Las laneras, un oficio perdido, renace de nuevo en Extremadura
A pesar de ser una de las principales productoras de lana, Extremadura ha perdido sus fábricas tradicionales. En la memoria se quedaron aquellas industrias afincadas en Hervás o Torrejoncillo, que empleaban a buena parte del pueblo.
El oficio de los laneros tradicionales se ha perdido, hasta el punto de que no quedan artesanos, y que incluso no hay lavaderos.
Un grupo de artesanos se ha unido para recuperar un oficio tradicional, con muchas posibilidades de empleo en el mundo rural, según destaca Gonzalo Palomo, miembro de la cooperativa de consumidores y usuarios sin ánimo de lucro ACTYVA.
A la cooperativa integral extremeña se ha sumado el proyecto de Laneras (DehesaLana y Merineando), que supone la unión de ganaderos, artistas y profesionales. Su objetivo, devolver la lana a los hogares para revitalizar lazos sociales, y fomentar la economía rural y una ganadería respetuosa con el medio ambiente.
Trabajan con la técnica tradicional del hilado con huso y rueca, como se hacía antaño. Este pasado sábado, acompañados de hileras, sacaron las agujas a las calles de Madrigal y Valverde de la Vera para hacer ganchillo o punto en público. Quieren visibilizar una labor normalmente circunscrita al hogar y mostrar a los vecinos un oficio, el de la lana, que ha ido desapareciendo poco a poco de los pueblos.
La lana se exporta a China
La mayor parte del volumen de lana que se produce se exporta a China, desde donde vuelve transformada en textil, no en hilo que permita a los artesanos trabajar. Esto hace que aquellos que siguen trabajando con lana merina tengan que importar los hilos desde Alemania.
Sin embargo, al devolver el oficio a los pueblos extremeños, se abren una nueva alternativa económica, que puede permitir a los artesanos elaborar toda clase de complementos y textiles, destaca el representante de la cooperativa integral extremeña.
Elisa Vera y Almudena Sánchez, de DehesaLana, ponen de manifiesto que se trata de un oficio en franco retroceso ante el actual modelo de vida y consumo, “más centrado en la velocidad y la ropa de factoría, con todo lo que trae aparejada en cuanto a derechos laborales pisoteados, impacto ambiental, inaccesibilidad”.
Como contrapunto, se plantea un ‘empoderamiento’ de las personas que hacen su propia ropa y para quienes les rodean como importante labor social para generar no sólo bienes de primera necesidad (el vestido), sino también lazos vitales entre las personas.
Las usuarias de la cooperativa quieren procesar esta lana con productos biodegradables para poner a disposición de los hogares y talleres artesanales lana lavada, escarmenada, cardada e hilada, con la que tejer o afieltrar para recuperar el con-tacto con las fibras naturales mientras se apoya a las ganaderías que están restaurando los pastos, dehesas y olivares de Extremadura.
Además de proveer de la lana virgen en distintos grados de procesado, preparan un programa formativo, una guía y vídeos didácticos para entidades sociales sobre afieltrado e hilado, con el fin de promover el uso de fibras naturales y la recuperación de saberes ancestrales en la producción de útiles domésticos, complementos y vestido que pudieran dar lugar a oportunidades de autoempleo.