferente pensada para las televisiones y las fotografías. Tanto es así que es, en esos cuatro años, es cuando la Administración extremeña comienza a definir su presencia digital con muy buenos resultados.

Uno de sus colaboradores más leales desde 2008 asegura que Monago siempre ha sido “hiperactivo” y destaca, además de su “enorme capacidad de trabajo”, su “visión e intuición política”. “Tiene mano izquierda y siempre ha sabido hacer equipo, el PP en Extremadura es lo que es actualmente gracias a él, moderado y en el centro porque cuando era presidente siempre nos advertía a la hora de negociar que son más cosas la que nos unen con el resto de grupos políticos que la que nos separan”, recuerda.

Pero llegaron los cierres de los centros médicos en las zonas rurales, recortes en las plantillas docentes, la eliminación de líneas de transporte escolar y el enfrentamiento abierto con los agentes sociales, y esa reputación de moderado comenzó a resquebrajarse. Sin embargo, el mazazo definitivo fue el escándalo de sus viajes a Canarias durante su etapa como senador, más de una treintena de vuelos privados costeados con dinero público, de los que dio hasta cuatro versiones distintas y cuyas facturas nunca aportó.

El relevo de Monago

En 2015 el PP perdió la Junta de Extremadura y comenzó la etapa más discreta de Monago. Esa cita electoral no fue lo único que perdió: también el “olfato político” al que aludía su colaborador al apostar por María Dolores de Cospedal para presidir el PP y suceder a Mariano Rajoy. Esa batalla la ganó Pablo Casado y José Antonio Monago comenzó a perder peso en el partido. En 2019 llegó otra derrota electoral en Extremadura, más sangrante aún porque el PSOE recuperó la mayoría absoluta, por lo que en Génova comenzaron a planificar el relevo de Monago a sus espaldas.

Tanto es así que distintos cargos comenzaron a valorar la marcha del presidente y otros, a postularse abiertamente para sucederle. El más significativo fue el alcalde de Plasencia, Fernando Pizarro. Pero Monago, “un hombre de partido”, optó por guardar silencio y respetar las decisiones de Madrid, donde se gestó un movimiento inesperado con el apoyo de compañeros extremeños: Génova apostó por una desconocida concejala de Cáceres, María Guardiola. La defenestración de Casado y la llegada de Feijóo no frenaron esos planes, pero éste recompensó el trabajo de Monago y en el Congreso de Sevilla le nombró presidente del Comité de Derechos y Garantías, cargo en el que ahora se centrará, junto a su responsabilidad como senador por designación autonómica. En una entrevista en Canal Extremadura Radio, aseguró que en su nuevo despacho en Madrid tampoco falta su casco de bombero.

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