Ha muerto Tía Xica, rostro de la solidaridad lusa con los republicanos españoles
Menuda, frágil, valiente y luchadora incansable. Así era Francisca dos Santos Agudo, Tía Xica, memoria del pueblo luso de Barrancos y testigo de excepción del dolor de los republicanos españoles que cruzaron la frontera para salvar su vida durante la Guerra Civil.
Tía Xica (Barrancos, 1927- Beja, 2019) era una institución en Barrancos. Se lo había ganado a pulso. Con su muerte ha desaparecido este lunes el último testimonio de la solidaridad de los portugueses con sus vecinos españoles durante la contienda civil en la Raya, la frontera que sólo existe en los mapas.
La vida no fue muy benevolente con Xica, pero los problemas no la amedrentaron. Desde su infancia en la finca de la Coitadinha, donde ayudaba a sus padres a criar los animales de los patrones, hasta las penurias para sacar adelante a su familia tras la muerte de su marido y la pérdida de su hijo.
Lúcida hasta el último momento. Francisca recuperaba hace apenas un par de meses la peripecia de los republicanos españoles en Barrancos. Ella vivió en primera persona esta parte de la Historia, la del único campo de refugiados españoles reconocido en Portugal.
“De noche aparecían personas gritando, llorando, que los recogieran allí”, relataba en 'barranqueño' -una mezcla única de portugués y español con un acusado acento andaluz- amparada en su memoria prodigiosa.
“La gente allí pasó mucha calamidad...Entraban aquellos bandidos, gritando y matando gente...”. A sus 92 años mantenía fresca una imagen que la acompañó durante toda su vida: una joven española “pelaíta, rapá” que pedía a gritos que la mataran los militares portugueses para no volver a España.
Aquella “zagala” con su vestido “de crepe”.
En septiembre de 1936, Xica tenía 9 años, era “atiradiza” (valiente) y acompañaba a su padre a llevar comida a los españoles escondidos entre los montes.
“De la miseria que ganábamos, de los garbanzos, los faisanes, la sopa...se apartaba en un pucherito. De noche, iba mi padre a llevarle de comer». Y así, ayudaron a muchos españoles.
Más de mil republicanos lograron salvar su vida en Barrancos por la solidaridad de sus vecinos y la decisión del teniente Antonio Augusto Freixas, responsable de la seguridad en la frontera, que desafió a la dictadura de Salazar y logró que el régimen respetara la vida de los españoles.
Desde Barrancos fueron trasladados a Lisboa, donde embarcaron en el Nyassa para llegar a Tarragona.
A Xica le marcó aquella experiencia. En sus últimos años recibía entusiasmada la visita de un joven español, nieto de uno de los supervivientes del campo, que pasaba muchas tardes con ella compartiendo pasteles de nata, sus dulces favoritos.
«Siempre viene para agradecer. No mataron a su abuelo por causa de Barrancos», presumía a Efe mostrando orgullosa una placa con la bandera tricolor de la República y sus fotos.
“La solidaridad y el coraje estructuraron su personalidad y orientaron su vida, minimizaron las dificultades y atenuaron las pérdidas más dolorosas”, recordaba hoy la antropóloga Dulce Simoes, que indagó durante años en este capítulo de la historia común.
“Era el rostro de la solidaridad barranqueña”, resumía Simoes.
Y recuperaba las palabras de Xica: “Tengo memoria de aquel tiempo. Era un tiempo que valió la pena. Todo con buena voluntad. Y hoy me parece, en este momento, que quien tiene tanto debía tener mucho respeto por quien no tiene”.