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“Competir entre ciudades por ver cuál tiene más luz es un retroceso en los objetivos para reducir la contaminación”

Imagen de Ángel Torres del cielo nocturno de las Islas Cíes. 2º premio del Maratón Starlight de fotografía

Marcos Pérez Pena

En el año 2015 el Parlamento gallego aprobó por unanimidad una declaración institucional “en defensa del cielo nocturno”. El texto subrayaba que “es imprescindible el control de la contaminación lumnosa en todo el territorio gallego dado el impacto que genera sobre muchas especies, hábitats, ecosistemas y paisajes” y llamaba a “promover y exigir el uso racional de la iluminación artificial para minimizar el resplandor que provoca en el cielo y evitar la nociva intrusión de luz sobre los seres humanos y el medio natural”. “Los lugares que presenten condiciones excepcionales para la contemplación del cielo, y en particular aquellos más aptos para la observación con fines científicos, serán objeto de una protección especial”, añadía.

La defensa del cielo nocturno, la lucha contra la contaminación lumínica, el fomento de un alumbrado inteligente, la divulgación de la astronomía y la promoción de un “turismo de estrellas” son los objetivos primordiales de la Fundación Starlight, con sede en las Islas Canarias. La entidad realiza además certificaciones de los denominados destinos Starlight, lugares con condiciones favorables para la observación del cielo estrellado, que cada vez atraen a más visitantes. En Galicia dos espacios tienen esa condición: Pena Trevinca y las Islas Cíes; y uno más -el Ayuntamiento de Muras- inició el proceso para conseguir también esa distinción.

Sin embargo, la Fundación Starlight ha advertido en los últimos meses de que las Cíes corren un serio riesgo de perder su certificación, debido a la contaminación lumínica procedente de la ciudad de Vigo, especialmente agravada por la creciente iluminación de navidad instalada en los últimos años por el Ayuntamiento. La certificación será revisada durante este próximo mes de enero. Desde que hace tres años las Islas Cíes se convirtieron en un destino Starlight, más de 71.000 visitantes participaron en alguna de las actividades que buscan difundir allí el conocimiento de las estrellas, acciones organizadas por entidades como la Federación Gallega de Astronomía y Radioastronomía y el propio Parque Nacional.

Más allá de la situación concreta de las Islas Cíes y de la ciudad de Vigo, Starlight viene denunciando la contaminación lumínica generada en los espacios urbanos. La entidad recuerda los perjuicios que la falta de oscuridad causa en los ecosistemas, y sobre todo en determinadas especies como insectos y aves. También sobre los seres humanos, ya que dificulta su descanso y que, además, se ven privados de la contemplación del cielo nocturno y de las estrellas. Hablamos con Antonia Varela Pérez, astrofísica y directora de la Fundación Starlight.

¿Cuál es la función de vuestro trabajo en la Fundación Starlight? ¿En que centráis vuestra actividad?

La Fundación Starlight se creó a partir de la iniciativa del Instituto de Astrofísica de Canarias. El principal objetivo es la defensa del cielo estrellado, la difusión de la astronomía y la protección del cielo nocturno a través de proyectos de alumbrado inteligente. Se busca además utilizar el cielo estrellado nocturno protegido como un motor de economía sostenible. La fundación parte de la denominada Ley del Cielo, aprobada en Canarias en el año 1988, una norma pionera que supone una defensa integral contra la contaminación lumínica y otras contaminaciones. Y también de la declaración Starlight, redactada en el año 2003 y aprobada en 2007, en defensa del cielo oscuro como un patrimonio inmaterial de la humanidad y del derecho a la luz de las estrellas.

Hemos creado, además, un sistema internacional de certificación territorial de aquellos lugares que tienen un compromiso firme en defensa del cielo oscuro, con dos grandes conceptos: las reservas y los destinos turísticos Starlight. Una reserva es un área natural que mantiene casi intactas las condiciones del cielo, mientras que los destinos son aquellos lugares visitables para poder disfrutar de ese cielo, en los que se promueve un turismo de estrellas.

Son lugares con cielo oscuro a los que no se les exige la misma excelencia que a las reservas, pero sí un compromiso por limitar la luz emitida y por cambiar el alumbrado por otro más respetuoso con el medio. Se busca que ese turismo de estrellas sirva para promover el desarrollo local en esos lugares, que pertenecen siempre a espacios rurales. Es un tipo de turismo que obliga a pernoctar allí, por lo que deja bastantes recursos.

Da la impresión de que hay una preocupación creciente por la contaminación del aire o del agua, pero que la contaminación lumínica es la gran ignorada a pesar de que provoca efectos negativos en medio ambiente, más allá de los perjuicios sobre el paisaje o sobre las personas. ¿No es una prioridad?

