Resiliencia de los mercados
Resiliencia: capacidad para sobreponerse a periodos de dolor emocional y situaciones adversas, capacidad para superar algo e incluso salir fortalecido y mejor que antes.
Aunque este es un concepto que ha nacido en el seno de la psicología, tiene aplicación directa, no solo a nosotros los seres vivos, lo que nos da un enfoque ciertamente esperanzador al atravesar por circunstancias que escapan al entendimiento, sino también y hablando en términos económicos, incide en el comportamiento de los mercados a nivel internacional.
Sí, me refiero a los atentados en Bruselas y su repercusión directa en las principales plazas bursátiles europeas, norteamericanas y asiáticas, que sin duda son las más interconectadas por efecto de la globalización. Es evidente, porque así lo demuestran datos objetivos, que las bolsas se han ido inmunizando a lo largo de este siglo a la brutalidad de los ataques terroristas, desde el 11-S en el que el índice de Wall Street llegó a estar infravalorado por los inversores hasta un 10%, pasando por los atentados en Madrid, Londres, París y finalmente Bruselas, en los que claramente las caídas en las cotizaciones se han ido moderando.
Y es que a todo se acostumbra uno ya que es cuestión de supervivencia. No obstante, el término al que me refiero en este artículo va mas allá, además de superar el dolor y la conmoción causada por los acontecimientos sobrevenidos, la reacción inmediata principal es la de sobreponerse y salir fortalecido de la experiencia traumática, así, por ejemplo el IBEX-35 al conocer la noticia de los fatídicos atentados llegó a caer a mínimos del año para cerrar la sesión con un leve -0,32%. Es decir, supo restablecerse al igual que el resto de índices bursátiles de los principales mercados, el DAX alemán, el CAC francés , el FTSE británico y el Dow Jones americano, que incluso cerraron con ligeras subidas.
Pero para que la capacidad de recuperación sea efectiva es preceptiva la existencia de un sustrato, ya que de no existir, la fortaleza será efímera. En aplicación a los mercados e índices bursátiles, es cierto que el año 2016 no ha comenzado con buen pie, durante los meses de enero y febrero, sobre todo, la tendencia ha estado marcada por la volatilidad, factores como la desaceleración económica China, la caída del precio del barril de petróleo y la débil recuperación económica de Europa y América del Norte han lastrado los resultados de las bolsas.
No obstante, poco a poco, ese sustrato al que me refiero se va sedimentando. Durante el mes de marzo los resultados macroeconómicos son algo más alentadores: por ejemplo, el último PMI americano publicado, que es un indicador macroeconómico que muestra la situación económica de un país, aunque refleja una caída que podría suponer un riesgo para su crecimiento, está sustentada en una continuidad de creación de empleo que permanece sólida. Por otro lado, la incidencia de las materias primas en las bolsas mundiales se ha visto atenuada por el acuerdo alcanzado por Arabia Saudí, Rusia, Catar y Venezuela, parar congelar la producción de petróleo lo que consecuentemente ha derivado en una estabilidad del precio del barril. El índice de confianza alemán subió en el mes de marzo, tras tres meses consecutivos de descensos.
También, y sobre todo, son determinantes las medidas adoptadas por el Banco Central Europeo durante el mes de marzo: rebaja de tipos de interés hasta el 0% , ampliación de la compra de bonos tanto institucionales como corporativos, y, la que más ha llamado la atención, penalizar a los bancos que depositen tesorería en el Banco Central Europeo cobrándoles un interés y premiar a aquellos otros que soliciten dinero a la Institución Europea pagándoles un interés. El mundo financiero al revés, pagar por prestar y cobrar por pedir prestado.
Ahora bien, ¿estas circunstancias son suficientes para confiar en un incremento fuerte y sostenido de las bolsas? . No, claro que no, ya que para apuntalar los resultados macroeconómicos, sobre todo de la zona euro y en concreto de sus países periféricos, entre ellos España, es fundamental que nuestros dirigentes políticos tengan altura de miras y adopten medidas que infundan un clima de confianza, y eso aún está lejos de alcanzar.
Volviendo al término psicológico que nos ocupa, y para finalizar, al igual que para un resiliente es fundamental construir su recuperación y fortaleza sobre la esperanza de que todo irá a mejor, para un inversor es determinante guiarse por la confianza en la estabilización de los mercados bursátiles basada en favorables datos macroeconómicos y siempre con su objetivo fijado en la rentabilidad, al menos hasta que surja otra eventualidad de la que tenga que volver a reponerse.