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Daniel Salgado

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El rito psicodélico se funde con el romance de ciego. La investigación del folclore gallego se alía con las elaboraciones del primer rock progresivo. Hawkwind visita el depósito de la memoria popular y lo escoltan panderetas, gaitas. Los surcos del segundo disco de Moura esconden un material realmente singular. Axexan, espreitan –algo así como Vigilan, observan en castellano– se titula un trabajo, el de los coruñeses, que está conquistando a los especialistas, incluso a algunos tan exigentes como los de la revista inglesa Shindig!, especializada en sonidos retromodernistas.

“El mundo azotado por el viento de Moura resulta acogedor, envolvente y estimulante, por lo menos durante 40 minutos”, venía a escribir el crítico Christopher Budd en el número de abril de la publicación. Era el colofón a una reseña en la que avisaba de que Moura usa su música para “preservar sus ideas de identidad nacional” y que lo hacen desde su “esquina de Europa”, “considerada por los romanos el fin del mundo conocido”. No dejaba de coincidir con el propósito declarado de la banda. “Queríamos hacer un pequeño mapa del patrimonio inmaterial del pueblo gallego, sus rituales, sus fantasmas”, explica a elDiario.es Diego Veiga, guitarrista, voz y letrista, “un tesoro del que deberíamos valernos más a menudo”. Y que se encuentra en el núcleo del plan Moura ya desde su primera obra, homónima y cuyas presentaciones en directo frustró en 2020 el coronavirus.

“Aquel disco era una aproximación, un tanteo. Pero la versión de José Afonso que incluímos, la Ronda das Mafarricas, funcionaba muy bien. Decidimos adentrarnos aún más por ese camino”, dice. El tema de Afonso, original de uno de sus elepés clave, Cantigas do Maio (1971), se convertía en manos de Moura en un trip tardopsicodélico superpuesto a una foliada con pandeiros, gaita y aturuxos. Ayudó, además, la proximidad incluso física a los músicos tradicionales que orbitan en torno a A Cova Céltica, histórico pub de A Coruña. Justo al lado está el Ummagumma, local que regenta el propio Veiga. El “contacto con la gente del folk” radicalizó el proyecto de Moura, los llevó a colaborar y acabó con la incorporación de Belem Tajes –voces y percusiones, ya presente en el primer disco–, al grupo.

Esas circunstancias, una dieta musical compuesta fundamentalmente de jazz y del Cancioneiro Popular Galego recopilado por Dorothé Schubarth y Antón Santamarina, y lecturas de etnografía y antropología, sirvieron a Diego Veiga para construir la poética de Axexan, espreitan. “Imagino que se debe a momentos vitales. Me apetecía volver atrás. Mi infancia transcurrió entre A Coruña y el rural de Boimorto”, expone, “y quería recuperar esas vivencias personales”. Entre ellas, la historia del asesinato de su bisabuelo, un tratante de ganado, asaltado cuando regresaba de la feria de Arzúa (A Coruña), que Moura transforma en una copla de ciego envuelta en los ecos eléctricos y ancestrales de Fairport Convention o determinados King Crimson: Romance de Andrés d'Orois. “Pasé toda la vida haciendo música en inglés, en bandas como JetLag o Lüger [power pop americanizado y krautrock, respectivamente, ambas con base en Madrid] y sentí la necesidad de mirar aquí y reconectar. Por otra parte, siempre me habían atraído la etnografía y la historia de Galicia”, puntualiza.

El retorno al país natal implicó, contra lo que podría aventurar el pensamiento fácil, una ampliación de horizontes. Porque, asegura Veiga, en los distintos folclores existe cierta universalidad. “Davy Graham [brillante guitarrista folk inglés, de madre guayanesa y padre escocés, muerto en 2008] decía que la música de oriente medio estaba vinculada con las canciones irlandesas”, se extiende, “y en la tradición gallega percibes esas conexiones escondidas. En la microtonalidad, por ejemplo, que se da en las cantareiras”. O en el proyecto de Xurxo Fernandes, que en su disco Levaino! (2021) pone en diálogo el folclore gallego con el sefardí. Encajar la raíz popular gallega con las culturas anglosajonas de las que procedían los músicos –y su querencia por la psicodelia, el krautrock alemán o el folk progresivo inglés– fue lo que abrió el territorio de Moura. Aunque la banda no se atribuye ninguna exclusividad. El propio Veiga reconoce toda una estirpe de predecesores en Galicia.

“La industria musical gallega en los setenta era inexistente, debido a la dictadura y demás. Y, sin embargo, si buscas, hay una serie de joyas enterradas impresionantes”, señala, y menciona los tres discos de Bibiano, miembro del colectivo de canción de intervención antifranquista Voces Ceibes y en los años de la caída de la dictadura, avezado autor prog-folk. “O incluso Emilio Cao, el arpista, amigo de [el arpista bretón y estrella de la llamada world music] Alan Stivell. Fonte de Araño (1977) es el clásico, pero Lenda da pedra do destiño (1979) es una maravilla. Cao incluso toca con John Renbourn [guitarrista inglés, fundador de la banda de folk jazz Pentangle en los años sesenta, muerto en 2015] en su disco del 86, Amiga alba e delgada”. Sobre una lectura actualizada de esa constelación también se levanta Axexan, espreitan, cuyo título procede de un diálogo de la delicada película Trinta lumes (2017) de Diana Toucedo.

La formación actual de Moura la componen, además de Veiga y Tajes, Hugo Santeiro (guitarras y voces), Fernando Vilaboy (Hammond, Mellotron y demás teclados), Luis Casanova (batería) y Pedro Alberte (bajo). La presentación de su segundo disco, en el que han colaborado figuras del mundo tradi como Xosé Lois Romero o Miguel Vázquez. o el cantante de Sangre de Muérdago Pablo C. Ursusson, los llevará en las próximas semanas a Pontevedra, en el festival Surfin' the Lerez, al Sonic Blast en la play de Âncora en Caminha (Portugal) o a Madrid, donde grabarán uno de los conciertos de Radio 3. A la vuelta del verano, girarán por salas.

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