La realidad es que estamos perdiendo un patrimonio de la humanidad. Desde siempre el ser humano ha observado el cielo y las estrellas, que fueron las referencias de nuestros navegantes y de nuestros historiadores, todas las civilizaciones se inspiraron en el cielo nocturno. Pero es que además de ese patrimonio de la humanidad en extinción, la ausencia de oscuridad nocturna supone la alteración de los hábitats, ecosistemas y especies, que se están viendo alteradas por la contaminación lumínica.

Está modificando migraciones, las relaciones entre predadores y presas, la morfología y la fisiología de muchos animales y plantas y está provocando su mortalidad. Además, la contaminación lumínica está asociada la emisiones de CO2 muy importantes para producir la energía necesaria para las iluminaciones y también para fabricar los materiales de los que se compone el alumbrado.

¿Cómo se combate esa contaminación lumínica?

Lo más positivo es que es un tipo de contaminación que se puede erradicar muy rápidamente, simplemente optando por alumbrar de forma inteligente. Siempre decimos que no se trata de apagar nuestras localidades, sino de iluminarlas de otro modo.

Pero hoy por hoy aún no hay ese compromiso y ese convencimiento en muchos lugares. La contaminación lumínica es la que más daño está haciendo a las especies en los parques naturales, donde quizá la calidad de aire es buena, pero donde tenemos contaminación lumínica de las poblaciones próxima. Es lo que puede estar pasando en las Islas Cíes con el alumbrado desorbitado e inexplicable de la Navidad.

¿Hay un riesgo real de que las Islas Cíes pierdan su certificación Starlight?

El riesgo es real, claro que es real. El alumbrado es equivalente a siete estadios de fútbol de primera división y está haciendo daño a una fauna que no puede esperar la que pase la Navidad.

¿Ha habido contactos en los últimos meses para intentar revertir la situación?

Hemos hablado con el director del Parque Nacional de las Islas Atlánticas y también con expertos gallegos de las universidades de Santiago y de Vigo. La realidad es que el Parque Nacional ha hecho sus deberes y es uno de los territorios Starlight que mejor ha trabajado en este sentido, tanto protegiéndose contra la contaminación lumínica como divulgando el turismo de estrellas.

Nosotros certificamos las Islas Cíes en su momento, después de reunirnos con representantes de la Consellería de Medio Ambiente y contando con una adhesión firmada por todos los ayuntamientos próximos. De forma excepcional, también el pleno del Parlamento de Galicia aprobó una declaración en defensa del cielo nocturno, aunque no lo habíamos exigido. Es decir, había un compromiso de alumbrar de forma sostenible, favoreciendo así el desarrollo de zonas rurales. Y esto puede estar siendo infringido. Evidentemente esto no era un contrato, sino un pacto, un compromiso, lo que para mí es más sagrado que un contrato, y este pacto debe cumplirse. Están poniendo en peligro la certificación y sería muy injusto para las Islas Cíes y para el Parque Nacional.

Más allá de lo que está pasando en Vigo, ¿cuál es el efecto sobre el cielo del incremento de la iluminación de navidad en muchas ciudades?

Hay cosas que no tienen valor económico. Y tú puedes argumentar: es que el alumbrado de Navidad genera más ingresos que lo que cuesta su instalación. ¿Pero quién recibe esos ingresos? ¿Están llegando a las zonas rurales? ¿Tiene precio la pérdida de los ecosistemas? A mí me duele mucho cuando escucho la frivolidad con la que se habla de este tema, poniendo por encima de todo unas cifras económicas de beneficios comerciales que son consecuencia de un alumbrado muy poco inteligente. Las ciudades tienen que ser solidarias con las zonas rurales.

Evidentemente a todos nos gusta la Navidad. La Red Española contra la Contaminación Lumínica y otras entidades están promoviendo el uso de LEDs más eficientes, no los LEDs que se utilizan en la actualidad. Pero habría que tener también una regulación: vamos a alumbrar en Navidad, pero la Navidad es diciembre, no noviembre. Vamos a alumbrar en Navidad, pero a medianoche vamos a apagar las luces, porque ya no hay gente en la calle. ¿Para qué ese despilfarro?

Este año, además, varias ciudades han seguido el ejemplo de Vigo, incrementando su gasto en luces...

Me parece muy negativo el efecto cadena que se está produciendo en el tema de las luces, un efecto que se produce cuando alguien hace algo que es interpretado como exitoso. Y ahora esa política se está contagiando a otras ciudades. Habría que crear un cordón sanitario alrededor para evitar que esto se extienda, para evitar que otras localidades hagan el mismo.

Sabemos que son unas fechas en las que los excesos son casi inevitables, pero competir entre unas ciudades y otras por ver cuál tiene más luz me parece un retroceso en los objetivos marcados en todo el planeta para reducir la contaminación y las emisiones. Nosotros en Canarias estamos trabajando para que la nueva Ley de lucha contra el cambio climático incluya la contaminación lumínica, y hay expertos en otros lugares intentando que allí también se recoja.

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