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El centro gallego más antiguo del mundo celebra 140 años en Montevideo

Una de las sedes del Centro Gallego en Montevideo

Miguel Pardo

Entonces, hace hoy 140 años, Uruguay recibía miles de emigrantes llegados de Europa, 50 años después de conseguir la independencia. España acababa de reconocer su soberanía sólo nueve años antes y el exterminio de las poblaciones indígenas comenzaba a configurar un país hecho casi en exclusiva por la inmigración. Entre aquellos barcos cargados de gente que atracaban cada poco había muchos llegados desde Galicia y con cientos de gallegos, que constituían ya el 5% de la población uruguaya, más de 12.000 personas. En el 30 de agosto de aquel año 1879 abría sus puertas el Centro Gallego de Montevideo, el primero de todos los que con este mismo nombre se extenderían por el mundo, el pionero y decano entre el asociacionismo emigrante, vivo y activo case siglo y medio después.

Al Uruguay, como al resto del Río de la Plata y a toda América, siguieron llegando millares de gallegos en diferentes olas desde finales del siglo XIX. Según diversos estudios, más de 25.000 vivían ya en 1908 en este país sudamericano, que recibió, entre 1883 y 1918, más de 32.000 personas originarias de Galicia. Tras la última gran etapa migratoria de los 50, unos 50.000 gallegos están ya asentados a principios de los 60 en Montevideo y otras villas y ciudades uruguayas. Hoy en día, y según los últimos datos del INE, más de 40.000 gallegos viven todavía allá y unos 8.000 de ellos nacieron en Galicia.

“La emigración de la década de los cincuenta es muy numerosa aún en el Uruguay, yo mismo y varios integrantes de la directiva del Centro Gallego son nacidos en Galicia”, explica Julio Ríos, presidente de la entidad gallega en el exterior más veterana, que este viernes comenzará las celebraciones del 140º aniversario con una gran cena de gala y que “afronta los tiempos futuros como lo ha hecho desde sus inicios, procurando conservar sus raíces, ya sea en la cultura o en las fiestas y romerías, que tienen gran concurrencia”.

“Es una enorme responsabilidad ser el centro gallego más antiguo y por eso es por lo que este 140º aniversario será celebrado con diferentes actos y eventos durante todo un año”, explica el presidente de una institución que cuenta en la actualidad con algo más de medio millar de socios en un listado “en la que están entrando constantemente nuevos asociados”. Para serlo, no es obligatorio tener pasaporte español, aunque “determinados cargos sólo pueden ser ocupados si eres gallego”.

La institución nació hace 140 años como entidad cultural, deportiva y recreativa por iniciativa de los emigrantes hermanos Salgado y Vázquez. Al igual que todos los que después irían fundándose por el mundo, --como los otros dos grandes y históricos, en La Habana y Buenos Aires--, el Centro Gallego de Montevideo procuraba el bienestar de los gallegos, ayudaba a los emigrantes con necesidades y luchaba por la instrucción y enseñanza de los socios y sus familiares, tanto allá como a través de iniciativas de progreso impulsadas en Galicia.

Creó numerosas delegaciones en villas y ciudades del Uruguay y constituyó su primera sede oficial en la Avenida 18 de julio de Montevideo. Ya en 1923, después de recaudar fondos, la institución adquirió un terreno en la calle San José, donde construyó la que todavía es sede principal, considerada patrimonio histórico gallego y Monumento Histórico Nacional del Uruguay al ser la primera construcción en todo el país diseñada para el funcionamiento de un club social y por mantener unas características únicas y con rasgos galaicos.

En ella, la sala de honor Rosalía de Castro, la sala Valle Inclán, la biblioteca Concepción Arenal o la sala de lectura Castelao, con un busto en homenaje del político y escritor, figura icónica en toda la diáspora y uno de los visitantes que dejó un dibujo y su firma en el libro de oro. Junto a él, la de Avelino Posa Antelo, Suárez Picallo, Blanco Amor u Otero Pedrayo, que advirtió en los años 50 “de aquellos sentimientos de vieja y honda galleguidad” que se le “descubrieron” al pisar la entidad. Algunos de estas figuras literarias colaboraron en la prestigiosa revista del Centro, otro símbolo del galleguismo que en las tres décadas iniciales marcó la institución, que giró luego hacia un camino más conservador y elitista.

Fue en aquellos inicios cuando se creó una escuela nocturna que ofrecía clases y veladas literario-musicales o la Oficina Central de Protección, que ayudaba a los más necesitados desde una sede que fue base galleguista y republicana, un camino que luego seguiría, con mayor ímpetu, la Casa de Galicia.

El Centro Gallego giró a un plano básicamente cultural. Hoy en día, en su sede central, como recuerda el presidente Julio Ríos, siguen a ofrecerse conferencias y es allí donde “se celebra cada año el Día das Letras en colaboración con otras instituciones gallegas” y donde se “mantiene la relación con todas las colectividades españolas, la portuguesa, la italiana o la sefardí”. También se sigue homenajeando a Castelao y Rosalía en fechas señaladas y se mantienen grupos folclóricos y de baile, además de conservar un gran archivo histórico y un patrimonio artístico muy importante.

Otro ejemplo del importante legado que Galicia guarda en los cientos de centros gallegos que tiene por el mundo, sobre todo en aquellos más importantes y antiguos, como el de Buenos Aires, que acaba de salvar su importante patrimonio a pesar de la venta de su histórica sede y después de superar los cien años de edad.

Hace ya 50 años, la entidad inauguró otras instalaciones, en Carrasco, un parque polideportivo de 28.000 metros cuadrados donde, además de varias actividades deportivas, tienen lugar fiestas y conciertos. Es, a través sobre todo de los deportes, como la entidad logra mantener el vínculo con los descendientes más jóvenes.“Tenemos mucha juventud integrada en diferentes disciplinas”, cuenta Ríos. “Hay todavía una emigración muy fuerte y los hijos y nietos viajan mucho a Galicia y mantienen lazos y negocios en las cuatro provincias”, añade.

Ahora, Galicia y Uruguay celebrarán otro aniversario del decano, que por el 125º incluso tuvo sello propio gracias a un homenaje del Correo charrúa. “Es una enorme responsabilidad”, insiste Ríos, presidente que ocupa el cargo que allá por 1879 tenía Antonio Varela Stolle, prestigioso abogado compostelano, licenciado por la Universidad de Santiago, que ejerció como fiscal y juez en Montevideo, y nacido en la capital gallega en 1821, hace casi dos siglos.

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