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Alfonso Pato

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El intento de censura sobre un mural en una villa gallega ha puesto esta expresión artística en el foco de un nuevo debate. La cabeza de perro que Joseba Muruzábal, un reconocido artista gallego que firma como Yoseba MP, ha pintado sobre la comitiva de una procesión no ha sentado bien a algunos concejales del Partido Popular en el ayuntamiento coruñés de Oleiros. Los políticos, que se sientan en los bancos de la oposición, le pidieron al artista que borrase parte de lo pintado. El artista no atendió la petición. A partir de ahí, un debate con el arte urbano en el epicentro.

El “boom” del muralismo en Galicia es evidente. Además de Oleiros, ayuntamientos como Ordes, Carballo, Santiago o Vigo han promovido la conversión de medianeras de edificios en grandes lienzos que decoran las urbes. Lo que comenzó como una acción artística libre contra el feísmo urbanístico se ha convertido en una oportunidad que los alcaldes han encontrado para mejorar su callejero con solo unos miles de euros y varios quilos de pintura.

Los murales encargados por las instituciones se pagan entre 4.000 y 10.000 euros, según asegura a esta redacción uno de los principales pintores de este tipo en la comunidad gallega. El muralismo se ha institucionalizado, lo que ha llevado a la edulcoración del contexto crítico, pero también a una moda mural “invasiva”, carente de una ley que la regule a nivel paisajístico, que filtre la calidad artística de las obras y defina a nivel patrimonial los criterios de carácter efímero o perdurable.

“Que hay un ”boom“ del muralismo está claro. No se si se va a agotar o diluir, pero creo que en el origen de esto puede estar un renacer del gusto por la pintura”, explica Joseba Muruzábal. Su firma artística, Yoseba MP, es una de las más icónicas entre los que pintan casas en Galicia. Sus imágenes de abuelas convertidas en superheroínas se han convertido en un punto común de la arquitectura urbana gallega. “Está habiendo murales de gran calidad, pero no podemos saturar el espacio urbano y pretender que sea una pinacoteca”, reflexiona el artista, que defiende unos criterios de integración en el espacio, “sin golpes bruscos de color o gamas cromáticas menos invasivas”. Lula Goce, Cestola na Cachola, Iria Fafián (Nada) o Pelucas son otras firmas que conforman un top copado por varias decenas de firmas.

Ordes (A Coruña), epicentro del mural

El origen del “boom” muralístico está en Ordes, donde en 2008 nació el festival Desordes Creativas, impulsado por los artistas Mou y Sokram desde su Estudio Mutante. “El festival nace en un contexto de intentar mejorar un paisaje urbano dominado por el cemento y el ladrillo y aminorar el impacto del feísmo”, explica Sokram sobre esta iniciativa que fue pionera. “Me parece correcto que haya un control estético, pero debe tener un punto de equilibrio con la necesidad de que el arte urbano se ejecute con libertad”, opina este artista ordense, que apela a analizar lo que está sucediendo y recabar opiniones de expertos. El ayuntamiento de Ordes es una pequeña villa a medio camino entre Santiago y A Coruña. Con 12.674 habitantes tiene 90 murales distribuidos por varios espacios.

La mayoría, pintados sobre un soporte común: las medianeras entre edificaciones, surgidas de las asimetrías entre viviendas unifamiliares y edificaciones de cuatro o cinco plantas. Estas medianeras delatan la huella del urbanismo gallego en la nefasta época del desarrollismo. 

“Los planes de los 80 o 90 se pensaron sobre un cálculo de crecimiento de población desmesurado. Esto llevó a una edificabilidad sin freno y favoreció la especulación”, detalla Cristina García Fontán, arquitecta y coordinadora del Grado de Paisaje de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de A Coruña. “Las medianeras son consecuencia de estos planes y el muralismo apareció como una solución asequible a un problema”, explica esta arquitecta y profesora de ordenación urbanística y coordinación del territorio. “Es diferente al muralismo mexicano de Diego Rivera, por ejemplo. Aquel tenía como función ennoblecer el espacio público y aquí tenemos un híbrido entre el arte urbano y la intervención de medianeras”, reflexiona esta experta en paisaje.

García Fontán se muestra critica con parte de estas creaciones: “Me chirrían los proyectos muralísticos con falta de criterio, con colores estridentes que llevan a una contaminación visual mayor y a una menor armonía en el paisaje”.

Derrumbando muros

En 2013, el Concello de Carballo impulsó el programa “Derrubando Muros con Pintura” y el certamen Rexenera Fest. Encargó el comisariado del festival al Estudio Mutante de los artistas Sokram y Mou y partió de la idea inicial que ya había probado en Ordes.

En la actualidad Carballo (31.303 habitantes) suma 98 murales. “Las obras forman parte de un proyecto global de regeneración del espacio urbano, con una idea de humanización y de ciudades que caminan”, explica Maite Parga, que desde la Oficina de Turismo de Carballo coordina el proyecto: “Lo que nació frente a una necesidad urbanística se ha convertido en uno de nuestros máximos reclamos turísticos”, afirma Parga sobre un proyecto con amplia difusión en internet, códigos QR explicativos en cada obra y visitas guiadas para grupos.

Políticamente correctos

El papel de las instituciones como entidades promotoras de murales incide en las temáticas: “Tienen que ser políticamente correctos porque no olvidemos que van a ser compartidos en un espacio público”, afirma Maite Parga. Temáticas como el machismo o la xenofobia están absolutamente prohibidas pero a partir de ahí la línea de prohibición se alarga hasta un límite que nadie define con detalle.

“A medida que las instituciones se convierten en promotoras, condicionan el contenido y hay artistas que optan por ser blandos”, confiesa Sokram. En Festivales como Desordes Creativas la cosa es diferente, según este artista, porque “se busca la provocación y la crítica”. “El muralista tiene una responsabilidad sobre su obra. Esta semana me propusieron pintar una fachada de una casa en un lugar precioso sobre un río y lo rechacé. No podía mejorar lo que ya había”, explica Yoseba MP.

Todo pivota sobre “un fino equilibro entre la responsabilidad con la proyección del espacio público, la convivencia artística y los propietarios que que ceden sus fachadas o medianeras”, reflexiona Maite Parga. En ese equilibrio empuja también el riesgo de invasión muralística. La arquitecta Cristina García Fontán alerta: “Se deberían elegir muy bien los nuevos espacios. Tratar a una ciudad como un lienzo es algo difícil de manejar”.

En el futuro, otras incógnitas: ¿Cuál es el valor patrimonial de los murales?, ¿cómo se elige los que deben perdurar y los que no?, ¿qué sucede si el dueño de una casa intervenida quiere edificar sobre ella? En el ayuntamiento de Carballo tienen sus propias respuestas para estos interrogantes: los propietarios de las viviendas que se prestan como lienzo en este ayuntamiento firman un contrato de cesión por cinco años. Transcurrido ese tiempo pueden, si lo desean, borrar cualquier rastro de arte en los muros de su propiedad. La mayoría no lo han hecho.

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